TOROS MANZANARES
Ferrera y Juan Leal triunfan con una corrida de gran clase en Manzanares
Julio César Sánchez
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Julio César Sánchez
Los diestros Antonio Ferrera, con oficio, y Juan Leal, con entrega, triunfaron hoy en la plaza de toros de Manzanares, aprovechando la clase de tres excelentes toros de una corrida de la divisa salmantina de Castillejo de Huebra, tras cuya lidia ambos salieron a hombros.
Con un tercio de entrada en los tendidos, se lidiaron seis toros de Castillejo de Huebra, correctamente presentados: el primero, inválido; el segundo, enclasado; el tercero, a menos; buenos cuarto y quinto, con clase y duración; y manejable el sexto.
Antonio Ferrera, de sangre de toro y oro: ovación y dos orejas. Juan Leal, de verde hoja y oro: dos orejas y vuelta. Carlos Aranda, de blanco y oro: ovación tras aviso y silencio tras dos avisos.
Joao Ferreira, Alberto Carrero, Curro Javier y Javier Sánchez saludaron en banderillas.
Antonio Ferrera poco pudo rascar del muy flojo primero, que quedó rozando la invalidez tras sendas volteretas, y la buena estocada cobrada al primer intento no fue mérito suficiente para la concesión de la oreja solicitada por el público.
Sin embargo, el extremeño se explayó en el buen cuarto, al que cortó dos orejas después de torear con vistosidad de capote, y dar pases de todas las marcas, unos deletreados y otros eléctricos, que contó con el vibrante apoyo de los tendidos que le pidieron las dos orejas.
Juan Leal quedó prácticamente inédito en el segundo en los primeros tercios, pero inició el último de rodillas en los medios y, con el toro arrancándose con brío, fijó la atención del público en una faena en la que el de Castillejo de Huebra embistió con clase y flexibilidad, a pesar de su medida fuerza a una muleta que le vació a media altura para no acabar con su fuelle.
Muy similar fue el trasteo protagonizado por el francés ante el buen quinto, pues repitió inicio de faena y anduvo "a gorrazos" con la noble embestida de su antagonista murubeño, alternando mando y alardes, antes de que el fallo a espadas en tres ocasiones le privara, como mínimo, de otras dos orejas.
El tercero hizo "el avión" en los capotes, presagiando embestidas de ensueño, pero eso sólo se materializó en dos series para, a continuación, apagarse sin remisión. En ese ínterin, Carlos Aranda lo pasó con compostura aunque por la periferia sin que el trasteo tomara altura.
El sexto no alcanzó el nivel de segundo, cuarto y quinto, pero "se dejó" mucho, y el de torero de Daimiel volvió a instrumentar un trasteo aparente, abundante y sin excesivo ajuste, rematando mal con los aceros, hasta escuchar dos avisos.
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