
Ad libitum, con Javier Pereda | 12 SEP 2025
Jaén - Publicado el
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A veinte kilómetros de Barbastro (Huesca) se encuentra el santuario de Torreciudad, dedicado a la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles. La Virgen de Torreciudad es una talla románica del siglo XI, de las denominadas “vírgenes negras”, sedente, con el niño en brazos, y se hallaba en la antigua ermita, en un escarpado saliente sobre el río Cinca. Allí acudió con dos años el barbastrense san Josemaría, llevado por sus padres, para agradecer a la Virgen la curación de una enfermedad. Como muestra de gratitud y para impulsar la devoción mariana, el 24 de septiembre de 1962 —festividad de Nuestra Señora de la Merced—, como reza la escritura notarial, se suscribió un contrato de enfiteusis o “treudo” —en su acepción aragonesa de origen medieval—, entre el señor Obispo de Barbastro, Jaime Flores Martín y el Opus Dei junto con una sociedad anónima. Está inscrita en el Registro de la Propiedad de Benabarre. La diócesis cedía a perpetuidad la antigua ermita con la Virgen, reservándose el dominio directo, a cambio del pago de un censo enfitéutico anual de 3.200 pesetas, ahora serían 889,20 €, con determinadas condiciones. Cuatro años más tarde, el 8 de septiembre de 1966, los firmantes del censo enfitéutico convienen —sin modificar el anterior contrato— la necesidad de realizar un nuevo templo más grande para acoger a los peregrinos. Se acuerda colocar la imagen de la Virgen de Torreciudad, previa restauración, en este nuevo santuario, que forma una unidad arquitectónica con la ermita primigenia. Así, el 7 de julio de 1975, quedó inaugurado el nuevo santuario, construido por el arquitecto Heliodoro Dols, de ladrillo a caravista y alabastro. Acaba de cumplirse 50 años del nuevo santuario. Durante este tiempo más de diez millones de peregrinos han visitado Torreciudad, entre ellos cientos de jiennenses. Han acudido a Torreciudad más de 500 advocaciones de la Virgen de todo el mundo, con grupos de cien países. Torreciudad es el tercer destino turístico de Aragón. Junto con los santuarios de El Pilar, Montserrat, Lourdes y Maritxell, forman parte de una Ruta Mariana, en torno a los Pirineos. El 17 de julio de 2023, el Obispo de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez Pueyo, nombra de forma unilateral al rector del Santuario de Torreciudad, en contra de los estatutos vigentes, al entender que no es válido el contrato de censo enfitéutico. Ante dicho nombramiento, la prelatura de la Obra formula recurso ante la Santa Sede. El 22 de julio de 2023, la diócesis barbastrina interpone un acto de conciliación ante la jurisdicción civil, solicitando la restitución de la Virgen de Torreciudad a su ermita originaria. Hasta la fecha no se ha presentado la demanda en los juzgados. El 9 de octubre de 2024, el Papa Francisco nombra a un Comisario Pontificio para que dictamine sobre este litigio. El 1 de julio de 2025, el Ordinario del lugar solicita —pese a estar “sub iudice”—, la devolución de la Virgen de Torreciudad a su ermita originaria y que el nuevo santuario sea erigido con rango internacional. El 8 de septiembre de 2025, en la homilía de la celebración de la Natividad de la Virgen, el prelado diocesano vuelve a insistir en que la Virgen de Torreciudad retorne a su ermita original por “la dignidad de nuestro pueblo”. Se toma este tema como un asunto personal, y amenaza con dimitir, pese a que le quedan 6 años. Hasta el punto de rememorar al anciano Eleazar, que prefirió ser martirizado antes que incumplir la ley de Dios, al ser forzado a comer carne de cerdo. Ahora, sin aportar prueba alguna, saca a colación unas cartas del Papa Francisco de 2023 diciéndole: “Ángel, no cedas”; una charla en septiembre de 2024: “¿Ángel, bajaron ya la Virgen?”; y, finalmente, que el pontífice antes de fallecer le advirtió el 13 de octubre de 2024: “que tuviera cuidado con las intrigas mafiosas que están en curso en torno a este asunto”. En mi opinión personal, y con el debido respeto, si el señor Obispo de Barbastro considera que el contrato de enfiteusis celebrado hace 63 años no es válido, pese a que sus seis antecesores no pensaran lo mismo, tendría que acudir a los juzgados. Estas acusaciones genéricas en sede catedralicia y prevaliéndose del cargo, resultan sorprendentes. Habría que intentar no perder el Oremus.