El masaje que triplica la vida: por qué todos deberíamos saber RCP en el Día Europeo del Paro Cardíaco

Así lo cuentan la doctora Mónica Talavera, adjunta de medicina intensiva, y la doctora Laura de Rivas, residente de cuarto año

En la entrevista, la doctora Mónica Talavera y la doctora Laura de Rivas
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"La pandemia lo que nos ha ayudado es a trabajar en equipo, a estudiar mucho, a estar súper comunicados"

Borja Rodríguez

Valencia - Publicado el

4 min lectura

La Medicina Intensiva es ese rincón del hospital donde se lucha cada día entre la vida y la muerte, una especialidad que la mayoría conoce por películas o series, pero cuyo retrato real es mucho más complejo, humano y exigente. Para entenderla desde dentro, hablamos con la doctora Mónica Talavera, adjunta de Medicina Intensiva del Hospital La Fe y tesorera de la Sociedad Valenciana de Medicina Intensiva, y con Laura de Rivas, residente de cuarto año de esta misma especialidad

Ambas coinciden en una idea: "el intensivista trata al paciente más grave, en el momento más crítico, y debe reaccionar rápido con conocimientos avanzados y una gran capacidad técnica". Esa combinación de ciencia, urgencia y empatía es la que define el día a día en las UCI.

“Muchas veces el paciente está dormido, conectado a máquinas que sustituyen funciones vitales como los pulmones o los riñones. El trabajo es extremadamente técnico, pero también emocional, porque tratamos de forma muy directa con las familias”, explica Talavera. La especialidad no se limita a urgencias dramáticas, sino que incluye "un seguimiento detallado, vigilancia continua y planificación en equipo", añade.

Durante la pandemia, las UCI vivieron su mayor prueba de fuego. La COVID nos enseñó a trabajar en red, a ser más flexibles y a extender los cuidados más allá de los límites físicos de la unidad, cuenta Talavera. De ese periodo nació también una mayor conciencia sobre la necesidad de humanizar la atención, algo que ahora está mucho más presente. “Aprendimos a informar por teléfono, a acompañar a pacientes solos y a gestionar momentos muy duros con humanidad”.

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La Medicina Intensiva también es formación constante y tecnología punta. Desde respiradores hasta dispositivos como la ECMO, una máquina capaz de sustituir la función pulmonar o cardíaca de forma temporal, el arsenal tecnológico ha crecido. “Nos da tiempo. Tiempo para buscar un diagnóstico, aplicar un tratamiento y salvar vidas”, dice la doctora Talavera. Pero insiste: La tecnología es útil si hay criterio clínico y experiencia detrás”.

Y en esa experiencia entra un factor clave: el ojo clínico. “A veces todo parece normal, pero hay algo que no cuadra. Esa intuición no es magia, es años de ver casos, afirma. Junto a los protocolos y la ciencia, el instinto es una herramienta más del intensivista.

Para Laura de Rivas, que está aún en formación, la Medicina Intensiva es ya una vocación definida. “Cuando ves a un paciente salir de la UCI, cuando vuelven meses después solo para darte las gracias, entiendes que todo el esfuerzo merece la pena”. Lo dice con emoción, recordando que "hay pacientes que te mandan fotos por WhatsApp en Navidad o que te recuerdan con cariño años después. Eso es impagable”.

Ambas destacan también el valor del trabajo en equipo. La UCI funciona porque hay una coordinación constante entre médicos, enfermería, fisioterapeutas, celadores, psicólogos y otras especialidades. Sin esa colaboración, sería imposible”, señala Talavera. Y es que, en una unidad donde cada segundo cuenta, todo debe estar perfectamente engranado.

Pese a lo duro de muchas situaciones, tanto Mónica como Laura afirman que el balance es positivo. “Hay momentos críticos, claro que sí, pero siempre hay alguien del equipo que te apoya. Y cuando ves que un paciente sale adelante, te recuerda por qué elegiste esto”, cuenta Laura.

Uno de los mensajes más potentes que lanzan las doctoras Talavera y de Rivas durante la conversación es la necesidad de que toda la sociedad se forme en reanimación cardiopulmonar (RCP). “La RCP debería enseñarse desde la escuela, igual que se enseña a cruzar un semáforo o a llamar al 112”, afirman. Ambas insisten en que esta maniobra sencilla, realizada en los primeros minutos tras una parada cardiorrespiratoria, puede marcar una diferencia radical. “Solo con nuestras manos podemos salvar una vida. Iniciar la RCP en el primer minuto puede triplicar las posibilidades de supervivencia”, recalcan con convicción. 

Cada 16 de octubre, Día Europeo de Concienciación ante el Paro Cardíaco, los profesionales de Medicina Intensiva organizan talleres abiertos a la ciudadanía en hospitales de toda la Comunitat Valenciana. Niños, adultos e incluso personas mayores de más de 90 años acuden a aprender esta técnica que, según Talavera, “no requiere conocimientos médicos, solo decisión, rapidez y unas compresiones bien hechas sobre el pecho.

Además de ser una cuestión de seguridad, también lo es de conciencia social. Cuando un paciente ha sufrido una parada en la calle y alguien le ha iniciado la RCP antes de que lleguen los servicios de emergencia, el pronóstico es completamente distinto al de aquel que ha estado diez o quince minutos sin recibir ninguna ayuda”, explican. Por eso, su objetivo es claro: formar, concienciar y romper la barrera del miedo. Podemos cambiar un destino. Solo hace falta saber cómo actuar y atreverse a hacerlo.

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