Expertos de la Universidad de León alertan: sin gestión activa del territorio los grandes incendios forestales serán incontrolables
Advierten que el cambio climático y el abandono del medio rural han convertido a España en uno de los países europeos más vulnerables a los grandes incendios. Defienden medidas como el pastoreo, la selvicultura preventiva y las quemas prescritas para reducir riesgos

Incendio de Yeres-Llamas de Cabrera
Ponferrada - Publicado el
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La reciente ola de incendios en León y en otras provincias del noroeste peninsular ha vuelto a poner sobre la mesa la fragilidad de los ecosistemas y de las poblaciones rurales frente a fuegos cada vez más extensos y virulentos. Ante este escenario, expertos de la Universidad de León (ULE) advierten que los grandes incendios forestales no se resuelven únicamente con medios de extinción, sino con una gestión preventiva y activa del territorio.
El investigador José Manuel Fernández Guisuraga, miembro del Grupo de Ecología Aplicada y Teledetección de la ULE, insiste en que la verdadera clave está en la prevención. “Los incendios más destructivos no se apagan solo con recursos de emergencia. La verdadera clave está en gestionar activamente el territorio para reducir la carga de combustible vegetal”, asegura.

El papel del cambio climático y el abandono rural
El experto subraya que el cambio climático, con su incremento de temperaturas y sequías, unido al abandono de los usos tradicionales del campo, han convertido a España en uno de los países europeos más afectados por los grandes incendios forestales.
No se trata únicamente de conatos, explica, sino de fuegos de gran magnitud capaces de arrasar miles de hectáreas en cuestión de horas, afectando a la biodiversidad, al patrimonio natural y poniendo en peligro pueblos enteros y la seguridad de las personas.
Fernández Guisuraga recuerda que el fuego no es ajeno a los ecosistemas mediterráneos y que, desde hace milenios, forma parte de su dinámica natural. Muchas especies vegetales dependen de él para regenerarse. Sin embargo, advierte que en la actualidad la frecuencia, la intensidad y la extensión de los incendios “han superado los límites que los ecosistemas pueden soportar”.
Factores que intensifican los incendios
Los investigadores de la ULE identifican tres grandes factores que explican la virulencia de los incendios: cambio climático: más calor y sequías prolongadas, acumulación de biomasa: consecuencia del abandono de la agricultura, la ganadería y la gestión forestal, meteorología extrema: altas temperaturas, sequedad y viento que generan situaciones explosivas, especialmente en zonas abruptas.
“Donde antes había un paisaje mosaico con cultivos, praderas y pastos que interrumpían la continuidad de la vegetación, hoy encontramos grandes extensiones de matorral y arbolado denso que alimentan incendios incontrolables”, advierte Fernández Guisuraga.
Medidas urgentes para prevenir catástrofes
Para revertir esta situación, los expertos recomiendan: recuperar los aprovechamientos agrícolas, ganaderos y forestales que durante siglos mantuvieron paisajes en mosaico, potenciar el pastoreo extensivo, que reduce la biomasa acumulada, desarrollar selvicultura preventiva y cortafuegos verdes y fomentar las quemas prescritas o controladas, bajo supervisión técnica, que disminuyen significativamente el riesgo.
“Cuando un fuego alcanza una zona previamente gestionada con quema prescrita, su intensidad se reduce drásticamente y aumenta la capacidad de los equipos de extinción para controlarlo”, explica el investigador de la ULE.
Ciencia y tecnología al servicio de la gestión forestal
El Grupo de Ecología Aplicada y Teledetección de la ULE lleva años investigando los determinantes de los grandes incendios mediante teledetección por satélite, drones con escaneo láser y simulaciones del comportamiento del fuego. Estas herramientas permiten medir la severidad de los incendios, evaluar la regeneración de la vegetación y diseñar estrategias de gestión forestal más efectivas.
Fernández Guisuraga concluye que los incendios seguirán existiendo porque forman parte de la naturaleza, pero la prioridad debe ser que resulten manejables y no se conviertan en catástrofes. “El futuro de nuestros montes, y con ellos la seguridad de nuestras comunidades rurales, depende de que sepamos gestionar hoy el riesgo de manera inteligente. En ese camino, la ciencia y la ciudadanía deben caminar juntas”.