Así se vive en Asgabat, la ciudad de mármol que vive al ritmo de los caprichos de un dictador
Un parque temático personal con pingüinos en el desierto y un libro sagrado de 500 páginas que es obligatorio memorizar para poder conducir

Parra Turkmenistán
Barcelona - Publicado el
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Hay lugares en el mundo que desafían la imaginación, realidades que superan cualquier ficción. Uno de ellos es Turkmenistán, un país hermético y desconocido para muchos que nació de las cenizas de la Unión Soviética. Su capital, Asgabat, no es una ciudad cualquiera, sino el monumental y fastuoso capricho de un dictador. Así lo relata el divulgador y viajero Sergio Parra, quien describe este lugar como el "parque temático personal" de un líder que usó las inmensas reservas de gas y petróleo del país para construir una urbe a la medida de sus delirios, convirtiéndola en una de las dictaduras más potentes y peculiares del planeta.

El primer dictador de Turkmenistán tras la independencia, Saparmurat Niyazov, no solo se contentó con gobernar, sino que aspiró a ser la guía espiritual y cultural de su pueblo.
El libro sagrado para poder conducir
El primer dictador de Turkmenistán tras la independencia, Saparmurat Niyazov, no solo se contentó con gobernar, sino que aspiró a ser la guía espiritual y cultural de su pueblo. Para ello, escribió un libro de unas 500 páginas titulado Ruhnama, una suerte de epopeya donde él mismo, en primera persona, narra cómo fue "elegido por los dioses para dirigir este país". Según explica Parra, la devoción por este texto no es opcional. "Es obligatorio que te lo sepas de memoria para ser un buen ciudadano", afirma. Tal es el nivel de exigencia que, para obtener el carné de conducir, los aspirantes deben demostrar su conocimiento del libro.

Para asegurarse de su preeminencia, Niyazov creó un premio literario nacional, se presentó como candidato con su obra y, como era de esperar, lo ganó.
Para asegurarse de su preeminencia, Niyazov creó un premio literario nacional, se presentó como candidato con su obra y, como era de esperar, lo ganó. Pero la presencia del Ruhnama va mucho más allá. En la plaza principal de Asgabat, una reproducción gigantesca del libro, del tamaño de un edificio de tres plantas, se abre cada tarde a las cinco mediante un sistema hidráulico. En ese momento, una potente voz en off lee un pasaje en voz alta para que ningún ciudadano olvide sus enseñanzas. El asombro ante estas prácticas lo resume el propio Parra: "Lo típico que ves en una película, y dices, 'ah, esto no puede ser, esto es demasiado exagerado, esto no puede existir'. Pues es real y contrastable".
Esto no puede ser, esto es demasiado exagerado, esto no puede existir"
La obsesión por el libro es tal que el divulgador confiesa su mayor anhelo de cara a un futuro viaje: "Mi obsesión es viajar a este país y traerme una copia del libro, me hace mucha ilusión, sinceramente". Un viaje que, según confirma, ya está planeando para el próximo año con la intención de "traer documentos gráficos" de su visita a Asgabat, si no es detenido antes. Tras la muerte de Niyazov, su hijo, Gurbanguly Berdimuhamedow, ha continuado con un legado de culto a la personalidad, aunque con sus propias particularidades, manteniendo el carácter hereditario y cerrado del régimen.

La capital, Asgabat, ostenta un Récord Guinness por ser la ciudad con mayor densidad de edificios de mármol del mundo.
Delirios de mármol, pingüinos y sandías
La capital, Asgabat, ostenta un Récord Guinness por ser la ciudad con mayor densidad de edificios de mármol del mundo. Más de 500 construcciones están revestidas con este material importado directamente de Italia, creando una estampa de un blanco impoluto y resplandeciente bajo el sol del desierto. Todo por orden de Niyazov, a quien simplemente "le gustaba el mármol este traído de Italia", comenta Parra. Pero la excentricidad no termina en la arquitectura. En un país donde el calor es extremo, el dictador mandó construir un palacio de hielo para poder albergar a una de sus criaturas favoritas: los pingüinos.
Es una paranoia absolutamente increíble, es un delirio constante"
Este zoológico ártico en mitad del desierto de Karakum es solo una muestra más de lo que Parra describe como "una paranoia absolutamente increíble, un delirio constante". Otros detalles surrealistas salpican la vida cotidiana de los turkmenos. Al encender la televisión, la mosca o logotipo de todos los canales es la cara sonriente del dictador. Además, su fruta predilecta, la sandía, ha alcanzado la categoría de símbolo nacional. "Muchas calles se llaman 'calle de la sandía', lo que es un follón para los taxistas", relata el divulgador. Existen hasta 16 calles con el mismo nombre, además de celebrarse el "Día de la Sandía" y la "Semana de la Sandía".
La Puerta del Infierno: un error de cálculo soviético
Aunque no fue diseñado por el dictador, Turkmenistán alberga otro de los lugares más extraños del planeta: la Puerta del Infierno. Situado en el desierto de Karakum, cerca de la aldea de Darvaza, se trata de un cráter de casi 100 metros de diámetro que lleva ardiendo sin cesar desde hace unos 50 años. Su origen se remonta a la época soviética, cuando un equipo de geólogos, temiendo una fuga de gases tóxicos de un gigantesco depósito de gas natural que habían encontrado, decidieron prenderle fuego. Su intención era quemar el gas superficial en unas pocas horas para poder continuar con la extracción de petróleo.
El cálculo no pudo ser más erróneo. Aquella llama inicial se convirtió en un incendio perpetuo que consume las inagotables reservas de gas subterráneas. Hoy, la Puerta del Infierno es un espectáculo dantesco que atrae a los pocos viajeros que consiguen un visado para entrar al país. Es un agujero de fuego que arde día y noche en mitad de la nada, un añadido más a la colección de rarezas de un país que, según las imágenes que llegan, parece mantener a su población en un lujo relativo. "No viven mal", apunta Parra, sugiriendo que la fórmula de "pan y circo", en su versión turkmena, parece funcionar para mantener la estabilidad del régimen.
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