
Hoy: El escepticismo
Jaén - Publicado el
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Blanco y negro. Luz y sombra. Amor y desengaño. Victoria y derrota. Lo de siempre, dilectos oyentes, los contrarios que se complementan para tener sentido. Lo que en cierta manera les sucede a ciertas palabras. Creemos que son malignas y de pronto se nos presentan excelsas. Les pregunté a la Dama de Cubero y a Culcas, el guerrero íbero del Cerrete de los Lirios, si ellos eran escépticos. Culcas, mucho más intenso en el amor, se apresuró a responder, “en lo tocante a lo que siento por mi amada, ni pizca de escepticismo”. Aunque la Dama de Cubero en ocasiones se queja del barroquismo de su caballero, esta vez se le iluminó la cara con una sonrisa de “sí, quiero”.
Quizá un poco abochornada por la profusión emotiva en público, se marcó una larga cambiada, “pero con el ascenso del Real Jaén tengo mis dudas. Si llegamos a la última eliminatoria nos ha tocado por sorteo jugar la vuelta en casa. Una gran ventaja. Pero cuarenta y ocho horas antes del partido definitivo canta Manuel Carrasco en La Victoria. Lo mismo nos tenemos que ir a jugar a Granada. Somos los más gilipollas que alguna vez parió hembra”.
Esperaban una respuesta mía que no se produjo. “Estás mustio. ¿Qué te pasa? ¿No estaba fría la Alcázar Leyenda? Di algo, criatura, socio número 15 del Real Jaén”.
Expuse que estaba pensando en la noticia que había leído a principios de semana sobre las primeras “obritas” en los alrededores de la futura estación intermodal. “Soy escéptico. Con pena. Porque ésta es de esas palabras que yo digo que han tenido mala suerte en la vida. Muy mala suerte. Proviene del griego skeptikós, que significa pensativo, reflexivo. Debe de ser que pensar sólo trae desgracias -más felices son los tontos- así que en español significa “que no cree o afecta no creer”. Con lo de la estación intermodal me puse etimológico. Sopesé pros y contras. Analicé en qué se gastarán los cuatro millones de euros presupuestados. Unas marquesinas, un aparcamiento para diez taxis, un charipeo a los alrededores y pare usted de contar. Un proyecto común para la ciudad consensuado por todas las fuerzas políticas es una utopía. Quedaremos al albur de quién gane las próximas elecciones. Mi escepticismo, que ya no consigo sacarme de las venas en los temas giennenses, se me ha vuelto un cáncer terminal. Pero seamos optimistas. Para los escépticos todo lo que no sea morirse es una bendición del cielo.
Palabras, divinas palabras