Las Divinas Palabras con Ernesto Medina. Hoy: Regreso

Será la edad, pero empiezo a desbarrar. El lunes salí a correr a las siete dela mañana. A las siete y cuarto para ser exactos, que tampoco es cuestión de irtirándose pegotes. Me emocionó contemplar cómo abre mi ciudad. A lo largo delrecorrido me cruce con los consabidos paseantes que sacaban la mascota a sumicción matinal.

En La Carrera, férreas crujían las persianas de las cafeterías.Dejaban salir en tropel las mesas de las terrazas, mientras dentro se escuchaba elvapor de las máquinas de café que calentaban motores para atender “un cortadocon la leche fría, otro largo con cubito de hielo y otro descafeinado condesnatada”. Por la calle Campanas podía seguirse el rastro del perfume quedejaban las trabajadoras del Ayuntamiento o la Diputación. En la Plaza de laAudiencia había una furgoneta con los vomitorios abiertos, de donde salíanverduras y melocotones de las huertas de Jaén. De ahí debían de serlo porque lafruta y los pimientos verdes saturaban con su aroma.Entre San Juan y la Magdalena creía que me había convertido en magopues empezaron a apagarse las farolas como si estuviera a punto de pasar elautobús noctámbulo de Harry Potter. Delante de un portal de la Carretera deCircunvalación dos aficionados se fumaban en ayunas carrasperas el primercigarro, “ganó el Jaén.

A ver si puede ser que este año…”. Había colas dejubilados que aguardaban la receta del sintrón en la entrada del ambulatorio delSeminario. Los vecinos del Almendral todavía tenían puesta una bandera deEspaña con el resultado de la final del mundial femenino, “campeonas, oe,campeonas, oe”.Era el lunes de inicio de curso. Vi niños con mochilas nuevas quecontenían, según el portador, bostezos, cuarto y mitad de miedo o una espuertade ilusión. Los abuelos se daban picos sin recato. Tan pronto hubieran dejado alos nietos se iban a desayunar churros en la calle Espartería antes de comprar enla Plaza.En la ducha recordé que había oído a los gallos cantar el amanecer, quepor Sierra Mágina asomaba con un vestido a rayas de nubes grises y maquillajevioleta. Quien sabe si los cacareos de este principio de septiembre son presagiosdel despertar que Jaén necesita. A lo mejor lo de las endorfinas y el deporte esverdad de manera que se me ha metido el optimismo en las venas. O será quemiro la realidad con ojos de enamorado. Jaén, Jaén, Jaén… ¡me gustas!