Analizamos tres estrenos semanales de la mano del crítico de cine de Cope Valencia, Eduardo Casanova, que en este momento de numerosas películas que van "saliendo del cajón", tras muchos meses de salas cerradas, se encuentra cada semana con buen producto sin prácticamente "descarte".

En esta ocasión llegan propuestas cinemátograficas de buen nivel que tienen claro su propósito de entretener contando historias que cautiven. Pese a los aires de cine de Hollywood en los que se inspiran, poco tienen que ver salvo en el ritmo narrativo, y la única que se ambienta en el "Lejano oeste", se aleja tanto que no parece un "western".

HIJOS DEL SOL

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La aventura juvenil, con ligeros ecos de éxitos hollywoodenses de los 80, se conjuga a la perfección con la dura realidad que padecen sus protagonistas en esta espléndida producción iraní. Seduce en su vertiente de intriga y conmueve al mostrar las tristes circunstancias de aquellos niños que se ven obligados a trabajar, además de agregar algunas pinceladas de humor, componiendo un relato absorbente. Se beneficia de sus impecables actores, especialmente del grupo de jovencísimos debutantes.

Alí tiene 12 años y se gana la vida como puede: bien sea cometiendo pequeños hurtos o ayudando en un garaje, mientras su madre permanece ingresada en una clínica psiquiátrica. Esas rutinas cambian cuando recibe el encargo de encontrar el tesoro que, al parecer, se halla enterrado bajo la Escuela del Sol. Él y sus tres amigos de confianza logran matricularse en este humilde colegio para chicos sin recursos con la intención de cumplir la peculiar encomienda de la mafia local.

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PEQUEÑO PAÍS

La adaptación de la exitosa novela homónima del escritor y cantante Gaël Faye, basada en sus propias experiencias, se plasma en un drama desolador, tamizado por la mirada de su pequeño protagonista. El mayor mérito de esta sobresaliente película, dirigido por Eric Barbier (Promesa al amanecer), radica en la moderación a la hora de recrear los brutales sucesos ocurridos durante las guerras civiles de Burundi y Ruanda. Sin necesidad de mostrar constantemente esos impactantes episodios (imborrables para quienes los vimos en televisión) es capaz de transmitir el horror que padeció la población civil.

La acción arranca en 1993: A sus 10 años, Gabriel, hijo de un empresario francés y una mujer africana, asiste ingenuamente a la tensión y a los primeros altercados que se producen entre la minoría tutsi, a la cual pertenece su familia materna y la mayoría hutu. Sigue yendo a la escuela y divirtiéndose con los amigos, además cuida de su hermana Ana. Se siente feliz y seguro en la mansión familiar, a las afueras de la capital, Bujumbura; pero tras las elecciones los acontecimientos se precipitan y el enfrentamiento étnico, del que nadie está a salvo, alcanza unas cotas de barbarie asoladoras.

FIRST COW

Ambientada en el lejano Oeste, poco tiene que ver esta modesta producción con el wéstern convencional. Se vale de ese contexto para escenificar a fuego lento una bonita historia de amistad. La narración, excesivamente pausada y un metraje de 120 minutos estiran demasiado este film intimista, que solo gana en fuerza y emociones en su parte final. Sin embargo, con los medios justos consigue trasladarnos al modo de vida en aquellas tierras durante la época de la fiebre del oro y sumergirnos en la naturaleza virgen de sus parajes.

Una joven que pasea con su perro por el bosque encuentra accidentalmente dos esqueletos enterrados a poca profundidad. Acto seguido, la acción se traslada hasta Oregón, a principios del siglo XIX. Cookie, el cocinero de un grupo de cazadores, se topa casualmente con King-Lu, quien huye de unos rusos que pretenden matarle. Tras ayudarle a escapar, juntos descubrirán que pueden ganar mucho dinero elaborando pasteles, pero necesitan la leche de la única vaca que hay en la zona. Así que deciden ordeñarla cada noche a espaldas de su acaudalado propietario.