El autobús de Barcelona que hace años que circula impulsado por aguas fecales: "Es todo un éxito"
El biometano no es un invento futurista, sino un gas obtenido a partir de residuos orgánicos. En el caso de Barcelona, se produce en la planta de tratamiento de residuos de Gavà-Viladecans.

El nimbus es un autobús barcelonés que funciona desde hace tiempo con aguas residuales
Barcelona - Publicado el
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En Barcelona no solo suenan cláxones y motores de combustión, también empieza a respirarse aire un poco más limpio gracias a un proyecto pionero que lleva ya un tiempo circulando por las calles: el Nimbús, el autobús que funciona con biometano renovable. Aunque pueda sonar a nombre de novela fantástica, lo cierto es que se trata de una realidad muy tangible que busca reducir la huella de carbono en la movilidad urbana.
Un proyecto que empezó hace unos años
El Nimbús se puso en marcha en 2019 como parte de una prueba piloto de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) en colaboración con el Área Metropolitana de Barcelona (AMB). La idea era sencilla, pero ambiciosa: comprobar si un autobús de línea podía funcionar con un combustible alternativo al gasóleo o al gas natural convencional, y que al mismo tiempo fuese sostenible y económicamente viable. Desde entonces, el vehículo ha estado circulando por rutas habituales de la ciudad, demostrando que es posible moverse sin depender exclusivamente de combustibles fósiles.
El proyecto no solo tiene un componente tecnológico, sino también pedagógico. Durante sus primeros viajes, el Nimbús llevaba serigrafiado un mensaje claro: “Nos movemos con biometano renovable”. De este modo, los pasajeros y ciudadanos entendían que estaban siendo parte de una iniciativa pensada para el futuro de la movilidad urbana.

Barcelona usa aguas fecales para producir biocombustible
De dónde sale el biometano
El biometano no es un invento futurista, sino un gas obtenido a partir de residuos orgánicos. En el caso de Barcelona, se produce en la planta de tratamiento de residuos de Gavà-Viladecans. Allí, la basura orgánica que tiramos en el contenedor marrón pasa por un proceso de digestión anaerobia, es decir, se deja que bacterias trabajen sin oxígeno y descompongan la materia.
De esa descomposición se genera biogás, una mezcla que contiene principalmente metano y dióxido de carbono. A través de un proceso de depuración y filtrado, el biogás se convierte en biometano de alta pureza, prácticamente idéntico al gas natural que usamos en calefacciones o cocinas, pero con la ventaja de que su origen es renovable.
En otras palabras, el autobús Nimbús se mueve gracias a los restos de comida y residuos orgánicos de los propios barceloneses. Una manera de cerrar el círculo de la economía circular: lo que tiramos en la basura se convierte en energía para transportarnos.
Los pros de un combustible alternativo
El biometano tiene varios puntos a favor. En primer lugar, su impacto ambiental es mucho menor que el de los combustibles fósiles. Al aprovechar residuos orgánicos que de otro modo emitirían gases de efecto invernadero a la atmósfera, se reduce la huella de carbono. Además, su uso en motores ya adaptados al gas natural no requiere grandes transformaciones tecnológicas, lo que abarata su implementación.
Otro aspecto positivo es que favorece la economía local. En lugar de depender de importaciones de gas o petróleo, se puede producir en plantas de tratamiento de residuos cercanas. Esto refuerza la autonomía energética de las ciudades y convierte la basura en un recurso.
Y no hay que olvidar el factor social: iniciativas como Nimbús ayudan a concienciar a la ciudadanía sobre la importancia de separar bien los residuos y entender que lo que hacemos en casa puede tener un impacto directo en el transporte público que usamos a diario.
Pero también hay contras
No todo es tan limpio ni tan sencillo. El biometano todavía tiene limitaciones. Su producción depende de la cantidad de residuos orgánicos disponibles y de la capacidad de las plantas de tratamiento. En una gran ciudad como Barcelona esto puede ser suficiente para abastecer una parte del parque móvil, pero difícilmente cubriría toda la demanda de transporte o vehículos privados.
Otro punto débil es el coste inicial. Las plantas de depuración y la adaptación de flotas requieren inversiones importantes, algo que no todas las administraciones están dispuestas a asumir. Además, aunque el biometano sea renovable, sigue siendo un combustible que emite dióxido de carbono al quemarse, aunque en menor medida que el gasóleo o el gas natural.
Finalmente, hay un reto logístico: la distribución del biometano todavía no está tan desarrollada como la de los combustibles tradicionales. Hacen falta estaciones de carga específicas y una red de transporte que lo haga competitivo.
¿Se puede extender a todo el parque móvil?
La gran pregunta es si lo que hoy hace el Nimbús podría ser replicado a gran escala. La respuesta es que sí, pero con matices. Técnicamente, los vehículos que funcionan con gas natural pueden adaptarse sin grandes problemas a usar biometano, lo que abre la puerta a que autobuses urbanos, camiones de basura e incluso taxis puedan sumarse.
El reto está en la producción suficiente y constante de biometano. Aunque el potencial es grande, probablemente no sería realista pensar que todo el parque móvil de una ciudad o un país pueda depender únicamente de este gas. Sin embargo, como parte de un mix energético que combine biometano, electricidad y quizá hidrógeno, puede tener un papel clave en la transición hacia una movilidad más limpia.
Un paso simbólico y necesario
El Nimbús no es un autobús cualquiera, es un recordatorio de que hay caminos alternativos al modelo energético actual. Puede que no sea la solución definitiva, pero sí un paso en la dirección correcta. Barcelona, con esta apuesta, manda un mensaje claro: no basta con esperar a que lleguen tecnologías futuristas, también hay que aprovechar lo que tenemos hoy. Y lo que tenemos es basura que, bien gestionada, se convierte en combustible.