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Diego Urdiales, un lujo verlo torear

Diego Urdiales ha dado la única vuelta al ruedo en una mala corrida de Juan Pedro Domecq. Morante y Manzanares fueron ovacionados.

Templado derechazo de Diego Urdiales a su primer toro, con el que dio la vuelta al ruedo

 Templado derechazo de Diego Urdiales a su primer toro, con el que dio la vuelta al ruedoTOROMEDIA

Manuel Viera | Sevilla

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 07 may 2019

En el arte sólo hay un factor que pone a uno, por encima de rangos y gustos, en su sitio: el tiempo. El tiempo puede ser caprichoso, pero siempre será justo. Venga esto a cuento con lo dicho y hecho por Urdiales al segundo toro de la descastada, floja y nobilísima corrida de Juan Pedro Domecq. Un toreo rico en matices y en pureza que se iba quedando en la cuneta del olvido desde hace años en esta plaza. Es seguro que, a estas alturas, aún tiene todavía algunas cosas que decir el diestro de Arnedo. Sobre todo, abrir la mente a la pureza de unas formas dónde siempre queda algo por descubrir.

Al riojano le sobra la técnica. Con conocer al toro, esto es, su embestida, le basta. Así las cosas, la faena al noble y parado animal tuvo la virtud de esas delicadezas que construyen la estructura de la lidia. Aunque falte la ligazón, la continuidad de contenidos, pero, a veces, el sensacional detalle de una verónica, un natural o trinchera, los es todo. Ingredientes para gustar y gozar, sin contundencia, sí, pero sin nada de virguerías superfluas, sino esenciales, intensivos, rompedores y atractivos. Y todo sin toro que transmitiera la emoción que el toreo pedía. Un lujo de concepto. Una tauromaquia para almas sensibles que tal vez se conmovieran con formas tan artísticas como diferenciales y puras.

La verónica tuvo un grado de calidad apenas imaginado. El toreo diestro fue de alta nota y un natural tuvo el sensitivo embrujo para deslizarse al borde mismo de la emoción. Momentos de verdadero interés, sobre todo, en el aroma clásico del toreo diestro. Fue faena de incuestionable atractivo. Pese a la flojedad del toro, Diego, se mostró personal, sincero y natural. Y pese a la fea y baja estocada, la ovación fue de órdago. La vuelta al ruedo tan lenta como su toreo.

Se volvió a sentir el aroma de su capote con el descastado y soso quinto. Y de nuevo la modélica versión de la trinchera, el toreo por bajo y los cambios de manos, durante una lidia discontinua e intermitente. Dentro de la calidad artística de lo realizado, el toreo de Urdiales estuvo lejos de la emoción. Esa, quizá, pertenecía a esa otra esfera de un toro bravo, hoy, ausente en la plaza.

Unos lances que alcanzaron su epicentro en la armónica simbiosis entre la despaciosidad y el ritmo, confluencias de un particular estilo donde la verónica, y la media, han terminado por convertirse en marca. Peculiaridad de un lance de reconocible y diferencial factura con el que Morante inició la lidia al primer toro que, después, acabaría parándose. Porque al “juanpedro” le desequilibró las altas dosis de nobleza con la escasez de casta. Y así imposible. Tan imposible, que al diestro cigarrero le costó un mudo cogerle el sitio. Algún que otro molinete y el atractivo de un discontinuo toreo de diestro completaron la lidia.

El cuarto, un inválido, lo echaron de nuevo para chiqueros y al torero de la Puebla no le gustó. Como no le gustó el seco albero, que mandó regar en el ecuador del festejo. Entre devoluciones y riego tres horas de festejo. Incasable esta Maestranza en corridas de largo metraje. Tampoco le gustó que la banda de Tejera no amenizara su obra. Y se enfadó con el maestro y… con el toro, porque inicio la obra con seguridad y valor para alcanzar la ligazón y la brillantez en series de muletazos diestros. También el natural tuvo singular expresividad. Faena con detalles vivamente interesantes. Acabó con ayudados por alto con sabor. Pinchó antes de hundir el acero.

El tercero fue una birria -al que picó magistralmente “Chocolate”- que se paró a las primeras de cambios y, Manzanares, desistió pronto y lo mato mal. Con el sexto, el destacado del penoso encierro por nobleza, fondo y clase en las embestidas, el diestro alicantino pudo mostrar el atractivo y encanto de su toreo con la derecha. Fueron muletazos de mano baja, mandones, de trazo muy despacio, largos y rematados, que calaron de inmediato en la gente. Aunque hizo su toreo elegante, incluso con la izquierda, a la faena le faltó contenido y sinceridad. Además, pinchó antes de logra la estocada.


FICHA DEL FESTEJO 

Sevilla, lunes 6 de mayo de 2019. 8ª de abono. Lleno de 'No hay billetes'

Toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados, muy nobles, flojos y descastados. El cuarto se lidió como sobrero. Terminó parándose el primero; sin fondo el segundo; descastado y parado el tercero; Sin fuerza el cuarto, lidiado como sobrero; soso y falto de casta el quinto; noble con fondo y clase en las embestidas el sexto.

Morante de la Puebla, silencio y saludos tras aviso.

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Diego Urdiales, vuelta al ruedo y silencio tras aviso.

José María Manzanares, silencio y saludos.

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