Alfonso, psicólogo: "Cuando yo perdí a mi padre, las primeras Navidades fueron terribles. En una celebración con gente contenta notamos una ausencia, es lo que se conoce como la silla vacía"

La Navidad, un período tradicionalmente ligado a la celebración y la familia, puede despertar emociones intensas y en ocasiones contradictorias. Para muchas personas, estas fechas incrementan la nostalgia, la presión social o el dolor por pérdidas significativas. 

El psicólogo y biólogo Alfonso Echávarri analiza cómo influyen estas fiestas en la salud emocional y recuerda que, aunque para la mayoría representan una oportunidad de encuentro, no todas las personas viven estos días de la misma manera.  

Echávarri señala que las relaciones interpersonales sólidas son uno de los factores que más contribuyen a la salud mental, pero las expectativas sociales y la publicidad idealizan la Navidad.

"Tenemos que estar muy felices y muy contentos durante estos días, pero no todas las personas lo viven así, porque cada cual tiene sus circunstancias", explica el psicólogo, mencionando problemas económicos, enfermedades o falta de esperanza.

La gestión del duelo en la ‘silla vacía’

Uno de los focos principales de malestar es el duelo por la pérdida de un ser querido. Estas fechas pueden ser especialmente duras cuando la pérdida es reciente, en lo que Echávarri denomina "el año de las primeras veces": el primer cumpleaños, las primeras vacaciones y, por supuesto, las primeras navidades sin esa persona. Este fenómeno se conoce popularmente como el síndrome de la silla vacía.

El psicólogo comparte su propia experiencia: "Cuando perdí a mi padre, esas primeras navidades fueron terribles, porque el vacío fue tremendo". Ante la sensación de no tener ganas de celebrar, Echávarri ofrece una perspectiva diferente, recordando que el entorno puede necesitar nuestro apoyo. "Entiendo que no tengas ganas de nada, pero igual las personas que están sentadas a esa mesa sí que tienen ganas de ti", afirma.

Entiendo que no tengas ganas de nada, pero igual las personas que están a esa mesa sí que tienen ganas de ti"

Alfonso Echávarri

Psicólogo y biólogo

Para gestionar esta mezcla de alegría y pena, el experto sugiere sentir y anticipar las emociones que puedan surgir. "Si se me escapan unas lágrimas, pues que se te escapen. Las lágrimas son muy humanas", asegura. Propone también un ritual significativo: "Alzar una copa y brindar por las personas que ya no están, pero no para recordarlas en su muerte, sino por haber tenido la fortuna de haberlas tenido en vida".

Autocuidado para evitar la saturación emocional

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Más allá del duelo, la Navidad puede ser una fuente de estrés por la sobresaturación de compromisos, el consumo y los conflictos familiares. Echávarri aconseja ser selectivos con los eventos y aplicar "políticas de autocuidado", ya que el descontrol de estos días "perjudica tanto al cuerpo como a la mente, y al bolsillo también". El gasto excesivo, advierte, puede tener consecuencias directas en la psicología personal con la llegada de la "famosa cuesta de enero".

Para evitar tensiones en las reuniones, el psicólogo recomienda planificación y reparto de tareas, así como prudencia en las conversaciones. "Si hay temas en la familia que creemos que pueden causar problemas, oye, vamos a omitirlos, no entremos a trapo ahí, porque no conviene, no compensa", aconseja, sobre todo cuando el consumo de alcohol puede caldear los ánimos.

Si hay temas que pueden causar problemas, vamos a omitirlos, no compensa"

Alfonso Echávarri

Psicólogo y biólogo

Recordar para sanar y el valor de la compañía

Contrario a la idea de evitar hablar de los ausentes por miedo a la tristeza, Echávarri defiende la importancia de recordarlos. "¿Por qué no vamos a hablar del verano tan estupendo que pasamos con esa persona? Hay que celebrar la vida de las personas, no su muerte". Compartir anécdotas y sonrisas es, a su juicio, una forma de reforzar la presencia a través del recuerdo.

Finalmente, el psicólogo subraya el problema de la soledad no deseada en estas fechas. Menciona la iniciativa del Teléfono de la Esperanza, que celebra su 25 aniversario organizando una cena de Nochebuena "para que nadie se quede en esa soledad impuesta". La clave, concluye, es "saber valorar lo que tenemos y saber recordar adecuadamente lo que ya no está".