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Ad Libitum con Javier Pereda. Hoy: Tamara

Tiempo de lectura:3Actualizado18 mar 2023

El compromiso matrimonial anulado en Instagram por Tamara Falcó con Iñigo Onieva nos invita a la reflexión. Ha sabido gestionar unas circunstancias dolorosas, impartiendo una lección de compostura, prudencia, generosidad y fortaleza. Su buena reacción se debe a lo que ha rezado estos días: “Estoy contenta porque confío mucho en Dios y esto solo puede ser algo bueno”. La figura atractiva de la marquesa de Griñón ha conseguido granjearse el respeto y el cariño de los medios de comunicación. La situación aventajada por su ascendiente aristocrático se ha potenciado con sus cualidades y trabajo. Avala su trayectoria la formación en comunicación de Massachusetts, moda en Milán y un master Visual Merchandising en la Universidad de Navarra.

Su decente presencia mediática ha ido creciendo con distintos programas televisivos como “We Love Tamara” (Cosmopolitan TV), “MasterChef Celebrity” (La 1), “El Hormiguero” (Antena 3), o la plataforma de streaming en Netflix. Representa su propia firma de moda y es una asidua de la prensa de corazón como “Hola”. Exhibe un encanto natural con su sonrisa, su mirada limpia y el derroche de simpatía, aunque la envidia de alguno la tilde de pija (con manifestaciones y gustos propios de clase adinerada; mejor que la ordinariez). Que una “socialite” no tenga respetos humanos y proclame en público y con naturalidad que mediante la lectura del Evangelio se convirtió, que asiste a Misa, se confiesa o que reza el Rosario, supone una bocanada de aire fresco. Seguí con admiración y sorpresa su testimonio sobre la peregrinación a “La Gospa” (Virgen María en croata) de Medjugorje, con su amiga María Vallejo Nájera. Me llama la atención la autenticidad y desenfado para aprovechar cualquier circunstancia, con ocasión o sin ella, y dar testimonio cristiano empezando por su familia y amigos.

Es habitual establecer pactos con sus allegados del siguiente tenor: “me voy contigo a la discoteca si me acompañas a misa”. Si hubiera que definir a Tamara la calificaría como una chica buena, alegre y trabajadora. También parece vulnerable, porque pese a su personalidad no deja de estar metida de lleno en medio del mundo, lleno de frivolidad y de desaprensivos (injustos e inmorales). Cuando encuentras una persona con esta nobleza sientes —por deformación profesional—la instintiva predisposición a ponerte de su lado. En la trayectoria de Iñigo Onieva había algo que desdecía de su prometida: el trabajo en la noche madrileña y sus festivales. El morbo de lo acaecido se ha publicado en las redes sociales: una infidelidad pasadas 48 horas de pedirle casamiento; qué coincidencia. Después de la “pillada”, pese a que lo negó, ha pretendido, ya tarde, mostrar arrepentimiento. Ahora salen a colación una retahíla de traiciones que ponen al descubierto la falta de respeto y haber traicionado definitivamente la libertad y confianza en él depositadas. Desde fuera muchos percibían lo que la bonhomía de Tamara no vislumbraba; porque el enamoramiento, como decía Ortega y Gasset, supone un estado de imbecilidad transitoria. Es más, llegó a defenderle hasta que las pruebas resultaron inapelables. La entereza de la hija de Isabel Preysler ha sido encomiable, atendiendo con profesionalidad a los medios. A ellos ha agradecido sus investigaciones y haber descubierto esta gran mentira. El noviazgo es una etapa de conocimiento y de prueba: ha logrado llegar a tiempo. El pretendiente no poseía sus mismos valores morales: sinceridad, limpieza de corazón, formación cristiana.

Se ha evitado un mal mayor: celebrar un matrimonio nulo. La agraviada ha explicado para creyentes y ateos, con un gracejo sin igual que “Para cuernos soy muy cuadriculada”. A resultas de su comportamiento, el prometido iba a prestar su consentimiento viciado, porque ni conoce, ni le importa el matrimonio canónico, ni sus fines, como la fidelidad o la indisolubilidad. Esta falta de discernimiento sobre la naturaleza de esta institución, propio de personas inmaduras, probablemente conllevaría la incapacidad para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio. Entiendo que el amor es ciego, pero elegir a la persona adecuada para compartir toda la vida, se ha de realizar no sólo con el corazón, sino con la cabeza. Qué casualidad que el día de la Merced se haya destapado la deslealtad. Ahora toca recomponerse con el cariño de la familia y el de sus dos perras Jacinta (por la pastorcilla de Fátima) y Vanilla. Y la admiración de quienes han aprendido con esta ejemplar lección.


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