Dentro de la visita apostólica del Papa Francisco a la antigua Birmania, el encuentro con el Consejo Supremo de la “Shanga” de los monjes budistas ha tenido una especial relevancia. Este encuentro ha sido trascendental para el diálogo interreligioso y para la adecuada comprensión de lo que la religión aporta al desarrollo integral de los pueblos mediante el compromiso por la paz, el respeto a la dignidad humana y la lucha por la justicia.

El Papa era consciente de que algunos responsables religiosos de Myanmar, en vez de sembrar la paz y la convivencia, han alentado el odio y la violencia contra las minorías religiosas. Por eso ha trazado un delicado discurso enmarcado en la narrativa del encuentro, en el que ha subrayado el gran desafío que supone abrir a las personas a la trascendencia para que sean capaces de mirar hacia su interior y conocerse a sí mismos como forma de reconocer al otro.

Esta sabiduría religiosa, y por tanto plenamente humana, permite “curar las heridas de los conflictos que a lo largo de los años han dividido a personas de distintas culturas, etnias y convicciones religiosas”, ha recalcado Francisco. En esta tarea, los líderes religiosos tienen la responsabilidad de ser ejemplo “por su espíritu de imparcialidad y de recíproca solidaridad ante los desafíos y las necesidades del momento presente”.