La educación en salud, clave para combatir la desigualdad alimentaria en barrios vulnerables de Córdoba
El proyecto "E-ducass" analiza la situación de unas 600 personas en situación de exclusión y vulnerabilidad, incluyendo 140 menores de entre 12 y 19 años

Entrevista a Pablo Pérez, director Científico del IMIBIC
Córdoba - Publicado el - Actualizado
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Comer bien se ha convertido en un auténtico lujo para muchas familias. El precio de los alimentos sigue subiendo, los salarios apenas dan para cubrir los gastos básicos y, en ese escenario, mantener una alimentación equilibrada es una misión cada vez más difícil. Pero la salud empieza, literalmente, por lo que ponemos en el plato. Por eso, iniciativas como ‘e-ducass’, del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (Imibic), se presentan como una herramienta poderosa para reducir la desigualdad en salud que afecta a los barrios más vulnerables.
“El mejor medicamento para luchar contra la inequidad en salud es la educación en salud”, afirma el director científico del Imibic, Pablo Pérez Martínez, catedrático de la Universidad de Córdoba. Y precisamente, una de las premisas fundamentales de ‘e-ducass’ es esa: revertir la influencia negativa que tiene la mala alimentación sobre la salud cardiovascular en personas con escasos recursos económicos y escasa formación nutricional. Es lo que se conoce como inseguridad alimentaria.
El proyecto, financiado por el Instituto de Salud Carlos III, analiza la situación de unas 600 personas en situación de exclusión y vulnerabilidad, incluyendo 140 menores de entre 12 y 19 años, procedentes de barrios como Palmeras, Moreras y Sector Sur–Guadalquivir. El estudio muestra datos preocupantes. Solo un 2% de los adolescentes presenta una buena adherencia a la dieta mediterránea, frente a un 98% que la sigue de forma media o baja. “Es una cifra bajísima”, apunta Pérez, que compara estos datos con el estudio Pasos, de la Fundación Pau Gasol, donde el porcentaje de adherencia ronda el 35%, aunque también es mejorable.

Pablo Pérez - Director Científico IMIBIC
Otro dato llamativo es el del sobrepeso, que afecta al 41% de la muestra analizada, una cifra que casi duplica el porcentaje registrado en el estudio Pasos. Además, apenas un 8% realiza 60 minutos diarios de actividad física, como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS), y el uso de pantallas entre los menores es excesivo: solo un 14% limita su uso a menos de dos horas diarias entre semana, y solo un 7% lo consigue los fines de semana.
Frente a este panorama, ‘e-ducass’ apuesta por soluciones realistas y accesibles. Una de sus claves es enseñar a estas familias a hacer una compra saludable, económica y de temporada. “Si en verano hay frutas como el melón, la sandía o el tomate a buen precio, es una buena oportunidad para mejorar la dieta. Igual ocurre con pescados como los boquerones o las sardinas, que son una excelente fuente de omega 3 y más asequibles que otros productos del mar”, explica el director del Imibic. También se promueve el consumo de productos frescos frente a ultraprocesados, que suelen estar cargados de azúcares, grasas ocultas o sal.
Uno de los grandes aciertos del programa es su enfoque digital. El equipo del Imibic ha comprobado que los contenidos breves en formato ‘reel’, vídeos de TikTok o infografías enviadas por WhatsApp tienen un mayor impacto que las charlas presenciales. Esta herramienta, además, tiene bajo coste, es intuitiva y permite mejorar la alfabetización en salud de manera eficaz.
Pero el objetivo del Imibic va más allá de Córdoba. El proyecto ya cuenta con financiación europea para analizar si el modelo digital usado en ‘e-ducass’ se puede aplicar en otros países, como Portugal o Taiwán, y comprobar si logra los mismos resultados en distintos contextos. Una vez completado el análisis de la intervención, se evaluará si se han conseguido mejoras en los factores de riesgo cardiovascular y cuál ha sido la estrategia más eficaz para cambiar hábitos nocivos.
El director del Imibic insiste en que este tipo de iniciativas deben complementarse con otras medidas estructurales, como garantizar una alimentación saludable en los comedores escolares, fomentar el ejercicio físico desde la infancia y coordinar la acción entre instituciones para frenar el avance de la obesidad infantil y juvenil, especialmente en los barrios más empobrecidos.
Porque la salud no puede depender del nivel de ingresos. Y porque la información, cuando es útil, cercana y práctica, puede convertirse en el mejor antídoto frente a la desigualdad.