¿Cuándo debemos preocuparnos por el aspecto de nuestra lengua?: "Hay colores que nos deben preocupar"

La lengua no es solo un órgano de funciones mecánicas y sensoriales, sino un verdadero “termómetro” de nuestra salud

Lengua

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Mar Puerto

Barcelona - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

La lengua, ese músculo ágil y versátil que desempeña un papel esencial en funciones tan vitales como hablar, masticar, tragar y percibir sabores, es también un espejo de nuestra salud general. Aunque a menudo la damos por sentada, su aspecto puede revelar mucho más de lo que imaginamos. Prestar atención a su color, textura, forma y presencia de lesiones no es una cuestión meramente estética, sino una herramienta preventiva clave que puede alertarnos de afecciones bucales e incluso de enfermedades sistémicas. Conocer cómo debe lucir una lengua sana y aprender a detectar signos de alerta es un paso fundamental hacia el autocuidado y el bienestar general.  

 Una lengua sana presenta generalmente un color rosado uniforme, una textura suave con una leve capa blanquecina —producto de la flora bacteriana normal— y se mueve libremente sin dolor. Cualquier desviación significativa de este patrón puede ser motivo de atención. Por ejemplo, una lengua excesivamente blanca puede ser señal de candidiasis oral, una infección por hongos que suele aparecer en personas inmunodeprimidas, diabéticas o que han tomado antibióticos de forma prolongada. Por otro lado, una lengua de color rojo intenso, acompañada de ardor, podría estar relacionada con deficiencias vitamínicas, especialmente de vitaminas del complejo B o hierro.  

Dentista

Dentista

 El aspecto de la lengua también puede reflejar el estado de hidratación del cuerpo. Una lengua seca, agrietada o con fisuras puede ser señal de deshidratación o del síndrome de Sjögren, una enfermedad autoinmune que afecta las glándulas salivales. Además, la aparición de manchas negras o marrones puede asustar a simple vista, pero en muchos casos se trata de la llamada "lengua vellosa negra", una condición benigna relacionada con la acumulación de queratina, el uso de ciertos antibióticos o una higiene bucal deficiente.  

No obstante, no todos los cambios en la lengua son inofensivos. Uno de los signos más preocupantes y que nunca debe ser ignorado es la presencia de úlceras que no cicatrizan en dos semanas. Estas lesiones pueden ser indicativas de cáncer oral, especialmente si están acompañadas de dolor, sangrado o endurecimiento del tejido. Del mismo modo, bultos, áreas endurecidas o cambios en la movilidad de la lengua deben ser evaluados por un profesional lo antes posible.  

Cepillo de dientes

Cepillo de dientes

 Además de su aspecto físico, las alteraciones en la función de la lengua también son motivo de preocupación. Dificultades para moverla, articular palabras, tragar o una sensación persistente de ardor o adormecimiento pueden estar relacionadas con problemas neurológicos, lesiones o enfermedades sistémicas como la esclerosis múltiple o la diabetes.  

Por ejemplo, en niños, la observación de la lengua puede ayudar a detectar problemas congénitos como el frenillo corto (anquiloglosia), que puede afectar el habla y la alimentación. En adultos mayores, un control regular del estado de la lengua es fundamental, ya que están más expuestos a alteraciones debido al uso de prótesis dentales, cambios hormonales, medicación prolongada y una menor producción de saliva.  

recomendaciones

Es importante destacar que la mayoría de las alteraciones en la lengua no representan un peligro inmediato, pero sí requieren una evaluación adecuada para descartar causas subyacentes. La autoexploración bucal, que consiste en observar nuestra lengua frente al espejo con buena iluminación, debería ser una práctica mensual. A esto se suma la visita periódica al dentista, quien puede identificar signos tempranos de patologías que muchas veces pasan desapercibidas.  

La higiene oral también desempeña un papel clave. El cepillado diario debe incluir la lengua, eliminando así bacterias, restos de alimentos y células muertas que pueden alterar su aspecto y causar mal aliento. Existen limpiadores linguales específicos, aunque un cepillo dental suave también es eficaz si se usa con cuidado.  

En conclusión, la lengua no es solo un órgano de funciones mecánicas y sensoriales; es un verdadero “termómetro” de nuestra salud. Ignorar sus señales puede ser un error costoso. Por ello, es esencial familiarizarnos con su aspecto normal, observar cualquier cambio persistente y acudir al especialista ante cualquier duda. Saber cómo se ve una lengua sana y entender cuándo preocuparse no solo puede ayudarnos a prevenir complicaciones bucales, sino también a detectar a tiempo enfermedades más graves. Nuestra lengua habla, incluso cuando estamos en silencio; debemos aprender a escucharla.  

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