Hocino, errenka o pelúa: el libro que recopila las palabras del medio rural en peligro de desaparecer
La veterinaria y escritora María Sánchez publica 'Almáciga', una auténtica "madriguera" para recuperar palabras asociadas al campo con el fin de que no caigan en el olvido

Editado un libro recopilatorio de palabras del medio rural que corrían peligro de desaparecer
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Jañiquín, hocino, errenka, pelúa, jáquima, trancahilo… ¿Quién sabe qué significan estos “extraños” vocablos? Probablemente solo los que tienen sus raíces en el campo. Son palabras bellas y llenas de significado pero muchas de ellas, moribundas y en peligro, probablemente morirán cuando desaparezcan los mayores que aún habitan nuestros pueblos.
Por eso surge el libro titulado ‘Almáciga’. Un sustrato donde descansan las expresiones de nuestras tierras; un semillero para recuperar sus palabras y sus significados, para volver a oírlas y nombrarlas, para que arraiguen entre nosotros y las tengamos más cerca; un vivero en el que mimarlas y cobijarlas con nuestros cuerpos y acentos. En definitiva, un diálogo-tejido con nuestro medio rural para que germinen y puedan volver a existir.
«Cuando comencé a plantearme un nombre para esta búsqueda de palabras que corrían peligro de desaparecer y que comenzaban a dejar de ser oídas y nombradas, mi padre me dio la idea. Una almáciga, ese sitio del huerto que se elige para que las semillas germinen, broten y cojan fuerza. Un lugar para crecer y proteger antes de trasplantarlas definitivamente al huerto. Me gustó muchísimo la imagen pensando en esas palabras en peligro, en las lastimadas, en las moribundas, en las que ya no aparecen en ningún diccionario ni descansan sobre nuestras lenguas. Sentí la almáciga como una especie de madriguera para ellas, un lugar donde recuperarse, aferrarse y poder crecer de nuevo, un punto de partida donde leer y escuchar palabras y hacerlas formar parte de algo, en nuestras conversaciones, en nuestro día a día».
Así lo explica su autora, María Sánchez, que se ha convertido en una de las voces más reconocidas en la defensa del mundo rural y en la dignificación de su cultura. De ese afán nació ‘Almáciga’, un proyecto colaborativo en el que ha ido recogiendo palabras asociadas al campo para que no caigan en el olvido.
Esa ‘recolección’ ve la luz ahora en forma de libro. Un glosario poético que salió a la venta este 8 de septiembre y que huele a tierra arada y a lumbre. Una obra iluminada con las bellas ilustraciones de Cristina Jiménez.

Veterinaria de campo y escritora, conferenciante («cuando los animales me lo permiten»), María Sánchez ha roto moldes y se ha convertido en la voz de las mujeres rurales y de un nuevo feminismo rural. Su ‘Cuaderno de campo’ (2017) fue una revelación y con su ‘Tierra de mujeres’ (2019) quedó refrendada su carrera literaria y su aportación a la visibilidad de la cultura rural.
Un libro abierto y sin concluir
Almáciga es un libro difícil de definir: no es un poema, pero podría leerse como tal, por la cadencia y sonoridad de la narrativa, por la elección del lenguaje, por la proximidad sentimental a lo que nos cuenta. No es tampoco un ensayo sobre el lenguaje ni sobre el mundo rural. Ni lo pretende. En realidad, es un libro abierto y sin concluir, una invitación a sumergirnos, involucrarnos y emocionarnos con la recuperación de palabras que están a punto de desaparecer de nuestro diccionario. Palabras curiosas, llenas de significado (o de significados, en plural) que pocos saben ya identificar y que nos hablan de mundos a punto de desaparecer. Como la propia palabra “almáciga” tan rica y llena de significado. Y como tantas otras “sembradas” por toda la geografía.
¿Sabría alguien explicar qué significa zaragüelles, bina, tordar, tárama, txola, cudrial, trashoguero o jáquima? ‘Almáciga’ es un proyecto personal de María Sánchez, una singular narradora que “siembra” palabras. La palabra almáciga, que procede del árabe, significa vivero, la zona donde se hacen los plantones que se traspasan al huerto. Pero para María Sánchez almáciga es también una metáfora del vivero de palabras del medio rural para que no se pierdan. El proyecto no deja de ser la investigación de una persona que trabaja cotidianamente en el campo, como veterinaria, y que reivindica el mundo rural como fuente de inspiración y baúl sin fondo de tradiciones, costumbres y también lenguajes singulares
En ‘Almáciga’, la escritora ha conseguido reunir un montón de palabras que vienen de todas las lenguas españolas. Hay algunas que han desaparecido porque ya no hay donde aplicarlas: corresponden a objetos, usos o tradiciones que ya han desaparecido. Todas son palabras llenas de sonoridad, bellas por sí mismas, inspiradoras, recordatorios de un mundo que ya no existe; pero todas, además, incluyen un significado que nos transporta a un mundo riquísimo de connotaciones e historias.
‘Almáciga’ tiene su continuidad y como semillero vivo de palabras se irá enriqueciendo con las aportaciones de todo el mundo que quiera contribuir (www.almáciga.es). El libro es en definitiva, una invitación a recuperar y rescatar nuestras palabras.
«Me gusta creer que con las palabras de nuestros medios rurales puede ocurrir lo mismo que con esta lluvia que devuelve a alguien de repente a la vida. Despertar el vínculo a través de una sinopsis que se creía dormida», explica la autora. «Este texto nació primero en un cuaderno, después de muchas vueltas, ideas y conversaciones, y creció alimentándose de lugares y pueblos a los que he ido la mayoría de las veces por mi trabajo de veterinaria y otras con mis libros. A este vivero de palabras lo arrullaron muchas personas queridas, también otras anónimas haciéndome llegar sus palabras a través de pequeñas notas de papel escritas a mano, de viva voz y también por redes sociales. Creció gracias a insistencias e inquietudes. Muchas palabras han llegado porque otros han querido mancharse las manos y rebuscar en la memoria, preguntar a los suyos, a las abuelas y a los abuelos, y a tantas personas mayores que habitan nuestros medios rurales que, aunque ya empiezan a encorvarse porque las raíces del suelo comienzan a llamarlos, son árboles vivos llenos de cultura y patrimonio. Este libro ha brotado hablando con la gente, desde abajo» añade la propia María Sánchez.

«No, no quiero ni pretendo que esta almáciga sea un diccionario cerrado, inmóvil o inerte. No, me niego a que este libro dé nada por hecho ni terminado, tampoco es un proyecto con el que quiera sentar cátedra. Me mueve y me impulsa todo lo que puede suceder cuando termines de leer. Cuando escarbes en libros antiguos o en días pasados, anotes a lápiz o teclees una nota rápida en el móvil, señales y preguntes de nuevo el nombre de las cosas. ‘Almáciga’ quiere seguir siendo un semillero vivo, un vivero en continuo movimiento que pueda transportar palabras de un territorio a otro, haciendo posible que germinen y se trasplanten, que contengan nuevas vidas y no caigan en el olvido. Quiero que este libro, como nuestros pueblos, sea también una invitación a que no dejemos de recuperar y rescatar nuestras palabras. Una mano que tiende y abraza todos los acentos, expresiones y lenguas. Una excusa para comenzar a preparar la tierra y mirar el cielo para crear vuestras propias almácigas: de vuestras aldeas, de vuestros pueblos, de vuestra familia; una llamada a la memoria, un retrato que pueda alimentarse de nuestras palabras. Una manera de reivindicar, hacer crecer y cuidar la tierra que queremos habitar con sus vidas y las nuestras, con sus ritmos y sus formas. Otra manera igual de válida y necesaria de narrarnos, de reimaginar un paisaje, de devolverle la vida, el sonido, las huellas. Una azada dispuesta a abrir camino para construir entre todos, un nuevo idioma común, una casa abierta, una raíz que crece y se extiende, un venero del que nunca deja de brotar agua», concluye la autora.