El origen del negro y amarillo de los taxis de Barcelona

Un código de colores con casi un siglo de historia que unificó tarifas y convirtió al taxi en un icono de la ciudad

El origen del negro y amarillo de los taxis de Barcelona

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El origen del negro y amarillo de los taxis de Barcelona

Caterina Ruiz Ponce

Barcelona - Publicado el

2 min lectura

Pocos símbolos urbanos son tan reconocibles en Barcelona como los taxis negros y amarillos que circulan por sus calles. Pero detrás de esta combinación cromática hay una historia que se remonta a principios del siglo XX. Todo empezó en 1924, cuando el Ayuntamiento aprobó un código de circulación para regular los llamados “coches de plaza”, los primeros servicios públicos de transporte de pasajeros. Una de las medidas más curiosas fue la de pintar una franja de color bajo la ventanilla trasera que indicaba la tarifa aplicada: blanca, roja, amarilla o azul. 

Cada color correspondía a un precio distinto. Los taxis con franja blanca eran los más baratos, mientras que los de franja azul ofrecían los trayectos más caros. Este sistema de colores facilitaba que los usuarios supieran de inmediato cuánto pagarían por un recorrido. Además, aquella normativa introdujo otra novedad: la obligatoriedad del taxímetro, que garantizaba una tarifa justa y transparente.

Con el paso del tiempo, este sistema de franjas generó confusión y competencia desleal entre conductores, especialmente durante la Exposición Internacional de 1929, cuando Barcelona recibió miles de visitantes. Para poner orden, el Ayuntamiento decidió eliminar las tarifas múltiples y establecer una tarifa única, representada por el color amarillo. A partir de entonces, todos los taxis debían lucir una franja amarilla visible sobre el fondo negro del vehículo, lo que acabaría definiendo la imagen del taxi barcelonés.

En 1934 se oficializó esta combinación de carrocería negra y franjas o puertas amarillas, una decisión que respondía tanto a la necesidad práctica de distinguir los taxis como a un criterio económico. El negro era el color más común en los coches de la época, y el amarillo aportaba visibilidad y un toque distintivo. Desde entonces, este binomio se ha convertido en un rasgo inconfundible de la ciudad.

Hoy, casi un siglo después, el Reglamento del Taxi del Área Metropolitana de Barcelona mantiene esta identidad cromática. La normativa exige que la carrocería sea negra y las puertas y parte trasera amarillas (tono “amarillo taxi EMT”), junto con el número de licencia y el distintivo de servicio público. Esta uniformidad no solo aporta coherencia visual, sino que garantiza que cualquier persona pueda reconocer un taxi oficial al instante, algo especialmente útil para turistas y visitantes.

El diseño no se escogió por casualidad: la combinación de negro y amarillo asegura visibilidad, sencillez y seguridad, incluso de noche o bajo la lluvia. A lo largo de las décadas, este colorido tan característico ha pasado de ser una obligación legal a convertirse en un auténtico emblema de Barcelona, al nivel de sus monumentos más icónicos.

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