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Los ejemplos empresariales de Segovia que acumulan más solera

Negocios transmitidos a lo largo de generaciones de una misma familia, historias de superación y adaptación se integran en un panorama muy diverso en cuanto a sectores de actividad

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Tiempo de lectura: 19'Actualizado 04 may 2022

Desde pequeños locales hasta grandes fábricas. Desde negocios familiares modestos a empresas potentes. Muy probablemente, no estén todos los que son, pero definitivamente son todos los que están. COPE Segovia ha recorrido las empresas con más solera de la provincia. Como denominador común, el valor que otorga el haber sabido superar todas las dificultades hasta los tiempos presentes. Y es que en Segovia muchas iniciativas empresariales han logrado adaptarse a las circunstancias del mercado y a otros acontecimientos sobrevenidos que pudieron poner en peligro su proyecto. Por ello, merece la pena reseñar el valor de estas trayectorias y ahondar en las historias diversas, interesantes y emotivas.

Si uno quisiera fijarse en los negocios más antiguos de Segovia, aparecería entre ellos la Real Fábrica de Cristales de La Granja. Dos siglos y medio la contemplan ya, puesto que arrancó en 1770, años después de que el primer Borbón en reinar en España, Felipe V, quisiera implantar un tejido industrial fuerte en el país. Además de elegir La Granja para levantar un palacio, vio el lugar idóneo para esa fábrica. Porque el palacio necesitaba cristal para servicio de mesa e iluminación, entre otros, y porque el entorno aportaba la leña necesaria para los hornos. La fábrica aspira a lograr que el soplado de vidrio sea reconocido por la Unesco como Bien de Interés Cultural Inmaterial. Una técnica surgida en el siglo I a.C. El centro apuesta también por la formación y la docencia. Y por la innovación y la investigación, de la mano del ámbito empresarial.

Y en la capital segoviana, solo tres años después, en 1773, abría sus puertas la Administración de Lotería nº1. Dentro del ramo del comercio, pues, el negocio más antiguo del territorio provincial. Y una de las administraciones con trayectoria más larga en el país. Nació bajo el reinado de Carlos III, que trajo de Nápoles el sorteo de Lotería Nacional. El primer propietario fue don Pedro Felipe López y ha pasado de generación en generación hasta llegar a Clementina Lanchares en 1907. Su bisnieta, Milagros Lago ‘Chatuqui’, estuvo al frente durante años. Falleció en 2016 y era esposa de Ramón Escobar, quien fuera alcalde de la ciudad. La administración sigue regentada por sus hijos. Por la ventanilla han pasado personajes como Antonio Machado.

El mérito de mantenerse tanto tiempo es indiscutible. También cuando se trata de pequeños comercios y ubicados en el medio rural. Como el estanco de Fernando Anaya, en Coca. Sus padres se casaron en 1930 y un tío del contrayente les traspasó un negocio que data de 1850. Una pequeña tienda de ultramarinos, donde también se vendía tabaco. Fernando asumió el negocio en 1956 y ahora lo ha traspasado a Mónica Casado. Él ha visto cómo la gama del tabaco ha ido creciendo y cómo se prohibía su publicidad. Ha vivido, incluso, las cartillas de racionamiento.

Ese mismo año de 1850, en la capital, arrancaba Candamo Alimentación. Es, pues, la tienda de ultramarinos más antigua de la ciudad. En el comienzo de la calle San Francisco, desde su puerta se contempla la parte central del Acueducto. El fundador y primer propietario fue Antonio Candamo Rivas. Un gallego que vino a Segovia a hacer la mili y que se estableció en la ciudad. Por el mostrador han pasado cinco generaciones hasta el actual propietario, Eduardo Doldán. En 1894, su bisabuelo se quedó con el traspaso de la tienda por 4.000 pesetas pactadas con su tío. Ofrecen productos de todas las provincias españolas e, incluso, de importación, como el bacalao. Aunque la esencia es el producto segoviano.

De nuevo en la provincia, aparece un sector emblemático de Segovia: el resinero. En 1861 arrancaba su actividad La Unión Resinera Española SA. Empresa heredera de un legado que supera el siglo y medio, en territorio de Coca. La industrialización de productos resineros comienza en España a partir de La Resinera Segoviana, entidad caucense que fue un centro fabril “novedoso” desde el punto de vista técnico e industrial. A finales del siglo XVIII, aparecen gran número de destilerías resineras, aunque el problema mayor es la falta de coordinación, lo que les impedía ser competitivas en el mercado internacional. Calixto Rodríguez es una figura clave en la voluntad de aunar esos esfuerzos. En 1888, se crea el sindicato para la venta del aguarrás, embrión de la Unión Resinera Española, que toma forma definitiva en 1896. La primera mitad del siglo XX siguió una política de expansión, con la adquisición de terrenos que asegurasen la actividad resinera. En la década de los 50, la Unión Resinera Española abordó múltiples adquisiciones, llegando a tener 70.000 hectáreas de monte propio y hasta 22 factorías en toda la Península Ibérica. Llegó a producir más del 50% de total nacional: unas 30.000 toneladas. La década de los 70 significó un batacazo para el sector. Entra la competencia de resinas derivadas del petróleo y los costes de mano de obra suponen un porcentaje muy elevado. A finales de esa década, se produce un salto hacia la síntesis de los derivados de colofonia, que aportaba un añadido y abría la puerta a diversas aplicaciones industriales. Ya en el siglo XXI, se da un nuevo periodo de ampliaciones. Luresa Resinas SL sucede a la Unión Resinera Española. Resinas Brasil adquiere la división química y asegura el aprovisionamiento de materia prima.

Como se ve, la diversidad de actividad en estos ejemplos con mayor solera continúa. Y es que en 1875 abrían unas oficinas en actual calle Colón de la capital segoviana. En el padrón de contribución de ese año figura, en la casa del conde de Santibáñez, Mateo Blasco de Andrés como agente de negocios, administrador corporativo y habilitado de clases pasivas. Un negocio que ha ido pasando por varias manos hasta las actuales, las de la familia Martínez Acinas, en la Asesoría Sancho. Ha sido agencia de negocios, asesoría y gestoría, ha prestado servicios de consultoría en general, representación ante las administraciones públicas y la Seguridad Social, asesoramiento laboral, inmobiliario, administrativo, fiscal, gestiones a particulares… Vicente Martínez Acinas relata los cambios a los que ha asistido el despacho: la llegada de las máquinas de escribir; después, los ordenadores, internet, el teletrabajo…

Y entre los nombres instalados en el imaginario segoviano como entidades con recorrido dilatado aparece, seguro, Caja Segovia. Actualmente, hablando de la Fundación Caja Segovia, aunque todo comenzó con la constitución del Monte de Piedad y Caja Segovia. Fundada en 1876 con vocación de servicio, de luchar contra la usura, para que los más humildes pudieran empeñar sus objetos de valor en momentos difíciles. Posteriormente, se constituyó como caja de ahorros, con labor bancaria, cuyos beneficios redundaban en la sociedad segoviana. Hasta que, en 2008, se inicia el proceso de integración de las cajas, que condujo a la integración en Bankia. La obra social se constituyó en fundación en 2012.

En 1880, arrancaba su actividad El Adelantado de Segovia. El decano de la prensa segoviana. Algo más que un periódico porque cuenta historias pero también forma parte de la historia de Segovia. Sus páginas han reflejado vivencias, sucesos y noticias de más de un siglo.

Un año, 1880, en el que también nacía Seguros Monterrubio. Una agencia de mediación por la que han pasado ya seis generaciones, desde los orígenes en Bercial, cuando se hacían seguros para el pedrisco, el incendio de cosechas o viviendas. Los antepasados de Esteban Monterrubio comenzaron a dar servicio a la comarca de Santa María la Real de Nieva llegando, por ejemplo, hasta Martín Muñoz de las Posadas, donde aún algún veterano recuerda dónde amarraba el caballo el bisabuelo Pedro o en qué posaba pernoctaba. Llegaban también hasta Villacastín o Valverde del Majano. Su abuelo Vitorio ya lo pudo hacer en moto, comprándose una Gucci. Y su padre, Félix, dio el paso al coche. En 1995, Félix y Esteban se hicieron con la oficina en la capital segoviana, que continúa, en el número 2 de la calle Santo Tomás.

En 1880 arrancó también la actividad de Venta Magullo. Negocio hostelero que continúa su actividad en el inicio de la carretera de Soria, en el límite que separa el término municipal de la capital segoviana y el núcleo de El Sotillo, perteneciente a La Lastrilla.

Seguimos de recorrido por el territorio provincial. De carreteros a forjadores. Es la historia de Forjados Martín Herranz, que pudo arrancar en 1890. A pesar del paso de años y generaciones, la esencia del forjado apenas ha variado. Originarios de Sauquillo de Cabezas, aunque fue en Mozoncillo donde Jesús Martín Herranz aprendió el negocio de sus padres, tíos, abuelos… Una tradición familiar de dar forma al hierro a través del calor. Una saga que continúa en la rama de los Martín Carretero, que ha pasado de crear carros a maquinaria para el acondicionamiento de hortalizas. Cuatro décadas en el oficio, al que se acaba de incorporar la quinta generación. En FERMAQ, la cuarta la encarna Fernando Martín Carretero, que se dedica a las máquinas postcosecha. Antes todo era manual y para tardaban dos meses en hacer un carro. Ahora, el trabajo es menos físico, lo que facilita el diseño y las pruebas, para seguir creciendo y llegar a una sexta generación. Esa familia Martín engloba también a Santiago Martín, y a Martín MAQ, dedicada también a la maquinaria postcosecha desde hace más de medio siglo. Para procesar lo que llega del campo, desde el lavado, clasificado o enfriado. Comenzaron con la zanahoria de Mozoncillo, aunque actualmente sus máquinas se exportan, llegando a Sudamérica, Rusia o Canadá.

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Probablemente, la única tienda de ropa que tiene más de un siglo en la ciudad sea la de Confecciones Germán Elías. Está en el número 36 de la calle Juan Bravo, en plena Calle Real. Aunque no siempre estuvo ahí el negocio, sin que se conozca la fecha en la que se estableció en ese emplazamiento actual. Sí se sabe que antes pasó por la Plaza Mayor y la plaza de Medina del Campo. Su fundador era soriano. Ya son cuatro generaciones las que han pasado por la tienda, que abrió en 1893. El bisnieto del fundador, Germán Elías, sostiene que han pasado por ella tanto ministros como actores clásicos e internacionales. Destaca la importancia del pequeño comercio para dinamizar la economía local.

Germán Elías



Y, ¿quién no ha pasado por la puerta del mesón Cándido, a los pies del Acueducto? Sin duda, una de las empresas con mayor popularidad de Segovia. La fecha de apertura de la taberna data de 1786, aunque la familia de Cándido empezó en el mesón en 1895. Han pasado cuatro generaciones. Destaca la figura de Cándido López, que se puso al mando en los años 30 del siglo XX y fue pionero en una forma de hacer cocina en Segovia. El cochinillo se servía solo en grandes celebraciones y se consumía entero. A él se le atribuye la idea de incluirlo en la carta y servirlo en raciones. También la ceremonia de trinchado con un plato, para demostrar su ternura y que ha dado la vuelta al mundo, como señala su nieto, Cándido López. Los comedores del mesón han sido testigos de encuentros entre el entonces Príncipe de España y posterior rey Juan Carlos I y el entonces Gobernador Civil de Segovia, Adolfo Suárez. Años después, el monarca llamó al abulense para formar el primer Gobierno de la democracia.

1895 es el año clave para los mesones de la ciudad, porque también abre sus puertas el de Duque, aunque el espacio ya era el hogar de Feliciana Mate, que casó con Dionisio Duque en 1894. Al año siguiente, abren en el zaguán una casa de comidas, que fue ganando fama y prestigio. La actual propietaria, Marisa Duque, cuarta generación, relata que los tratos alcanzados se celebraban allí, pidiendo los tratantes un tostón asado. Tiempo después, el mesón se amplió a la primera planta de la vivienda, donde las mesas ya las servían camareros ataviados y los clientes elegían los platos de la carta.

Volvemos al ámbito de los ultramarinos, porque en 1898 abría el actual negocio de Hijo de Maximino Gómez Ultramarinos, en el número uno de la calle del Puente de la Muerte y la Vida. José Antonio Gómez pertenece a la cuarta generación y está al frente en la actualidad. Al principio, tenían dos tiendas, con otra frente al restaurante José María. Una tienda con tradición de más de un siglo, habiendo conocido las cartillas de racionamiento y épocas en las que no se cerraba día alguno. Gómez sitúa una de las claves en la de mantener actualizados los productos que va demandando la clientela y el buen trato. Ofrecen productos nacionales e importados, destacando los típicos segovianos.

De nuevo en la provincia, hacia 1903 pudo arrancar un negocio que ronda los 120 años de historia. En Carbonero el Mayor comenzaba la empresa de jamones Monte Nevado. Cuatro generaciones, desde los bisabuelos de Juan Vicente Olmos, actual director general. Hoy en día es la tercera compañía del sector a nivel nacional. Además, han salvado de la extinción a la raza Mangalica, procedente de Hungría, mereciendo el reconocimiento del Gobierno de aquel país, con una medalla al mérito. Según asegura, una de las características, al margen de la calidad, es priorizar el aspecto personal, generando un ambiente familiar de trabajo.

La historia de Azulejos Tabanera puede situarse en torno a 1904. Aunque es en la década de los años 20 del pasado siglo cuando Hilario Tabanera Huertas ya establecía su actividad de transporte en Valverde del Majano. Primero, con bueyes. Después, fue adquiriendo vehículos cada vez más grandes. El actual consejero delegado de la empresa, Fernando Tabanera, la familia ha transportado de todo en este tiempo. En la década de los 70 llegó el mayor crecimiento, con el éxodo del medio rural a la ciudad y el aumento de la construcción, con demanda de transporte de materiales. Actualmente, está al frente la tercera generación, todos primos y sin saber aún si la cuarta tomará el relevo. Venden materiales de construcción para todo tipo de obras y, desde hace unos años, cuentan con un espacio, de más de 1.500 metros cuadrados, más dedicado al bricolaje. Por otro lado, en Nava de la Asunción, comenzaba su andadura Gres Nava, hacia 1907.

Fernando Tabanera



Uno antes, en 1906, abría una de las librerías que está entre las de trayectoria más abultada de Castilla y León. La Librería Cervantes, fundada por Cándido Herrero, cambió varias veces de ubicación en sus primeros años, aunque siempre en la zona céntrica de la ciudad, hasta que se estableció en el número 14 de la calle Cervantes. La dirige actualmente Guillermo Herrero, cuarta generación, que destaca cómo uno de los visitantes principales que ha tenido la tienda ha sido Antonio Machado, quien compartió amistad con su abuelo y bisabuelo. Casi a diario, el poeta sevillano paraba ante el escaparate en su camino desde su pensión, en la calle Desamparados, hasta el instituto en el que impartía francés.

Librería Cervantes



Este repaso también tiene notas dulces. En la plaza de Sepúlveda, en 1910, el bisabuelo de Gabriel García puso en marcha la Pastelería El Castillo. Él era natural de Navares de Enmedio y había marchado a Madrid a trabajar, ‘cayendo’ en la pastelería La Pelota, donde aprendió el oficio. Volvió a su pueblo y comenzó a vender mantecados y rosquillas por La Serrezuela, con una borriquilla. Enterado de una casa en venta en Sepúlveda, se estableció en esa villa, donde montó el horno que se mantiene hasta ahora. Gabriel es la cuarta generación de la familia al frente de un negocio marcado por la variedad. Él destaca el tirón de los pasteles y de la crema, elaborada de modo artesanal, con materia prima de calidad y natural. Su padre y su abuelo batían a mano la mezcla para el bizcocho. Ahora cuentan con amasadora, batidora o laminadora, entre otros avances, frente a la elaboración del hojaldre a mano, hace décadas. Destaca los casos de abuelos que se acercan al establecimiento con sus nietos y que recuerdan cuando ellos eran niños y les atendía el bisabuelo o la abuela de Gabriel.

Otra pastelería, Yagüe abría en El Espinar en 1921. Muy conocida por su tarta de manzana o por su calendario de dulces. Antonio Yagüe, que ha estado al frente durante décadas, ya tiene garantizado el relevo. Es el premio a quien decidió quedarse en su pueblo para sacar adelante a su familia y al negocio, en una época en la que la mayoría optaban por buscar oportunidades en la ciudad.

Y en 1926, otro ejemplo dulce. El de la Confitería El Alcázar. El abulense Frutos García llegaba a Segovia, fundando el negocio en la Plaza Mayor. Fue pasando de generación en generación hasta la actualidad. Una de sus regentes, Teresa García, cuenta que su tío-abuelo decidió elaborar algo que ligase con el encanto de la ciudad. Nacía el ponche segoviano, uno de los productos más reconocidos de la gastronomía local.

Volvemos al sector resinero, porque en ese 1926, Pedro Criado ya se dedicaba a resinar en los pinares de Zarzuela del Monte. Labor continuada por su hijo, Tomás, que puso en marcha una empresa, que hoy regenta su nieto: Resinas Alfonso Criado. Es la cuarta generación de una familia que, en el inicio, procesaba la miera en pegueras o pequeñas cabañas y que fue dando paso a una industria tipo de mediados del siglo XX, con una producción de unas 500 toneladas anuales. A partir del año 2000, el volumen se ha establecido en torno a las 2.000 toneladas, para responder a la demanda. Sirven colofonia y aguarrás a prácticamente toda Europa. Están en conversaciones con India, Pakistán o Sudáfrica para una posible relación comercial. Esperan mucho de la Agenda 2030, aunque Alfonso reconoce las amenazas del sector, como la competencia del petróleo y los productos de gran calidad que posibilita. También las resinas procedentes de maderas muertas. La fábrica emplea hoy a seis personas y en el monte da trabajo a unas 200.

También alrededor de 1926 pueden hundirse las raíces del actual Grupo Merino. Su director gerente, Tirso, es la tercera generación de la familia. Su abuelo puso en marcha la empresa, con el pintado de señales de tráfico, que entonces no se fabricaban en serie. Así que viajaba por España, con sus pinceles, brochas y pinturas, para completar la señalización. Tras él, llegó el padre de Tirso y ahora es él, con sus hermanos, quien está al frente. La compañía ha ido abriendo su actividad y abordan labores de aislamiento o construcción en seco.

En la década de los 30 del siglo XX, Antonio García Barbado arrancó la actividad que ahora continúa su nieto: Conorsa. Se dedican a los prefabricados de hormigón, áridos, hormigones, materiales de construcción, excavaciones… Fueron pioneros en el adoquín prefabricado de hormigón. Así, la diversificación ha sido una constante. El abuelo y el padre de Antonio García Herranz, que está al frente en la actualidad, hacían mosaicos con baldosines hidráulicos. En los 70, aumentaron el trabajo en hormigón y, ya en los 80 y 90, arrancaron con lo prefabricados. Actualmente trabajan con un adoquín que absorba el humo de los vehículos y en otro que aporte luz por la noche. Mantienen almacén y planta de hormigón en Ávila, mientras que la cantera de áridos y el centro de producción están en Nava de la Asunción. Se suma una delegación en Madrid.

Conorsa



Regresamos a la ciudad. En 1932, abre sus puertas el bar La Tropical. A escasos metros del Acueducto, el establecimiento desarrolló obras de construcción en plena Guerra Civil. Algo que ha recordado Paco Velasco, con la reciente pandemia y la crisis asociada. Es uno de los responsables actuales de este local, en el inicio de la calle Cervantes, en la Calle Real. El nombre bebe de la influencia de la moda madrileña de aquella época, cuando proliferaban ese tipo de denominaciones. Una cafetería de las de toda la vida, donde disfrutar todo el año de torrijas caseras, de churros y porras con los que acompañar desayunos y meriendas.

La Tropical



Y como también hay que comer pan, en 1936 comenzaba su andadura la panadería Ipanema. A principios del siglo XX, Estefanía, la bisabuela de César Nevado, arrancaba un negocio en Revenga, que después ha pasado por las manos de su abuela, su padre, antes de llegar a él y a su hermano, Juan Miguel. En los comienzos, dejaban fermentando la masa elaborada el día anterior y se levantaban a terminarlo. Actualmente, la jornada arranca a las tres de la mañana. En 1985, el padre de César y Juan Miguel invirtió sus ahorros para contar con una panadería más grande, incluyendo la vivienda en la parte superior. Además, había comprado una moto a plazos, en los 60, para el reparto en Segovia. Ahí arranca una expansión que les lleva a abrir la primera tienda en la capital, en el barrio de Nueva Segovia, en 1998. Siguieron otras en 2000, 2008 y 2010 y otra en Hontoria, también en 2008. Su especialidad es la barra de pan gallego, formada a mano. Elaboran unas 1.200 al día. Además de las variedades de pan, realizan empanadas o tartas de manzana, además de las galletas de la Virgen, especialidad de la zona de Revenga.

Unos años después, hacia 1940, nacía otro obrador. El de Concepción Moreno, en Garcillán y que ya tiene al frente a la cuarta generación, a la que pertenece Sara Concepción Moreno. Su bisabuelo empezó elaborando 30 hogazas semanales para una sociedad de labradores, a cambio de trigo. Hacía un pan muy rústico, que fue mejorando su hijo Salvador, lo que le permitió ampliar la venta a la gente del pueblo y, gracias a una mula, también a otras localidades de la zona. Salvador inventó la barra de picos, ahora generalizada. Los padres de Sara ampliaron las ventas a la ciudad, incorporando el transporte a motor y la gama de productos, con bollería y pasteles, pero conservando la manera artesanal. Algo que procuran mantener Sara y su hermana Elena. Cuentan ya con maquinaria avanzada, aunque conscientes de la importancia de los procesos tradicionales para un buen pan, saludable y con las características que han definido el obrador.

Aparece de nuevo una administración de loterías, en este repaso por los negocios segovianos con más solera. En concreto, la número 3 de la capital. Ubicada a pocos metros del Acueducto, en el tramo inicial de la calle Cervantes (una de las que componen la popular e inexistente Calle Real) se encuentra este pequeño despacho que regenta la misma familia desde 1962, pero que abrió sus puertas unas décadas antes. Fue la abuela de Salomé Sanz la que, viuda, optó a la vacante y se hizo con la concesión. Después tomó las riendas su madre. Fue la que mayor evolución vivió, desde un sistema manual de trabajo al informatizado. En los comienzos, vencían décimos de tamaño muy grande, cortados con tijeras enormes, al no estar troquelados. Todo se apuntaba en cuadernos, que debían depositarse en Hacienda. Hoy todo se ha simplificado con las terminales informáticas. Aunque otra parte del trabajo se ha complicado, con la proliferación de juegos y apuestas. Han vendido algunos décimos del Gordo de Navidad, por ejemplo en 2002. Y otros premios, de la Lotería Nacional de los jueves o de Euromillones.

Sigue avanzando el tiempo, hacia la década de los 50. Y aparece la tienda de moda La Dalia. Actualmente regentada por Ernesto, la tercera generación de la familia González. Su tío, Miguel Ángel, relata cómo su padre, Mariano González Martín, se introdujo en el sector poco después de finalizar la Guerra Civil. En esos 50 ya tenía dos tiendas, una en la Calle Real. Posteriormente, abrió otra junto a la actual Casa de la Lectura. Antes de su muerte repentina, en 1964, puso en marcha la que posiblemente la primera franquicia comercial en Segovia. Era de la marca Levi’s Strauss. La familia también abrió un negocio en el espacio comercial Almuzara e, incluso, dio pie a Deportes Everest, que Miguel Ángel sitúa como la primera tienda genuinamente de deportes en la capital del Acueducto. Actualmente, queda la tienda de la calle Puente de Muerte y Vida, frente a lo que fueron los almacenes La Dalia. Es concesionaria de marchas como Levi’s, Dockers o Jack&Jones.

La Dalia



En esa década de los 50, aparecen otras iniciativas empresariales de calado en la provincia, como la del Grupo Dibaq, radicado en Fuentepelayo. Dedicado a la acuicultura y al alimento para mascotas, la exportación es parte fuerte del negocio actual que mantiene la familia Tejedor.

Un periodo en el que llegó a la provincia otro proyecto de pastelería. Dulces Coca, que abrieron los abuelos de Iván Rodríguez. Durante años ha sido el único negocio del sector en el entorno de la villa caucense. Un negocio basado en productos típicos, que él heredó de sus padres. Una elaboración artesanal que prácticamente no ha cambiado. Además, cuentan con una línea industrial que sirven a distintos puntos de España. Según Iván, lo que les hace más conocidos son las pastas, realizadas con las fórmulas que empleaban sus abuelos, y sin aditivos.

Por otro lado, en 1966, Mariano Martín de Vidales de Andrés fundaba su asesoría. Su hija Blanca está al frente desde 2008. Comenzó en el ámbito administrativo, para después ir sumando las parcelas jurídica, laboral o fiscal y cubrir todo el abanico de una asesoría y gestoría. Blanca recuerda que, en los 80, con la obligatoriedad de presentar la declaración de la renta, Mariano se tuvo que poner al día. Entonces se hacían a mano, por lo que el cambio a lo largo del tiempo ha sido grande, hasta ahora, que se deben presentar por vía telemática. Las oficinas siempre han estado en el número 8 de la plaza de la Rubia, en la capital. En 2004, Mariano adquirió el bar Basilio, situado tras sus oficinas, que ampliaron. Los azulejos del bar forman parte del actual despacho de Blanca.

Gestoría



Más historias familiares, porque hace más de siete décadas, Tomás y Elisa vendieron lo que tenían en Cantimpalos para poner en marcha un negocio de muebles. Lo cuenta una de sus nietas y responsable de comunicación de la compañía, María Coco Hernando, que se refiere a Thermobel como una empresa segoviana de decoración “de toda la vida”, conocida por varias generaciones. María tiene recuerdos corriendo por las instalaciones, repartiendo publicidad y con el olor a serrín y madera como parte de un “ADN propio”. Mantienen tiendas en Segovia y en Illescas (Toledo) y algunos tíos de María se mantienen en el negocio. Otros se han jubilado ya, dejando paso a otras generaciones. La actividad ha ido cambiando. Antes la gente ahorraba para comprar sus muebles. Después comenzó a valorarse más ahorrar para un coche y, para adecentar el hogar, se tiraba de multinacionales. La pandemia puede haber supuesto, según ella, una vuelta a lo personal y al apoyo al comercio local. Thermobel está en el número 26 de la calle Atalaya, en el polígono industrial de El Cerro, donde lleva ya unas cuatro décadas. Los orígenes están en Muebles Hernando, con el abuelo de María elaborando taburetes con virutas y resto de obra. Los vendía a una peseta, como atestiguan anuncios de la época en la prensa local. Después, se trasladaron a la travesía Obispo Quesada, antes de la ubicación actual.

Otra historia es la de César Horcajo, propietario y gerente de Ferretera Segoviana, puesta en marcha por sus padres en 1966. Aún quedan algunos clientes de aquella época, aunque el mayor respaldo llega cuando las siguientes generaciones siguen confiando en ellos. Apunta que dan soluciones de bricolaje, herramientas (incluidas las de jardín), electricidad, fontanería, menaje… en sus locales de las calles José Zorrilla y Severo Ochoa. De una actividad con profesionales, el negocio ha ido creciendo a la demanda del público en general. Cada vez más se atreven con las ‘chapuzas’ en casa pintando, barnizando muebles o arreglando sus grifos. Manejan 60.000 referencias.

En esa época, finales de los 60, comenzó la actividad de la familia Herranz, con su elaboración de embutidos. Arrancó el abuelo, a quien sucedió el padre de Roberto, que ahora regenta la empresa junto a sus tres hermanos. Destaca que antes el curado era totalmente artesanal, mientras que actualmente los secaderos ofrecen posibilidades distintas. Sacrifican unos 200 cerdos a la semana. En 2004, crearon la marca Valserra, como distintivo para sus embutidos y jamones. La altitud de Valseca aporta la nota distintiva, al ser óptima para la curación, según Roberto Herranz.

En este ámbito cárnico, hablamos de una saga de carniceros, la familia Sastre, que arrancó en Coca. Miguel Ángel Sastre pertenece a la cuarta generación. Su bisabuelo Andrés ya tenía carnicería. También su abuelo, Germán. Su padre trabajó igualmente en la carnicería de la familia. Como su tío. Miguel Ángel se ha quedado con el local de Coca, con el nombre de Carnicería Alma, mientras que su primo se ha marchado a Chañe, con el nombre comercial que usaba la familia: Carnicería Sama. Miguel Ángel cuenta que aún hay clientes que recuerdan a su abuelo, lo que le llena de orgullo. Remarca la importancia de conocer los gustos de los clientes, para una mejor atención. Los mayores son más tradicionales y reacios a nuevos preparados. Los jóvenes compran mayoritariamente en grandes superficies y se va perdiendo la costumbre de pasar una vez a la semana por la carnicería. En cualquier caso, sí percibe más demanda joven de productos más específicos.

Su primo, Rubén Sastre, afirma que le salieron los dientes en el negocio. Constata que la gente ha ido cambiando sus pautas de compra. Antes era “un poco a lo loco” y ahora se miran mucho tanto las cantidades como los precios. Subraya el peso que tiene el que se corra la voz de una buena carne y una buena atención. Máxime en el medio rural. Crían su propia carne de vacuno, adquiriendo terneros de 10 ó 12 días de edad, para alimentarlos con leche hasta que empiezan a comer. Siguen el cebo con los piensos más naturales posibles. La compra más habitual incluye pollo y, cada vez, más pre-elaborados, como hamburguesas o salchichas. El asentarse en un pueblo da un conocimiento personal con el cliente, que deposita su confianza en el carnicero, según Rubén.

En este repaso a los negocios con más solera del territorio segoviano han dado la mano a COPE Segovia diferentes instituciones. Entre ellas, el Ayuntamiento de Segovia, a través de su Concejalía de Desarrollo Económico y Empleo. Su titular, Jesús García Zamora, ha remarcado el apoyo de COPE Segovia al ámbito comercial con esta iniciativa y ha valorado también la puesta en marcha de los bonos de apoyo al comercio local en la campaña ‘Son compras y mucho más’, que ya ha vivido varias ediciones.

También aparece Caja Rural de Segovia. Su trayectoria la narra, en primera persona, María Eugenia Velasco. La cooperativa de crédito nacía para ayudar al sector agropecuario. Tras el periodo embrionario de la década de los 50, en 1965 comenzó a funcionar como Caja Rural Provincial de Segovia, coincidiendo con el cambio de sede, desde el número 33 de la calle Juan Bravo hasta la actual avenida del Acueducto, en el edificio que hoy alberga al sindicato UGT. De hecho, el tirador de la puerta conserva el anagrama de UTECO, una de las cooperativas que se integraban en la Caja. En 1977, traslado a la calle de Los Coches, donde sigue. Entonces se incorporó María Eugenia. La presidencia de Arturo Acosta supuso un impulso. Agricultor caucense, fue alcalde de esa villa y procurador en Cortes. Fue una época expansión y en la nueva sede llegó el primer procesador de datos. Hasta entonces, la contabilidad era manual, al igual que la puesta al día de las libretas. María Eugenia recuerda listados “inmensos” con las posiciones de los clientes, las máquinas de escribir antiguas, antes de llegasen las eléctricas y, en los 90, los primeros ordenadores personales. Sin fotocopiadoras, con papel de calco.

Otra de las entidades que han impulsado este repaso ha sido la Cámara de Comercio e Industria de Segovia, con su presidente, Pedro Palomo, a la cabeza, que ha valorado los ejemplos de sacrificio y tenacidad que suponen todas estas iniciativas empresariales y cómo constituyen espejos para mirarse. La Cámara editaba hace años el libro ‘Entre la añoranza del pasado y la apuesta por el futuro’, de Juan Manuel Santamaría, como un acercamiento a algunos de estos ejemplos empresariales segovianos.

El director gerente de la Cámara de Comercio, Carlos Besteiro, incide en la capacidad de adaptación de estas empresas, con una visión muy clara de su negocio. Es una de las claves para anticiparse y adaptarse a los cambios, lo que les ha permitido seguir adelante. Además, el factor familiar de muchas de ellas remite al compromiso de diferentes generaciones. Otra de las claves, pues, para la longevidad de los negocios. De hecho, la mayoría de las empresas españolas con más historia comparten este matiz. Besteiro establece que, aproximadamente, un 0’8% de las empresas existentes en Segovia ha superado el siglo de andadura. Alrededor de 80 de un censo total de unas 10.000. Por tanto, lo califica como un hecho extraordinario y excepcional, pero no imposible.


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