
06 MAYO 2025 | Las Divinas Palabras de Ernesto Medina
Jaén - Publicado el
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Antes de comprar para el desayuno de los domingos la rosca de tallos en la cuesta de San Andrés, mi padre nos llevaba a oír misa en la Santa Capilla. “Lo crucificaron en aspa porque el apóstol no se consideraba digno de la misma muerte que el Maestro. Algunas banderas incorporan esta cruz. Por ejemplo, la de Escocia”. Aunque ya me sabía la historia, volvía a preguntar “papá, ¿y San Pedro?”. Pacientemente repetía que al primer Papa lo crucificaron boca abajo en la colina del Vaticano por la misma razón que alegó San Andrés, respeto a Jesucristo.
Mi padre era miembro de la Santa Capilla y Noble Cofradía de la Limpia Concepción de Nuestra Señora, que los giennenses popularmente conocemos como la Santa Capilla de San Andrés. Fundada por Gutierre González Doncel además del culto a la Inmaculada Concepción se ha dedicado durante varios siglos a la beneficencia, bien sea procurando dote a doncellas sin recursos, asistiendo a los pobres o enseñanza a los desfavorecidos. Mi padre, una vez jubilado, subía todos los martes a San Andrés. Con su inseparable Emilio Ortega, secretario quasi perpetuo de la Cofradía. Se había encomendado la tarea de inventariar, para su posterior reclamación, el legado litúrgico y artístico que la Santa Capilla había cedido a parroquias más necesitadas. Compartía su amor por la institución con mi madre, que lo acompañaba cada festivo a misa y en las celebraciones solemnes. Allí celebraron sus bodas de plata.
Yo nací en un dormitorio, cuyo balcón daba a la calle Maestro Bartolomé. Mi madre me recordaba, “la reja de san Andrés, una obra maestra, es suya. Además, el artesonado, el retablo y la puerta mudéjar. Ay. Si en Jaén valorásemos el patrimonio que tenemos…”.
Cada vez que escucho algo relacionado con la Santa Capilla pienso la satisfacción que deben de albergar mis padres cuando acontecen hechos memorables como la restauración, patrocinada por la Caja Rural, de doce cuadros pintados al óleo sobre planchas de cobre que narran la vida de José. Durante un tiempo se albergó la esperanza de atribuirles una autoría que los convirtiera en una obra de alcance mundial. No ha podido ser. Lo cual no empece para el valor de su mérito artístico. Por todo ello, los cofrades deberían estudiar fórmulas para que sus tesoros fueran de dominio público. Por ejemplo, que incorporen una visita a San Andrés de los huéspedes del alojamiento turístico que pretenden abrir en la calle Almenas. Porque la Santa Capilla es esencia giennense.
Palabras, divinas palabras.



