Paloma, la mujer que fue capataz durante 10 años en la Semana Santa de Oviedo desvela la clave para el puesto: "Primero..."

Durante más de una década ha guiado procesiones en la capital asturiana y León, y aún recuerda con emoción el momento en que el paso baila por última vez antes de finalizar la procesión

Toque de campana del capataz
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COPE Asturias

Toque de campana para comenzar la procesión de Semana Santa

Yolanda Montero

Oviedo - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

En cada procesión de Semana Santa hay una figura esencial que no siempre se ve, pero de la que depende buena parte del éxito de todo el recorrido: el capataz. Es quien da las órdenes, marca los tiempos, cuida de los braceros y se convierte en sus ojos cuando el paso avanza por las calles.

Guiar un paso exige experiencia, temple y una conexión muy especial con quienes van debajo. No es solo liderazgo, es confianza y también humildad. Y eso lo sabe bien Paloma Frechilla, capataz ya jubilada que ha dedicado más de diez años a esta labor entre Oviedo y León. Su historia comenzó casi por casualidad. “Siempre había sido bracera, pero un día el capataz se sintió indispuesto y me tocó a mí. Desde entonces, me quedé”, ha contado en COPE Oviedo.

Paloma Frechilla durante una precesión

Paloma Frechilla

Paloma Frechilla durante la precesión del Resucitado en Oviedo 

La emoción del primer toque

Cada procesión era para ella un momento único. “Es una emoción desbordante dar el primer toque del llamador. En ese instante solo estamos los braceros, la imagen y yo. El resto del mundo se para”, ha relatado. Paloma nunca ha olvidado que ella también había estado debajo del paso, por eso ha cuidado de su gente hasta el último detalle. “Siempre les decía que gracias por dejarme ser sus ojos. Yo confiaba en ellos y ellos en mí”, asegura.

Aunque el trabajo del capataz se concentra en unas horas, la preparación dura todo el año. Paloma mantenía contacto con los braceros, comprobaba si podrían salir, si tenían lesiones, si necesitaban apoyo. Construía una relación de equipo que iba más allá de lo organizativo.

Paloma Frechilla junto al paso de la Virgen de la Amargura de Oviedo

Paloma Frechilla

Paloma Frechilla junto al paso de la Virgen de la Amargura de Oviedo

La rebelión del último baile

Uno de sus recuerdos más especiales es el momento justo antes de entrar el paso en casa. Sin que ella tuviera que tocar la campana, los braceros sabían que era el momento de darlo todo. “Me decían: no queremos entrar, que toquen otra. Yo lo llamaba la rebelión de los braceros”, ha recordado con cariño. Hoy, ya retirada, vive las procesiones con otro ritmo, más relajado, pero no puede evitar seguir observando con ojos de capataz. Porque quien ha sentido el peso de la responsabilidad, nunca deja de mirar con respeto al paso.

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