“Hasta que la dignidad se haga costumbre”: la lucha de Francisco Javier, rostro de la huelga de los trabajadores de las empresas auxiliares de Navantia
Él y su mujer trabajan en la misma empresa y hace unos meses no se les pasaba por la mente pedir ayuda para comer

Entrevista con Francisco Javier, en huelga de hambre
Murcia - Publicado el - Actualizado
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Por cada día que pasa sin cobrar, hay un padre que no duerme. Por cada jornada de calor en una tienda de campaña, hay una familia que sufre. Y por cada huelguista, hay una historia con nombres, con hijos, con fechas de cumpleaños sin tarta.
Esta es la de Francisco Javier García, uno de los cientos de trabajadores de las empresas auxiliares de Navantia que hoy están luchando desde hace semanas por el plus de los astilleros, por un convenio digno.
Francisco Javier no habla con rabia. Habla con una serenidad dolorosa, mientras las lágrimas caen por sus mejillas. Lleva más de tres semanas de movilizaciones y dos noches ya acampado en el centro de Cartagena, en huelga de hambre, bajo un sol que no perdona y en una ciudad que, a ratos, parece mirar hacia otro lado.
"Pues mal, mal, de ánimo tirado por los suelos y muy mal. Lo anímico es peor, lo físico es lo de menos, es más lo mental que otra cosa", explica cuando se les pregunta como llevan la huelga de hambre.
Su mujer trabaja con él, en la misma empresa auxiliar. En casa, dos hijos de 7 y 12 años esperan que sus padres puedan volver con algo más que cansancio y que su papi vuelva a casa pronto, porque es un dolor añadido el de esta familia.
“Estamos ahorrando para ser pobres”, dice. Lo dice sin dramatismo, como quien ya lo ha asumido, como quien vive en una realidad paralela donde tener dos sueldos no significa salir adelante, sino sobrevivir. La huelga pasa factura económica. “No estamos perdiendo dinero, es que no estamos cobrando”, subraya. Y con eso lo dice todo.

La gente se acerca a preguntarles por su lucha
"no esperábamos tenir que pedir ayuda"
Cuando se le pregunta si esperaba hace seis meses tener que recurrir a amigos, familia, o al banco de alimentos, niega sin pensarlo. Ni seis meses, ni tres. “Ni siquiera lo veíamos venir”. Y ahora, lo inevitable se ha hecho cotidiano. Pedir ayuda, pasar calor, hablar con sus hijos para que no tengan miedo. Porque sí, los niños ven. Y los niños sufren.
También reciben ayuda para organizarse. "Tenemos dos críos, uno con 12 años y otro con 7. Los niños con los suegros, con la madre y haciendo lo que se puede. Haciendo lo que se puede, haciendo virguerías, como se suele decir".
Los niños también están sufriendo e "intentan evitarlo. Pues hablándole mucho, mucho apoyo y darle mucho ánimo y diciendo que se va a solucionar y ya está, no hay más ", dice emocionado y es que no solo debe pensar en él.
Pero también, en medio de todo, han llegado gestos que abren luz. El cumpleaños de su hija fue un ejemplo: amigos, compañeros, que se organizaron para regalarle un día especial. Una tarta. Un rato de alegría en mitad del barro.
"Sí, sí. Se portaron muy bien, la verdad que sí. Nos regalaron una tarde en una zona de críos para celebraciones y se portaron muy bien". Pusieron dinero entre todos para que hubiera un cumple decente.
¿Qué esperan?
Le preguntamos que esperan. "Lo que quieran ellos, lo que quieran ellos. Querrán que le pase algo a alguien, nos muramos a alguno pasando hambre o algo para que den solución, pero vamos, hasta que la muerte nos separe, como dice aquel"..
Se han lanzado a a defensa de ese plus, de esa dignidad. Desde la ruptura de negociaciones la cosa ha ido a peor. "Más presión casi, que esta mañana no dejaban casi que estuviera ni en el astillero. Nada, nada, ya van a cargar contra nosotros, ya se quieren poner a las malas. Como decía aquel, divide y vencerás. Pero nosotros ahí estamos, vamos a morir con las botas puestas".
Y a pesar de todo, sigue. Porque esto no va solo de él. Va de muchos. Va de Cádiz, de Ferrol, de Cartagena. Va de los que cobran menos por hacer lo mismo. De los que no tienen convenio mientras otros sí. De los que se levantan a las seis de la mañana para no llegar a fin de mes. “1100 euros como oficial de primera. De lunes a viernes. Sin horas extra. ¿Eso es digno?”, pregunta.
Francisco Javier no quiere mártires. No quiere héroes. Quiere justicia. Pero si hay que morir con las botas puestas, lo hará. Porque siente que esta lucha no es solo suya, es de todos. Y por eso hace una llamada: “Cuanta más gente venga a las manifestaciones más se oye nuestro mensaje".
En cada protesta hay cifras, comunicados, intereses enfrentados. Pero también hay seres humanos. Personas como Francisco Javier, que no están pidiendo lujos ni privilegios. Solo que trabajar no sea una condena, que el esfuerzo se pague con dignidad, que ser pobre con trabajo deje de ser la norma.