
Jaén - Publicado el - Actualizado
2 min lectura
Recuerdo a mis padres contando los cupones del Avecrem en la mesa camilla durante los anocheceres invernales. Repasaban el catálogo que recogía la transferencia entre puntos y regalos. Era una de tantas maniobras que sustentaban la economía doméstica de una familia numerosa. Las naranjas se compraban por cajas porque salía mucho más rentable para alimentar cinco chiquillos que no paraban de crecer. Echando muchas cuentas y con sacrificios mis padres incluso conseguían -un milagro mayor que la multiplicación bíblica de los panes y los peces- ahorrar para irnos los siete a un apartamento de dos dormitorios en la playa.
Las dotes para contener gastos superfluos y evitar el despilfarro no lo han heredado las administraciones públicas. Después de seis décadas se quejaban los usuarios, con razón, de los autobuses urbanos. Aporto mi anécdota. Al Colegio Universitario a principios de los ochenta bajaba un único vehículo cuando terminaba la jornada. El autobús se convertía en un trasunto aumentado y corregido de una lata de sardinas. Renqueaba el motor Carretera de Madrid arriba. Tanto, que se llegaba antes al Asuán a patita que previo pago del billete.
Hemos de reconocerle el mérito a la concesionaria. Llegó en plena dictadura, sobrevivió al tardofranquismo, a la transición y a los ayuntamientos de la democracia, ya fueran socialistas o conservadores. La empresa no podía presentar más mérito que la longevidad. Era imprescindible acabar con la explotación de la empresa Castillo.
Pero, don Julio Millán, alcalde Jaén, ¿era necesaria tanta prisa? Más que nada porque esta vez la celeridad le ha costado a la ciudad dos millones largos de euros. Que precisamente no nos sobran. Me sublevo cuando me imagino la sonrisa del malo de esta película al despedirse con la faltriquera repleta de billetes.
Aunque es posible que en el cuándo y cómo del abono esté el quid de la cuestión. La tesorería del Ayuntamiento no tiene liquidez. Hay muchos acreedores que llevan años a la espera del saldo de sus deudas. ¿Están ustedes seguros de que Autobuses Castillo se lo llevará calentito a corto plazo? Me inclino por una jugada maquiavélica del alcalde que promete, promete y luego ya veremos.
No descarten tampoco que el alcalde, casi un jovenzuelo, en lugar de con los cupones del Avecrem haya aprendido economía con los puntos de la gasolina. Como de ese combustible vive el proscrito, lo mismo hay una transacción en especies. Que de suceder así me quito, como escribió Valle-Inclán, el cráneo.
Palabras, divinas palabras
 
                             
                 
                         
                    



