La solidaridad de los militares asturianos con los pasajeros de un tren parado por el apagón

Se quedó atrapado en un tren parado en medio de un descampado, sin luz, sin aire y sin información. Pero a pocos metros, una compañía de soldados del cuartel Cabo Noval acudió en su ayuda. José, abogado ovetense, no lo olvida: “Un diez para ellos”

Militares del acuartelamiento Cabo Noval
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COPE Asturias

Militares del acuartelamiento Cabo Noval

Yolanda Montero

Oviedo - Publicado el

2 min lectura

José Álvarez de Linera, abogado ovetense, volvía a casa este lunes tras un viaje de trabajo en Segovia cuando el apagón eléctrico le sorprendió en pleno trayecto. Había cogido el AVLO Madrid-Gijón y, tras circular con normalidad durante unos 45 minutos, el tren se paró de repente en un descampado, poco después de pasar Valladolid.

Al principio, pensaron que se trataba de una parada habitual por tráfico ferroviario, pero pronto se dieron cuenta de que no era así. A los pocos minutos se apagaron también los motores, la luz y el aire acondicionado. “Este tren no dispone de cafetería, solo tiene máquinas de vending, y sin electricidad no funcionaban”, cuenta. Pasaron horas dentro del tren, sin apenas información y con el calor subiendo. Fue entonces cuando llegaron sus salvadores.

La ayuda inesperada

A unos 200 metros del tren había un polígono de prácticas militares con unos barracones. Allí estaba desplegada una compañía del cuartel asturiano de Cabo Noval, que realizaba maniobras. “Se acercaron con uno de sus vehículos a preguntar qué pasaba”, explica. Al ver que la situación no se resolvía, empezaron a repartir botellas de agua y a pasar por los vagones para comprobar si alguien necesitaba ayuda. “Tenían una ambulancia militar, aunque yo no vi si se utilizó”, recuerda.

Trenes en la estación

EFE/Pedro Puente Hoyos

Trenes en la estación

Hacia las cuatro y media de la tarde, en coordinación con Protección Civil, se decidió evacuar el tren y llevar a los pasajeros a los barracones, que estaban a unos 500 metros. El traslado se hizo a pie o en vehículos de los propios soldados y de la Guardia Civil. “Allí había agua, comida y sombra. Era mucho más cómodo que seguir en el tren”, cuenta José. Allí permanecieron hasta las ocho de la tarde. Durante ese tiempo, el capitán Lardín, que estaba al mando, trataba de mantenerles informados, aunque tampoco tenía comunicación con sus superiores. “Eso me preocupó. Si esto llega a ser una emergencia grave, no tener instrucciones sería muy grave”, reflexiona.

Finalmente, Renfe logró enviar una locomotora diésel. El tren fue remolcado lentamente hasta Palencia, luego a León, y desde allí los pasajeros fueron trasladados en autobuses a sus destinos. En total, más de nueve horas atrapados. Los soldados se portaron de cine”, resume José. “Animaban a la gente, hacían bromas, llevaban maletas… fue una lección de humanidad”

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