El pueblo de Burgos que se ha teñido de morado y ahora atrae a turistas, millones de abejas y hasta un festival
Caleruega ha pasado de cultivar lavanda por rentabilidad a convertirse en un destino rural con miel de calidad, rutas entre flores y conciertos en pleno campo

Campos de lavanda en Caleruega (Burgos)
Burgos - Publicado el
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Primero fueron unas pocas hectáreas. Hoy ya son más de 200. En apenas tres años, la lavanda ha cambiado el alma de Caleruega, un pequeño pueblo de Burgos que ahora recibe millones de abejas, visitantes en busca de miel de calidad y turistas que se fotografían entre los campos morados. La floración ha dado lugar incluso a un festival: el LavandaFest, con rutas, música y mercados.
Lo que empezó como una apuesta agrícola por la alta rentabilidad de la esencia de lavanda —que hace tres años se pagaba a 38 euros el litro— se ha convertido en algo más grande. Además de seguir produciendo aceite esencial, el cultivo ha atraído a apicultores trashumantes, que este año han solicitado instalar cerca de mil colmenas en la zona. Esto no solo beneficia a la miel de lavanda —una de las más valoradas—, sino también a otros cultivos como viñas o cereales, gracias a la polinización natural.

CALERUEGA (BURGOS), La presidenta, Mari Cruz García, y el jefe de cultivos, Miguel Cebrecos, de la cooperativa "La Burgalesa" de Caleruega (Burgos) entre las más de 200 hectáreas de lavanda que se han plantado en el término municipal de la localidad burgalesa. EFE / Paco Santamaria.
Las más de 200 hectáreas de lavanda que se han plantado en el término municipal de Caleruega (Burgos) en los últimos tres años han tenido un efecto inesperado al convertir la localidad en un punto de interés para los apicultores trashumantes que recorren la geografía nacional buscando los mejores momentos y lugares de floración para las abejas.
Este año ya se ha solicitado solicitud para establecerse momentáneamente en tierras caleroganas cerca de un millar de colmenas, lo que supone millones de abejas con el beneficio mutuo que conlleva.
"La presencia de abejas favorece los cultivos de todo tipo, la viña, el cereal, lo que sea. La polinización la hacen las abejas. Es bueno para el agricultor y para el apicultor", señala Germi Hernando, apicultor de Barbadillo del Mercado, que añade que a su vez consiguen producir miel de lavanda, que es una de las más prestigiosas y demandadas por su elevada calidad.
Caleruega, un lugar estratégico
La proliferación de lavanda en Caleruega les ha permitido reducir los largos desplazamientos que hacían antes, que les llevaban hasta la Alcarria o Aragón, y que debido a los altos costes de insumos como el combustible o la estancia están convirtiendo en poco rentable la apicultura.
El ciclo es corto, apenas unos 15 días. Una semana antes de que empiece a cosecharse la lavanda y una semana después, aprovechando lo que queda. Luego se puede esperar al girasol otras plantas aromáticas como el espliego y a prepararse para la invernada.
Desde la cooperativa San Antonio de Caleruega, impulsora de la plantación de la lavanda, ven con buenos ojos la simbiosis que se ha establecido entre su cultivo y la apicultura.

Campo de lavanda
"Hoy en día, que tanta dificultad hay con las abejas, la lavanda se ha convertido en un hábitat para ellas. Y probablemente su cultivo tenga que derivarse en alimento para ellas porque hay millones de abejas trabajando con los beneficios que conlleva para todo tipo de cultivos", subraya Miguel Cebrecos, jefe de Cultivos de la cooperativa.
Al margen de su aprovechamiento apícola, desde la asociación agrícola se recuerda que hace tres años se apostó por este cultivo por su entonces elevada rentabilidad. Aunque ahora han visto cómo se ha reducido a menos de la tercera parte.
"Empezamos con 20 hectáreas y el litro de esencia de lavanda estaba a 38 euros. Ahora tenemos unas 220 hectáreas y el precio ha bajado a menos de diez euros", señala Mari Cruz García presidenta de la cooperativa.
Planta autóctona con atracción turística
La lavanda es una planta autóctona de la zona, siempre se ha visto en sus campos y con el tiempo se ha visto que, además, tienen condiciones idóneas para ella, como es la altitud y las tierras pedregosas que drenan bien el agua.
La inversión inicial ha sido importante, unos 3.000 euros por hectárea. Se calcula una vida útil de la planta de unos 12 años y por cada 10.000 metros cuadrados de cultivo se estima una producción media de 5.000 kilos de flor y unos cien litros de esencia, que destilan en la cercana localidad de Cilleruelo de Arriba.
La lavanda, casi sin querer, se ha convertido además en otro valor para el municipio: el turístico. Cada años son más numerosos los grupos de turistas que se acercan para contemplar el mar morado que es la plantación y fotografiarse en su colorido paisaje.
"El turismo es algo que a nosotros no nos deja ningún beneficio. No te creas que quitan una mala hierba o una piedra. Pero sí que es un beneficio para el pueblo", reconoce el jefe de Cultivos.
El tirón de visitantes es tal que, por segundo año consecutivo, a mediados de julio se celebra el LavandaFest que, organizado por LavandAsoc, conmemora la floración con tres jornadas de actividades que incluyen rutas guiadas e interpretativos por la plantación, conciertos de grupos emergentes y ya consolidados, como Bravo Maldonado, Embusteros y La Regadera y exposiciones temáticas y mercados de artesanía.
Con el aroma de la lavanda aún en el aire y las cámaras captando cada rincón morado del paisaje, Caleruega se consolida como un ejemplo de cómo un cultivo puede transformar un territorio. Lo que empezó como una alternativa agrícola se ha convertido en un fenómeno que une tradición, sostenibilidad y nuevas oportunidades para el medio rural.