SEVILLA - 11ª de abono
Perera y 'Anárquico' incendian Sevilla, pero el descabello apaga la gloria
Brava corrida de Santiago Domecq con un segundo premiado con la vuelta al ruedo. El extremeño perdió el triunfo por el descabello. Discreta tarde de Escribano y Borja Jiménez.

Miguel Ángel Perera y 'Anárquico' de Santiago Domecq
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La Maestranza vivió este lunes una de esas tardes que dejan un regusto amargo, no por falta de bravura, sino por exceso de desperdicio. La corrida de Santiago Domecq, de imponente presencia y raza de principio a fin, mereció más. Mucho más. Pero la terna compuesta por Manuel Escribano, Miguel Ángel Perera y Borja Jiménez no logró convertir la bravura en trofeos, y los seis toros se fueron al desolladero con las orejas intactas.
El protagonista de la tarde fue, sin duda, "Anárquico", un colorado de 558 kilos que encandiló por su codicia y entrega. Miguel Ángel Perera lo toreó con aplomo y autoridad, imponiéndose sin ser desbordado, pero el viento y su falta de contundencia con los aceros echaron por tierra una faena que, de haber sido rematada, habría merecido premio. Aun así, la plaza reconoció la bravura del toro con una vuelta al ruedo en el arrastre y ovacionó al torero.
El resto de la tarde mantuvo el nivel ganadero, aunque sin igualar al segundo. Manuel Escribano se topó con dos toros de desigual comportamiento. El primero, de gran movilidad, no terminó de acoplarse con un torero que, condicionado por el viento y ciertas imprecisiones, no logró sacar partido a la embestida. El cuarto, de templada clase, fue tratado con suavidad, pero la faena no rompió por falta de continuidad y ligazón.
Borja Jiménez, por su parte, se encontró con un sexto toro de los que ponen la plaza en pie: hondo, con cuajo, poderío y una bravura de bandera. Desde la larga cambiada en chiqueros hasta la pelea en varas, el astado pidió guerra. Jiménez se mostró firme, pero su voluntad no bastó para domeñar la intensidad de su oponente. Faltó gobierno, sobró desconcierto, y la oportunidad se esfumó.
El tercero, primero del lote de Borja Jiménez, fue otro toro con transmisión y fondo, aunque su condición fue mermando tras un inicio prometedor. El sevillano comenzó la faena por abajo, con doblones exigentes que, aunque lucieron poderosos, terminaron pasándole factura al toro, que fue perdiendo celo y largura en sus embestidas. Jiménez, pese a su voluntad, no supo dosificar ni acompasar la bravura del animal, que pedía entrega y técnica para mantener el ritmo. El resultado fue una faena deslavazada, sin estructura ni ligazón, que dejó la sensación de que había más toro que torero.