
Jaén - Publicado el - Actualizado
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Los resultados electorales en la Comunidad de Castilla y León constatan la fragmentación del bipartidismo. Hasta el próximo 10 de marzo están previstos los trámites reglamentarios y las conversaciones políticas para la configuración parlamentaria. Durante este tiempo se constituirá la Mesa de las Cortes, la Presidencia y los acuerdos de la mayoría parlamentaria para la formación de gobierno. El partido más votado, el PP, con 31 procuradores —a diez de la mayoría absoluta— mantiene la ronda de encuentros con las otras siete formaciones con representación. La coalición natural correspondería con Vox —el gran triunfador de las elecciones—, que ha multiplicado por 13 el número de procuradores.
Pero la demonización política que Pablo Casado ha realizado a la formación de Santiago Abascal, data desde el 22 de octubre de 2020, cuando Vox presentó la moción de censura contra el presidente Sánchez. El partido popular ha creado un estratégico cortafuegos contra Vox, ante el crecimiento de su competidor electoral inmediato. Recordemos que, en las elecciones catalanas del 14 de febrero de 2021, la irrupción de esta formación representada por Ignacio Garriga (“el negro de Vox”) supuso un “sorpasso” al PP, cuadruplicando casi los escaños y doblando el resultado a Ciudadanos; todo un presagio. Lo que la mayoría de votantes de derechas no alcanzan a comprender es el cordón sanitario que la formación de Casado ha infligido a Vox —tildándola de populista—, lo que dificulta eventuales pactos para desbancar al actual Gobierno de la Nación o mantener las actuales alianzas autonómicas y municipales. Se puede llegar a entender la sobreactuación del Frente Popular, que ha desplegado una alerta fascista con estigmas antidemocráticos, para expulsar al rival del tablero político. Las terminales mediáticas de la izquierda radical no dejan de construir el relato de la posverdad —sin reflejo en la mayoría social, como se comprueba en las sucesivas citas electorales—, ya que la formación verde constituye la antítesis de sus políticas ideológicas. La supremacía moral de la extrema izquierda “Frankenstein” —formada por socialistas, comunistas, nacionalistas y herederos de la ETA—, se erige en el expendedor de carnets de demócratas, hasta llegar a ilegalizar políticamente al adversario ideológico.
La presidenta Ayuso —objeto de espionaje por su partido: “joder, ¡qué tropa!”, que diría Romanones— plantea un órdago: prefiero pactar con el partido de Ortega Lara que con los socios del partido de Otegui. Sin embargo, la dupla de Pablo y Teodoro han ofrecido un espectáculo dantesco; y, a expensas de tener todas las pruebas, han consumado por celos un ataque sin precedentes contra la mejor líder de la derecha. De ahí que Sánchez, al oler la sangre, ofrece a Casado una trampa saducea para eternizarse en el poder —divide y vencerás—: una “gran coalición” a la alemana (“BroBe Koalition”), a cambio de que rompa con Vox en todas las regiones en que gobierna. La dirección genovesa hace gala de una tozudez proverbial —deshonrando al héroe militar vallisoletano Juan Martín Díez, “El Empecinado”, que combatió a las tropas napoleónicas—; pues el 70% de su electorado no entiende la estrategia suicida de romper la necesaria unidad entre PP y Vox para echar a Sánchez. La actitud pertinaz de “sostenella y no enmendalla”, como los antiguos hidalgos castellanos, que cuando desenvainaban la espada ya no echaban marcha atrás, aunque advirtieran su yerro, pretenden investir a Mañueco al coaligarse con los partidos provincialistas sorianos, leoneses y abulenses.
Pero las cuentas no salen porque, contando al traicionado Cs, conseguirían 39 procuradores frente a los 41 de las tres formaciones opositoras; ni siquiera alcanzarían la mayoría simple: más síes que noes. Los votantes de Vox entenderían que, si el PP rechaza formar gobierno con su formación, ésta le devuelva la misma moneda en la investidura; fundamentaría su voto en contra, por cuestiones distintas a los socialistas y comunistas. Este bloqueo institucional nos abocaría a unas nuevas elecciones en Castilla y León, en las que los votantes de derechas (del PP y Vox, porque Cs ha sido absorbido por este último), hartos de tanta estulticia y de empecinamientos insostenibles, tendrían que dirimir este conflicto demencial de egos (soberbia y envidia). Casado ha demostrado incapacidad para liderar la oposición, gestionar su partido y presidir el Gobierno de la Nación. Si no presenta su inmediata dimisión, se convertirá en el mejor aliado de Sánchez y de Abascal.