Este es el país europeo que no “existe” pero que tiene ejército y moneda propios: "Una guerra no soluciona nada"

Las estatuas de Lenin siguen vigilando las plazas y los edificios grises recuerdan los días de gloria de la Unión Soviética.

nadie lo reconoce como país, funciona como si lo fuera, con su propio ejército, moneda y hasta un sentido de identidad que desafía las fronteras oficiales.

Jamason

nadie lo reconoce como país, funciona como si lo fuera, con su propio ejército, moneda y hasta un sentido de identidad que desafía las fronteras oficiales.

José Miguel Cruz

Barcelona - Publicado el

4 min lectura

Imagina un lugar donde el tiempo parece haberse detenido en la era soviética, donde las estatuas de Lenin siguen vigilando las plazas y los edificios grises recuerdan los días de gloria de la Unión Soviética. 

Ese lugar existe, y se llama Transnistria, un pequeño rincón del mundo que, aunque nadie lo reconoce como país, funciona como si lo fuera, con su propio ejército, moneda y hasta un sentido de identidad que desafía las fronteras oficiales

con su propio ejército, moneda y hasta un sentido de identidad que desafía las fronteras oficiales.

con su propio ejército, moneda y hasta un sentido de identidad que desafía las fronteras oficiales.

 Un Nacimiento Contencioso: De la URSS a la Independencia de Hecho  

La historia de Transnistria comienza en los años 20, cuando la Unión Soviética creó la República Socialista Soviética Autónoma de Moldavia, un territorio que incluía esta región al este del río Dniéster. 

Durante la Segunda Guerra Mundial, la zona pasó por manos rumanas y soviéticas, pero fue tras la disolución de la URSS en 1991 cuando todo cambió. Mientras Moldavia buscaba su independencia y algunos soñaban con una reunificación con Rumania, en Transnistria la cosa fue diferente. Aquí, una población mayoritariamente de habla rusa y con fuertes lazos culturales con Moscú no quería desprenderse del legado soviético. En 1990, declararon su independencia como la Pridnestrovian Moldavian Soviet Socialist Republic, y en 1992, tras un breve pero sangriento conflicto con Moldavia —que dejó cientos de muertos—, lograron mantenerse como una entidad separada, aunque no reconocida.

Rusia dejó tropas en la región como "pacificadores". Desde entonces, Transnistria ha funcionado como un estado de facto

El conflicto terminó con un alto al fuego supervisado por Rusia, que dejó tropas en la región como "pacificadores". Desde entonces, Transnistria ha funcionado como un estado de facto, con su propio gobierno, parlamento, policía, moneda (el rublo transnistrio) y hasta un ejército pequeño pero funcional. 

Sin embargo, ni la ONU ni ningún país miembro la reconoce como nación soberana, considerándola parte de Moldavia. ¿Por qué? Porque, según el derecho internacional, cualquier secesión sin el consentimiento del estado madre es ilegal, y Moldavia nunca ha aceptado perder este territorio.

ni la ONU ni ningún país miembro la reconoce como nación soberana, considerándola parte de Moldavia.

ni la ONU ni ningún país miembro la reconoce como nación soberana, considerándola parte de Moldavia.

 Un Anclaje en el Pasado Soviético que Define su Identidad  

Pasear por Tiraspol, la capital, es como hacer un viaje en el tiempo. Las calles están decoradas con símbolos soviéticos: el martillo y la hoz ondean en la bandera, las estatuas de Lenin saludan a los transeúntes, y los edificios públicos tienen ese aire imponente y desgastado de la arquitectura comunista. Para muchos transnistrios, este apego al pasado no es nostalgia barata, sino una forma de preservar su identidad. La mayoría de la población —rusa, ucraniana y moldava— ve en Rusia un aliado y protector, y el idioma ruso domina la vida cotidiana.

Este amor por la era soviética no es casual. Durante el periodo soviético, Transnistria fue un motor industrial clave, aportando el 40% del PIB de la Moldavia soviética. Cuando la URSS colapsó, la región temió perder ese estatus y ser absorbida por una Moldavia que miraba hacia Occidente. Así, el anclaje soviético se convirtió en una bandera de resistencia, un modo de decir: "Somos diferentes, y queremos seguir siéndolo". Hoy, ese legado se mezcla con una economía mixta que incluye industria estatal y algo de iniciativa privada, aunque muchos critican que depende en gran medida de subsidios rusos y de actividades no siempre claras, como el contrabando.

 Quién Manda en Transnistria  

Desde 2016, el presidente de este estado no reconocido es Vadim Krasnoselski, un político con un pasado como empresario y militar que ganó las elecciones con un apoyo abrumador del 87%. Krasnoselski lidera un sistema donde el poder está concentrado en el Ejecutivo, apoyado por el Consejo Supremo, un parlamento de 43 miembros. Aunque hay elecciones, muchos observadores internacionales han cuestionado su transparencia, y la oposición tiene poco margen de maniobra. Rusia juega un papel clave detrás de escena, no solo con sus tropas (unas 1.500), sino también financiando pensiones y gas gratis, lo que asegura una lealtad casi inquebrantable. Sin embargo, el verdadero poder económico lo tiene el gigante local Sheriff, una empresa que controla desde supermercados hasta el equipo de fútbol local, y que algunos ven como el verdadero timón de la región.

 ¿Qué Futuro le Espera a Transnistria?  

Mirar al futuro de Transnistria es como intentar descifrar un rompecabezas con piezas faltantes. Por un lado, su dependencia de Rusia la hace vulnerable. Con la guerra en Ucrania y las sanciones contra Moscú, los subsidios podrían reducirse, forzando a la región a buscar otras salidas. Moldavia, que aspira a integrarse en la Unión Europea, ha intentado negociar una reintegración, pero el rechazo transnistrio es firme: un referéndum en 2006 mostró que el 95% prefiere la independencia o unirse a Rusia.

Algunos expertos especulan que, si Moldavia entra en la UE, Transnistria podría verse presionada a adaptarse, quizás aceptando un estatus especial dentro de Moldavia a cambio de beneficios económicos. Otros creen que Rusia podría intentar anexionarla formalmente, aunque esto parece complicado mientras Ucrania mantenga su frontera cerrada. También está la posibilidad de que el statu quo continúe: un "conflicto congelado" donde Transnistria sigue siendo un experimento único, ni del todo independiente ni del todo integrada.

Para los jóvenes transnistrios, el futuro es un dilema. Muchos sueñan con emigrar, hartos de la falta de oportunidades, mientras otros defienden su identidad con orgullo. Sea como sea, Transnistria sigue siendo un recordatorio de que la historia no siempre sigue las líneas que dibujan los mapas. ¿Seguirá siendo el último bastión soviético o encontrará un nuevo camino? Solo el tiempo lo dirá, pero mientras tanto, este pequeño rincón del mundo nos invita a reflexionar sobre lo que significa ser una nación en un mundo que no te quiere reconocer.

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