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CORONAVIRUS

Así viven el confinamiento los monjes de la cartuja de Portacoeli, la clausura más extrema

Recluidos desde la Edad Media en la cartuja del término valenciano de Serra, mantienen su vida monástica inalterable a pesar de la pandemia. 

Cartuja de Portacoeli

Luis María Agudo

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 12:44

Si alguien sabe de vivir radicalmente lo que es un confinamiento, aunque en este caso voluntario por entrega a Dios y para una vida de oración y trabajo, son los monjes de la cartuja de Portacoeli ("puerta del cielo" en latín), que  no han cambiado su vida monástica por el estado de alarma del coronavirus, aunque eso sí han introducido oraciones en sus misas por los afectados, sus familiares y por el fin de la pandemia.

“Conocieron del coronavirus a través del prior en el único momento de la semana que tienen para recibir información del exterior, los domingos, en el 'recreo' después de la comida”, aseguran a COPE fuentes cercanas a la cartuja. 

Ese día, el prior informa a la comunidad de monjes de los asuntos de mayor importancia, y desde que dió cuenta la primera vez de la llegada de la pandemia a España, les ofrece información cada domingo de la evolución del coronavirus.

Desde entonces, la veintena de monjes cartujos que integran la comunidad han introducido plegarias específicas tanto en la misa dominical, como en la misa diaria que cada sacerdote cartujo oficia en su respectiva celda, en su capilla eremítica.

De igual manera, ante la expansión del coronavirus, el monje que salía de la cartuja una vez a la semana para hacer la compra para la comunidad,  al ser de edad avanzada, ha sido sustituido por otra persona, que adquiere medicamentos o alimentos.

Precisamente, a raíz de la expansión del coronavirus, la compra de alimentos, que habitualmente es semanal, se hace de forma quincenal.

De las  cartujas existentes en España, la Cartuja de Portacoeli es la más antigua. Fue el primer monasterio de la orden de los cartujos fundado en tierras valencianas en 1272, aunque no fue hasta  1385 cuando se inició la construcción en estilo gótico valenciano de la iglesia mayor y el resto de dependencias con la ayuda económica de Margarita de Lauria. Con la desamortización de Mendizábal de 1835 la cartuja fue exclaustrada y subastada igual que sus dominios. En 1898 la cartuja se convirtió en un hospital para tuberculosos. Posteriormente, en 1943, la Diputación Provincial la compró y en 1944 regresaron a ella los monjes cartujos desde la Cartuja de Miraflores en la provincia de Burgos.

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