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El festival de Eurovisión más caótico: boicots, extrema seguridad y miles de entradas sin vender

La delicada situación en Gaza y el temor a ver gradas vacías marcan el arranque del festival

El festival de Eurovisión más caótico: boicots, extrema seguridad y miles de entradas sin vender

 

Javier Escartín
@javierescarting

Coordinador digital del Grupo COPE

Enviado especial a Tel Aviv (Israel)

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 01:15

Eurovisión 2019 alza el telón este martes con la celebración de la primera semifinal, en la que competirán 17 países por diez plazas en la final. El programa de televisión más visto en el mundo aterriza por primera en Tel Aviv (Israel) rodeado de polémicas y diversos conflictos. Una ruleta rusa que ha marcado el devenir de esta edición, en peligro en varias ocasiones y que alcanza su semana cumbre con la amenaza de un conflicto armado, extrema seguridad, intentos de boicot y el cabreo de los seguidores más acérrimos por el alto coste de entradas y estancia en la ciudad más cosmpolita de Israel. 

Los desacuerdos entre los organizadores y el gobierno israelí han sido evidentes y han generado momentos de altísima tensión. En el mes de agosto, la televisión pública (KAN) y el gobierno liderado por Netanyahu dejaron en el aire la celebración del festival a cuenta del presupuesto. El Ejecutivo se negaba a asumir parte de los gastos del concurso y señaló que KAN debía asumir el coste del festival con su asignación anual. Algo que, según sus máximos responsables, era imposible sin hacer duros recortes al resto de programas propios de la cadena. Finalmente, la corporación pública pidió un préstamo de 70 millones de shekels (unos 17 millones de euros) al Ministerio de Finanzas, que deberá pagar en 15 años. El presupuesto total de Eurovisión será de unos 33 millones al sumarse los patrocinios, venta de entradas y cuotas de participación de los 41 países que se dan cita este año en Eurovisión para competir por el preciado micrófono de cristal. Además, en un primer momento el gobierno israelí tampoco quiso asumir el gasto necesario para la seguridad. El propio Supervisor Ejecutivo del Festival, Jon Ola Sand, publicó una carta en la que instaba al primer ministro Netanyahu a financiar la seguridad del evento. Finalmente, el gobierno cedió y distintos Ministerios se hicieron cargo de los 13 millones de shekels (más de tres millones de euros) que costará la seguridad fuera del recinto donde se celebra el festival.

La seguridad en esta edición será extrema, sobre todo a raiz de los últimos incidentes violentos en la franja de Gaza. Con los cantantes ya en Tel Aviv ensayando para el festival, Israel y Hamás bordearon hace una semana la guerra en Gaza en la mayor escalada de tensión en cinco años. Hamás y la Yihad Islámica dispararon más de 650 proyectiles, entre cohetes y granadas de mortero, hacia Israel, que causaron cuatro muertos. Las represalias de la aviación militar hebrea contra más de 320 objetivos de las milicias palestinas en Gaza se cobró por su parte la vida de 23 personas, entre ellas dos mujeres embarazadas y un bebé. En la madrugada del pasado lunes, ambas partes alcanzaron una tregua necesaria para que el festival pueda desarrollarse en un clima benigno aunque el temor a cualquier acto terrorista marca la agenda de la seguridad israelí. 

Precisamente, el conflicto con Palestina ha provocado a su vez un alud de peticiones de boicot a las distintas televisiones públicas que han decidido tomar parte del concurso. Distintos partidos de izquierda y varias asociaciones en países como Reino Unido, Suecia, Irlanda o España exigieron a sus gobiernos retirarse este año del certamen en protesta por la situación en Gaza. En septiembre, en torno a 140 cantantes, músicos, actores o escritores suscribieron una carta publicada en el periódico británico "The Guardian", en la que se argumentaba que no debería haber tratos con el Estado israelí hasta que los palestinos tengan "libertad, justicia e igualdad de derechos". Entre los firmantes había varios representantes del "Estado español" -tal como aparece escrito en la carta al lado de sus nombres-, como Marinah, Riot Propaganda, Lluís Llach, Fermín Muguruza, Julio Pérez del Campo, Mafalda, Pau Alabajos, Soweto o Zoo. Figuraban también los británicos Brian Eno, Ken Loach, Mike Leigh o Roger Waters; portugueses como José Mário Branco; los italianos de Radiodervish; Yann Martel, de Canadá, o la cantante francesa Francesca Solleville. Yonatan Shapira, Michal Sapir o David Opp, de Israel, firmaban también la misiva. En España, una veintena de periodistas pidieron a la presidenta de RTVE, Rosa María Mateo, que abandonara el concurso para no "contribuir a la normalización del apartheid". 

La presión no ha torcido la voluntad de ninguna televisión pública, puesto que sólo Bulgaria - por motivos económicos - y Ucrania - con la polémica elección de su representante - se han apeado del festival sin tener en cuenta estos llamamientos. La BBC dijo como respuesta:  "El concurso no es un evento político y no respalda ningún mensaje o campaña política. Siempre ha apoyado los valores de amistad, inclusión, tolerancia y diversidad, y no creemos que sea apropiado utilizar la participación de la BBC por razones políticas. Por eso participaremos en el evento de este año. El país anfitrión está determinado por las reglas del certamen, no por la BBC", explicaba. Artistas de todo el continente publicaron también un manifiesto en internet asegurando que "un boicot cultural no puede ser la respuesta al conflicto". 

Por si fuera poco, los eurofans también están molestos por la organización del concurso este año y el elevado dinero que se han visto obligados a pagar tras anunciarse Tel Aviv como la sedel concurso. Inmediatamente, los hoteles dispararon un 400% los precios de sus habitaciones por noche. Para colmo, la organización incrementó notablemente el precio de las entradas para ver en directo el show. El ticket más barato para la gran final ascendía a 280 euros. El pack para ver las dos semifinales y la final rozaba los 1.000. Pese a que el recinto es uno de los más pequeños de los últimos años en los que se va a celebrar el concurso, miles de entradas siguen sin venderse a consecuencia del alto precio. Tal el temor a tener las gradas vacías, que en los últimos días los organizadores israelíes han sacado promociones de 2x1 con la finalidad de animar a los fans y al público israelí a comprar los miles de tickets que siguen en caja.

Pese a todo, el festival encara su semana clave con el optimismo de que este año no hay un favorito claro y que los países presentan propuestas muy diversas y arriesgadas. Con un buen tiempo asegurado, Israel aprovecha esta oportunidad para dar todo el protagonismo a la música y a su capacidad de llevar al éxito el formato televisivo de más audiencia. 

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