El apagón en Córdoba puso en peligro a pacientes dependientes de electricidad: la historia de Teresa y Antonio en La Carlota
La historia de este matrimonio es solo un ejemplo de cómo una situación inesperada puede convertirse en crítica

Teresa y Antonio
Córdoba - Publicado el - Actualizado
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El gran apagón eléctrico del pasado lunes 28 de abril, que dejó sin luz a miles de hogares en Córdoba y su provincia durante horas, fue para muchos una molestia. Para otros, una preocupación. Pero para Teresa y Antonio, vecinos de La Carlota, supuso mucho más: una amenaza directa a la vida.
Antonio convive desde hace años con la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), una afección respiratoria que provoca una obstrucción persistente del flujo de aire en los pulmones. Esta dolencia, progresiva y sin cura, se manifiesta con dificultad para respirar, tos crónica y necesidad de oxígeno continuo. En su caso, depende de una máquina que le suministra oxígeno las 24 horas del día. Por eso, cuando se corta la electricidad, su tranquilidad se apaga con el mismo chasquido que silencia las luces.
Teresa recuerda perfectamente cómo vivieron ese lunes. “Yo estaba en el supermercado, haciendo unas compras. Justo al llegar a la caja para pagar, se fue la luz. Al principio pensé que era algo puntual del establecimiento, pero al acercarme a la farmacia y ver que también estaba a oscuras, supe que era algo más serio”, relata ahora con serenidad, aunque el recuerdo aún le sacude por dentro.
Su reacción inmediata fue intentar llamar a Antonio. No hubo respuesta. “En ese momento me temí lo peor”, confiesa. Salió corriendo al coche, pero al llegar a casa, se dio cuenta de que había dejado las llaves.. “Por suerte, Antonio escuchó el coche y pudo abrirme. Su máquina estaba ya funcionando al mínimo, y él, como siempre, con su calma, me dijo: ‘En estos casos, lo mejor es estar tranquilo’”.
Pese a los nervios, Teresa no perdió la cabeza. Intentó contactar varias veces con el 112, aunque en esos momentos las líneas estaban saturadas por la magnitud del apagón. Finalmente, logró hablar con emergencias, y enviaron una ambulancia. Pero la espera parecía eterna. La incertidumbre de no saber cuándo regresaría el suministro eléctrico aumentaba su angustia.
“Como la ambulancia no llegaba y no sabíamos cuánto iba a tardar, decidimos llevarlo nosotros mismos al Centro de Salud”, cuenta Teresa. Pero una vez allí, el centro tampoco podía darle la solución durante todas las horas que quedaban por delante.
Fue entonces cuando llegó la alternativa que marcó la diferencia: desde el centro les propusieron trasladarse a la Residencia de Mayores de La Carlota, que sí contaba con suministro y generadores. Allí, no solo pudieron conectar la máquina, sino que también encontraron algo más: tranquilidad, ayuda desinteresada, empatía.
“Nos ofrecieron comida, cama, un lugar donde estar seguros. Y sobre todo, comprensión”, dice Teresa. Antonio asiente con una sonrisa agradecida. “A veces, en los peores momentos, es cuando aparecen los mejores. Esa noche conocimos a personas que fueron como ángeles”.
La historia de Teresa y Antonio es solo un ejemplo de cómo una situación inesperada puede convertirse en crítica para quienes dependen de recursos básicos como la electricidad para vivir. Más allá de las molestias diarias que causó el apagón, su experiencia pone el foco en la necesidad de prever soluciones para casos de especial vulnerabilidad.
“De esto aprendemos dos cosas”, reflexiona Teresa. “Primero, que hay que estar preparados. Segundo, que no estamos solos. Hay gente buena, y eso también hay que decirlo”.
En medio del desconcierto general del lunes, con comercios cerrando a oscuras, farmacias sin sistema, vecinos preocupados y servicios colapsados, la respuesta comunitaria fue, en muchos casos, el salvavidas. La implicación del personal sanitario, trabajadores sociales y responsables de la residencia fue clave para evitar que la historia de Antonio acabara de otro modo.
El corte de luz generalizado, que dejó sin suministro a miles de usuarios durante horas, afectó a hospitales, centros de salud, transporte y hogares. Pero más allá de los datos técnicos o los informes de las compañías, lo que queda es el testimonio de personas como Antonio y Teresa: un recordatorio de que detrás de cada apagón hay una historia. Y a veces, una vida que depende de un enchufe.