Caminar descalzo: ¿una moda saludable o un riesgo para los pies?
Esta tendencia, conocida como barefooting, ha ganado popularidad entre quienes buscan un estilo de vida más natural y una conexión directa con la tierra

Caminar descalzo
Barcelona - Publicado el
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Cada vez más personas adoptan la práctica de caminar descalzo, ya sea en casa, en la naturaleza o incluso en espacios urbanos. Esta tendencia, conocida como barefooting, ha ganado popularidad entre quienes buscan un estilo de vida más natural y una conexión directa con la tierra. Pero, ¿qué dice la ciencia sobre sus beneficios y sus riesgos?
Desde el punto de vista fisiológico, caminar descalzo permite fortalecer los músculos del pie y del tobillo, ya que estos deben trabajar más para mantener el equilibrio y la estabilidad. Además, el contacto directo con el suelo mejora la postura corporal, ayudando a que la columna vertebral se alinee de forma más natural y reduciendo tensiones en la zona lumbar. Los pies, al no estar confinados en el calzado, recuperan su movilidad natural y se estimula la propiocepción, es decir, la capacidad del cuerpo de percibir su posición en el espacio.
También se ha hablado del llamado earthing o grounding, una práctica que defiende los beneficios del contacto directo con la tierra como forma de equilibrar las cargas eléctricas del cuerpo, lo que, según algunos estudios preliminares, podría reducir el estrés, mejorar el sueño y favorecer el bienestar general. Aunque la evidencia científica aún es limitada, muchas personas aseguran sentirse más relajadas y con mejor energía después de caminar descalzas durante unos minutos al día.

Calcetines de lunares con chanclas azules
riesgos y precauciones
A pesar de sus beneficios, caminar descalzo fuera de casa puede implicar riesgos de cortes, infecciones o golpes, sobre todo en superficies urbanas o en entornos donde no se controla la higiene. En la naturaleza, aunque el contacto con la tierra o la arena sea saludable, también hay que tener cuidado con piedras afiladas, espinas o restos de vidrio. Por eso, los especialistas recomiendan acostumbrar gradualmente los pies, empezar por periodos cortos y elegir lugares adecuados para practicarlo.
Caminar descalzo en casa: una costumbre cada vez más extendida
Dentro del hogar, caminar descalzo se ha convertido en una práctica cotidiana para muchos. En superficies limpias y seguras, como suelos de madera, baldosas o alfombras, ir sin calzado puede resultar muy beneficioso, ya que permite a los pies respirar, liberar tensiones y mantener la flexibilidad. En este entorno controlado, los riesgos son menores y las ventajas más evidentes. Además, caminar descalzo en casa estimula la circulación sanguínea y ayuda a mantener una temperatura corporal equilibrada, especialmente en personas que pasan muchas horas de pie o con calzado cerrado.
Sin embargo, los expertos recomiendan precaución en ciertos casos. Los suelos demasiado duros, fríos o irregulares pueden causar molestias, y las personas con pies planos, fascitis plantar o diabetes deben ser especialmente cuidadosas, ya que pueden sufrir lesiones o no percibir pequeñas heridas que luego se complican. El uso de calcetines antideslizantes o de zapatillas flexibles puede ser una buena alternativa para quienes buscan comodidad sin perder el contacto natural con el suelo.
El equilibrio está en la medida
En conclusión, caminar descalzo puede ser una práctica saludable y placentera, especialmente en el entorno del hogar, donde los riesgos son menores y las ventajas más notables. Favorece la circulación, el equilibrio y la fuerza muscular, y contribuye a una sensación general de bienestar y libertad corporal. Sin embargo, no se trata de una costumbre universal: cada persona debe escuchar a su cuerpo, tener en cuenta sus propias condiciones físicas y decidir cuándo y dónde hacerlo. Como en casi todo lo que concierne a la salud, el secreto está en encontrar el equilibrio entre naturaleza y precaución.
En definitiva, caminar descalzo, especialmente en casa, puede ser una práctica saludable que fortalece los pies, mejora la postura y favorece la relajación, siempre que se haga con precaución y sentido común. No es una receta universal, pero sí una forma sencilla de reconectar con el cuerpo y el entorno, recordando que el bienestar también empieza desde los pies.



