La pandemia obliga a Casa Sampedro a bajar la persiana
Ni las bombas de la Guerra Civil cerraron este centenario local de Torrelavega

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Madrid - Publicado el - Actualizado
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Casa Sampedro de Torrelavega abrió sus puertas en 1860 de la mano de la familia Galarza. En aquellos primeros años funcionó como bar y tienda de ultramarinos hasta que a principios del siglo XX, Fernando Urquina recién llegado de “ hacer las Américas” adquirió el local y continuó con la misma actividad hasta el año 1946.
Fueron años difíciles pero ni las bombas de la Guerra Civil consiguieron que bajase la persiana. “En una ocasión, recuerda su actual propietario, una bomba de la guerra cayó en la bolera. Los mineros cantaban cuando pases por Torres no entres donde Urquina porque ponen dinamita en las latas de sardina”
Fue a partir de ese año cuando Tinin Sampedro se hizo con las riendas del local en el que compartió alegrías y tristezas con su mujer Marga.

En 1960 llegó el desastre de la mina de Reocín. La rotura del dique causó 18 muertos, la mayoría de ellos niños.” Los vecinos del pueblo que trabajaban en las tareas de rescate acudían al local a comprar bocadillos de cien en cien para trabajar sin parar” recuerda Sampedro.
El gran cambio del local llegó en el año 2000. Tras una importante reforma realizada por Paco Entrena, la familia Sampedro prescindió del negocio de ultramarinos para dedicarse por completo a la restauración. Tras unos años de gestión propia, Tino alquiló el negocio a Claudia Ortiz que lo ha regentado con una gran profesionalidad, asegura Tino.
Fue en marzo del año pasado cuando se decretó el estado de alarma, cuando empezaron los problemas. Tras reajustar el precio en varias ocasiones para que Claudia pudiera seguir adelante con el negocio, fue ella la que dijo que ya no podía aguantar más. “Ha habido días en los que la caja no ha llegado ni a 50€”
Tino Sampedro ha llorado mucho durante estas últimas semanas, “nunca delante de ella, reconoce pero he pasado en ese local gran parte de mi vida”

La pandemia se ha llevado por delante más de 160 años de vivencias, alegrías, tristezas. Pero Tino Sampedro no quiere tirar la toalla del todo. Algo en su interior le dice que tarde o temprano volveremos a recuperar la vida en los bares y restaurantes. “He dejado los solares llenos de vino. Mis padres mantenían el vino sin tocar durante seis meses y entonces abrían un solar haciendo una fiesta con los amigos y clientes. También espero poder hacerlo yo”