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Mons. José Vilapla Blasco, Obispo emérito, Hijo Adoptivo de Huelva.

Desde el primer momento de su llegada, supo D. José ver el potencial que tenía la Virgen del Rocío y la devoción que por Ella tenían tantas personas de Huelva y España

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Juan Ignacio Reales | Doctor en Derecho. Ex-Presidente de la Hermandad Matriz de Ntra. Sra. del Rocío.

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 09:36

Recibo con inmensa alegría, el nombramiento de nuestro Obispo emérito, D. José Vilaplana, como Hijo Adoptivo de Huelva, según se hizo público a principios de esta semana. Nadie como él para tan merecido reconocimiento, que además es también un honor para la capital de nuestra provincia, contar con una persona como D. José, como Hijo Adoptivo.

Son sin duda muchos sus méritos para esa distinción, a los que también me gustaría añadir, aquellos a los que se hace acreedor, por su contribución a difundir la devoción a María Santísima del Rocío, desde su ministerio episcopal en nuestra diócesis, así como por su constante apoyo a la Hermandad Matriz y a cuantas iniciativas y proyectos pusimos en marcha en los últimos años, por contar siempre con su ayuda y aliento.

Desde el primer momento de su llegada a nuestra diócesis, supo D. José ver el potencial que tenía la Virgen del Rocío y la devoción que por Ella tenían tantas personas de Huelva y de toda España, como un recurso pastoral extraordinario y como instrumento de evangelización.

Con esos objetivos, trabajó siempre con el firme propósito de extender y engrandecer la devoción a Santa María del Rocío, al mismo tiempo que señalaba como prioridad, la necesidad de mantener su autenticidad, para que el Rocío fuera ante todo, una escuela de vida cristiana, en el seno de la Iglesia, en el que el ejemplo de María, nos llevara siempre hacia su Hijo, y a una vida cristiana plena y comprometida.

Por ello, en sintonía con la Hermandad Matriz y aunando esfuerzos, apoyó e impulsó numerosas iniciativas, muchas de ellas novedosas y de enorme trascendencia para la historia del Rocío, entre las que podrían destacarse la concesión del primer Año Jubilar del Rocío, con motivo del bicentenario del Rocío Chico y de la Venida de la Virgen del año 2012, y la concesión del título de Santuario Nacional, al del Rocío, otorgado por la Conferencia Episcopal Española.

Estas dos iniciativas, supusieron un impulso importante al Rocío, que rompió sus fronteras naturales, trascendiendo a su propio ámbito, el de las Hermandades y la familia rociera, para convertir al Santuario y a esta devoción mariana, en una de las más importantes manifestaciones de la piedad popular en España, y en uno de los primeros destinos de peregrinaciones, de España y de más allá de nuestras fronteras, al que acudían devotos de muy diversa procedencia (hermandades de penitencia o de gloria, parroquias, escuelas, colectivos profesionales, etc…) llevados sólo por el atractivo y la devoción que suscitaba esta Imagen, que trascendía y convivía, con las otras muchas devociones particulares, de los que acudían a postrarse a las plantas de la Virgen del Rocío.

A ello, había que añadir otras muchas ocasiones e iniciativas en las que D. José mostró siempre su interés por esta devoción mariana, como su compromiso con los jóvenes, impulsando la organización en la aldea del Rocío, de las Jornadas de la Juventud, con jóvenes de todas las diócesis andaluzas, y con sus obispos al frente, coincidiendo con las JMJ con el Papa, cuando éstas se celebraron en otros contientes. O uniéndose a esos miles de jóvenes rocieros, en su peregrinar hasta el Santuario desde Almonte, a los que acompañaba a pie, como un peregrino más, por nuestros caminos.

Fue al mismo tiempo, un magnífico embajador del Rocío, en toda España y especialmente entre sus hermanos en el episcopado español; a muchos de ellos, los invitaba personalmente a conocer el Rocío, en la Romería o en cualquier otro momento del calendario rociero, para que conocieran de primera mano, la auténtica realidad de esta devoción mariana.

Nos ayudó a que pudiéramos hacernos presente en Roma, en algunos eventos de especial interés, y hasta la sede de San Pedro acudimos como peregrinos, acompañándonos D. José en algunas ocasiones, para participar en Encuentros o Congresos sobre santuarios, peregrinaciones u otras manifestaciones de la piedad popular, junto a otras realidades, instituciones o hermandades de todo el orbe católico, insistiendo así en la eclesialidad y catolicidad del movimiento mariano rociero.

El Rocío pudo contar con D. José cada vez que lo necesitábamos, siempre acudió a nuestra llamada y atendió nuestras invitaciones, tanto las de la Hermandad Matriz, como las de la capital, Huelva y Emigrantes, o cualquiera otra hermandad del Rocío.

Por ello, me llena de alegría este reconocimiento del Ayuntamiento de Huelva, al nombrar a D. José Vilaplana, Hijo Adoptivo de la ciudad. Y he querido añadir a los muchos méritos que le hacen acreedor a esa distinción, los que también tiene con la devoción rociera, y desde aquí, junto a mi felicitación, expreso así también mi reconocimiento y gratitud a D. José, lo que a buen seguro comparten muchos devotos rocieros.


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