De Nueva Zelanda a la Subbética: la historia de Rubén y Océane, una pareja que encontró su paraíso en Iznájar
A veces, los mejores destinos no están al otro lado del planeta, sino más cerca de lo que imaginamos

Conocemos la historia de Rubén y Océane
Córdoba - Publicado el
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Rubén Hurtado nació en Olot, una pequeña ciudad situada en la comarca de La Garrotxa, al noreste de Cataluña. Rodeado de volcanes dormidos y paisajes verdes, este enclave catalán, a poco más de 50 kilómetros de Girona y no muy lejos de la frontera francesa, fue el punto de partida de una historia de amor y viajes que terminaría, años después, en un rincón blanco y soleado de la Subbética cordobesa.
Allí conoció a Océane Duteil, natural de Les Sables d’Olonne, una ciudad costera del oeste de Francia, en la región de Países del Loira, famosa por sus playas, sus regatas y su historia marinera. Ella había llegado a Cataluña como profesora de inglés, y fue a través de amigos en común como sus caminos se cruzaron. “Nos conocimos en mi pueblo, en Olot”, cuenta Rubén. “A partir de ahí empezamos a compartir caminos… y continentes”.
Y así fue. Tras un tiempo en Cataluña, decidieron emprender juntos una aventura en el otro extremo del mundo: Nueva Zelanda. Allí vivieron varios años, en un entorno natural impresionante pero con inviernos especialmente duros. “Llegábamos a estar a -15 grados”, recuerda Océane. “Nos apetecía algo más amable, más cálido. Así que empezamos a imaginar un nuevo lugar donde vivir”.

Un espacio de su alojamiento turístico
Ese nuevo lugar acabaría siendo Andalucía, aunque aún no lo sabían. Un viaje de exploración por el sur de España lo cambió todo. “Visitamos Granada y me enamoré”, dice Océane en un español que maneja con soltura y una sonrisa constante. “La gente era tan amable, tan paciente con mi idioma… Y luego el color de los pueblos, las macetas azules, las flores… Yo quería vivir aquí”.
Cuando decidieron buscar un lugar definitivo para asentarse, la brújula ya apuntaba al sur. Explorar la provincia de Córdoba les llevó hasta Iznájar, un municipio encalado que corona una colina y se asoma a uno de los embalses más grandes de Andalucía. “Fue un flechazo”, reconocen los dos. “Nos atrapó el paisaje, la tranquilidad, la luz… y la gente”.
Desde entonces, no solo viven en Iznájar, sino que se han convertido en parte activa de la vida local. Han rehabilitado un antiguo edificio para crear su propio alojamiento rural: Villa Moana. “Queríamos compartir con los demás este lugar tan especial. Enseñar la belleza de Iznájar, su tranquilidad, sus vistas, sus gentes…”, explican. El nombre que eligieron es un guiño a su etapa en Nueva Zelanda: Moana significa “océano” en maorí, un término que también rinde homenaje a los orígenes de Océane.

Rubén y Océane, en la recepción de su alojamiento turístico
Rubén, por su parte, ha recuperado con entusiasmo las tradiciones y el ritmo del sur. Y más aún en mayo, un mes que en Córdoba se vive con intensidad. “Es un mes espectacular. Todo se llena de movimiento, los visitantes vienen a ver los patios, los rincones… Aquí en la Subbética se nota mucho. Es un mes para disfrutar”, asegura. Océane se ha contagiado de esa pasión por las flores y los patios: “Ahora quiero ser como los andaluces, como los cordobeses. Ahora tengo mis propias plantas y cuido mi espacio con flores, como hace todo el mundo aquí”.
Aunque ella lleva muchos años lejos de su país natal, no le pesa la distancia. “Me fui joven de casa. He pasado por Australia, por México… Estar lejos no me resulta difícil. Pero ahora, al vivir en Andalucía, estamos más cerca de Europa. Es más fácil ver a la familia, moverse, viajar”.
Tanto se han adaptado a su nuevo entorno que el entusiasmo ha sido contagioso. “Mis padres y mi abuela se han venido a vivir a Rute, un pueblo cercano”, cuenta Rubén. “Están encantados. Aquí se respira tranquilidad, belleza y calidad de vida”.
Y así, entre olivos centenarios, embalses que parecen mares y casas blancas que brillan al sol, Rubén y Océane han encontrado mucho más que un lugar para vivir. Han construido un hogar. Un espacio donde emprender, acoger, cuidar y disfrutar. Desde su Villa Moana, abren las puertas de su paraíso personal a quienes buscan lo mismo que ellos un día soñaron: un lugar con alma, buen clima y gente cercana.
Quizá por eso, su historia es también la historia de muchas personas que, viniendo de lejos, se enamoran de la provincia de Córdoba. De sus pueblos, sus paisajes y, sobre todo, de la forma de estar en el mundo que aquí se respira. Porque a veces, los mejores destinos no están al otro lado del planeta, sino más cerca de lo que imaginamos.