El polémico vídeo de una mujer en la playa pidiendo a un mantero que se vaya, desata una agria discusión en redes: "Deja ya de molestarnos, nos incomodas"

Las playas, como otros espacios públicos, están destinadas a ser disfrutadas por todas las personas. Pero ese derecho compartido también implica una responsabilidad implícita: no molestar a los demás.

Una joven filma a un hombre que, según ella, lleva un rato observándola a ella y a su amiga

Una joven filma a un hombre que, según ella, lleva un rato observándola a ella y a su amiga

José Miguel Cruz

Barcelona - Publicado el

3 min lectura

Un vídeo grabado en una playa gallega está dando que hablar en redes sociales y grupos de mensajería. En las imágenes, una joven filma a un hombre que, según ella, lleva un rato observándola a ella y a su amiga. La situación genera incomodidad visible, y la chica decide encender la cámara y confrontarlo, mientras se pregunta —en voz alta y en tono casi retórico— quién tiene derecho a estar allí y dónde acaba la libertad individual para convertirse en una molestia para otros.

“No sé si esto es acoso, pero me siento incómoda”, dice la joven. Esa frase, aparentemente sencilla, encierra uno de los debates más complejos de nuestra convivencia actual: ¿mirar puede ser acoso? Espacios públicos, derechos compartidos… ¿y responsabilidades?

“No sé si esto es acoso, pero me siento incómoda”

Lo que ocurre en el vídeo no muestra agresión física ni insultos.

Lo que ocurre en el vídeo no muestra agresión física ni insultos.

Las playas, como otros espacios públicos, están destinadas a ser disfrutadas por todas las personas. Pero ese derecho compartido también implica una responsabilidad implícita: no molestar a los demás. Lo que ocurre en el vídeo no muestra agresión física ni insultos. Pero la tensión está ahí, sutil, flotando entre las miradas, el silencio del hombre y la incomodidad evidente de quien graba.

¿una actitud invasiva?

La joven y su amiga están en bañador, tumbadas tomando el sol. El hombre, más mayor, parece haber colocado su toalla a una distancia respetable, pero lo que molesta no es su presencia física, sino la atención persistente que, según la chica, les dedica. ¿Está simplemente mirando el mar? ¿O las está observando a ellas?

Ella lo interpreta como una actitud invasiva, y decide grabar. Él, incómodo ante la cámara, intenta esquivar la situación sin palabras. No responde, ni se mueve. ¿Mirar es acoso?

La línea entre una mirada casual y una insistente, molesta, incluso intimidante, es tan delgada como subjetiva. Legalmente, mirar no es delito. Pero eso no significa que no pueda ser percibido como una forma de violencia leve, especialmente cuando provoca sensación de vulnerabilidad o incomodidad.

Expertas en violencia de género y derechos en el espacio público coinciden en que el acoso no siempre requiere contacto físico.

Expertas en violencia de género y derechos en el espacio público coinciden en que el acoso no siempre requiere contacto físico.

Expertas en violencia de género y derechos en el espacio público coinciden en que el acoso no siempre requiere contacto físico. A veces, basta una mirada mantenida, un seguimiento con los ojos que convierte a la otra persona en objeto. Y más aún si esa persona está en una situación de exposición, como en una playa.

“Todo el mundo tiene derecho a mirar. Pero también todo el mundo tiene derecho a no sentirse observado de forma invasiva. La clave está en cómo se perciben esos gestos, y en qué contexto ocurren”, explica una socióloga especializada en comportamiento en espacios públicos. Lo que el vídeo no muestra, pero deja sentir

"Todo el mundo tiene derecho a mirar. Pero también todo el mundo tiene derecho a no sentirse observado de forma invasiva"

Lo interesante de este vídeo no es tanto lo que se ve, sino lo que se intuye: la incomodidad de dos chicas jóvenes ante la mirada insistente de un desconocido mayor. El silencio de él. La decisión de grabarlo como forma de defensa. Y el debate que queda flotando en el aire: ¿es esto acoso?

¿es esto acoso?

El vídeo no termina con una discusión. El hombre no responde. Las chicas tampoco van más allá. Pero la grabación ya ha cumplido su función: abrir el melón de una conversación incómoda pero necesaria. ¿Y ahora qué?

En tiempos donde todo puede ser grabado, el comportamiento en espacios públicos está más expuesto que nunca. Esto puede verse como una amenaza a la intimidad, sí. Pero también como una herramienta de protección, especialmente para quienes se han sentido durante décadas invisibilizadas o vulnerables en esos mismos lugares.

La escena de la playa gallega es un microcosmos de un debate mayor: cómo convivimos en los espacios compartidos, qué entendemos por libertad y cómo hacemos para que esa libertad no se convierta en una carga para otros.

¿Mirar es acoso? Tal vez la respuesta no esté en una ley, sino en una pregunta más sencilla: ¿cómo te haría sentir a ti si te pasara lo mismo?

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