Así es la ciudad más moderna del mundo: "Es la Andalucía de China y supera a Nueva York"
De una humilde aldea de pescadores a la capital mundial de los rascacielos en tan solo 40 años, un viaje a un lugar que parece sacado de la ciencia ficción

Sergio Parra nos explica uno de esos viajes imposibles. Esta vez nos lleva a la ciudad más moderna del mundo
Barcelona - Publicado el - Actualizado
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En la sección 'viajes imposibles' del programa 'Herrera en COPE Cataluña', el divulgador científico y escritor Sergio Parra ha transportado a los oyentes, de la mano de José Miguel Cruz, a un destino que desafía la imaginación y redefine el concepto de modernidad. Se trata de Shenzhen, una metrópolis en el sur de China que, según Parra, “no puede estar en nuestro presente, tiene que ser un lugar que está como 30 o 40 años en el futuro”. Aunque ha ganado algo de fama recientemente gracias a YouTube, sigue siendo una gran desconocida para el público occidental si se compara con todo lo que ofrece, un lugar que ha pasado de ser una aldea de pescadores a una superpotencia urbana en un tiempo récord.
Hace apenas cuatro décadas, Shenzhen era una tranquila aldea con unos 80.000 habitantes. Hoy, es una vibrante urbe de 20 millones de personas y ostenta el título de ser la ciudad con más rascacielos del mundo, superando incluso a Nueva York. “Todo el mundo conoce Nueva York, su skyline, sus lugares icónicos, pero realmente, ¿qué conoces tú de Shenzhen?”, planteaba Parra para ilustrar el asombroso anonimato de esta gigante asiática. Su crecimiento ha sido tan explosivo que el propio skyline cambia en cuestión de meses, algo que el divulgador ha podido constatar en sus cinco viajes a la ciudad en los últimos dos años: “A lo mejor tú vas en agosto y ves un skyline X y al cabo de 3 meses vuelves y hay 20 edificios nuevos”.

Bahía de Shenzhen
Una ventana al futuro
Este ritmo de construcción vertiginoso va acompañado de una calidad excepcional, desmintiendo la antigua idea de los “edificios tofu” que se derrumbaban con facilidad. Según Parra, esta imagen ha quedado obsoleta, ya que “el nivel tecnológico e ingenieril de China da sopas con ondas a Europa y a Estados Unidos”. De hecho, el escritor afirma que “China ahora mismo está liderando básicamente todos los sectores tecnológicos, científicos del mundo”, una realidad que explica las tensiones comerciales actuales. Esta sofisticación se manifiesta en todos los rincones de la vida cotidiana de Shenzhen.
La ciudad cuenta con un sistema de metro equivalente al de Nueva York, pero completamente nuevo y regido por inteligencia artificial. Para acceder, los usuarios pueden pagar escaneando la palma de su mano o directamente con su rostro, gracias a la tecnología de reconocimiento facial. Los taxis convencionales son muy económicos, con carreras de una hora por 3 o 4 euros, pero la verdadera revolución son los taxis autónomos que se solicitan a través de una aplicación. Parra relata su experiencia: “Yo he hecho trayectos con el coche autónomo, es decir, no había conductor. A lo mejor por 1 euro, 1,10 €, puedo hacerme un viajecito”.
Es una ciudad futurista hiperbarata.
En Shenzhen, el dinero en efectivo es una reliquia del pasado; es una sociedad completamente cashless. “Hasta los vagabundos tienen colgado del cuello un código QR y tú les envías el dinero a través del móvil”, explica Parra, dejando claro que sistemas como Bizum allí ya se consideran anticuados. Esta digitalización total impregna cada aspecto de la vida, creando una experiencia urbana que parece extraída directamente de una película de ciencia ficción.

Skyline de Shenzhen
Choque cultural y seguridad orwelliana
Visitar Shenzhen como occidental es también una experiencia social única. Parra cuenta, entre risas, cómo los habitantes locales le rodean para hacerse fotos con él por sus rasgos occidentales, algo a lo que no están acostumbrados. Describe a los locales como “los andaluces de Asia”, gente muy cercana y gritona, en contraste con la imagen más reservada de otros pueblos asiáticos como el japonés. A pesar de su carácter bullicioso, la ciudad es extremadamente limpia y ordenada.
Esta organización se apoya en un sistema de vigilancia masivo. La omnipresencia de cámaras con reconocimiento facial garantiza una seguridad absoluta, hasta el punto de que “puedes dejar tu smartphone encima de la mesa de una cafetería, te vas al baño y no pasa nada”. Esta realidad plantea una dualidad que Parra resume perfectamente: “Lo malo de vivir en un entorno orwelliano es que estás vigilado, lo bueno es que no te quitan el móvil”. Es un equilibrio entre control y tranquilidad que cada visitante debe valorar.
El paraíso de las compras
En materia de ocio y consumo, Shenzhen vuelve a superar todas las expectativas. Para Parra, nuestros centros comerciales están “en el Pleistoceno” en comparación con los de allí, que describe como auténticas “miniciudades”. Algunos de estos gigantescos centros comerciales albergan zoológicos, playas con sol artificial y olas, y hasta cuatro hoteles en su interior. Es el paraíso para los amantes de las compras y la tecnología, donde se pueden encontrar gadgets inverosímiles a precios de ganga, como unas gafas que subtitulan en castellano lo que dice un interlocutor chino por apenas 15 euros.
Es el paraíso para los amantes de las compras y la tecnología, donde se pueden encontrar gadgets inverosímiles a precios de ganga.
La conclusión de Sergio Parra es rotunda. Descubrió esta joya futurista a través de vídeos de YouTube, pero asegura que la realidad supera con creces a las imágenes. Su recomendación es clara para quienes busquen una experiencia de viaje fuera de lo común, un lugar que no solo se visita, sino que se vive como un salto hacia el mañana. Shenzhen se ha consolidado como un epicentro de la modernidad en China, un destino imprescindible para entender el futuro que ya está aquí.
Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.