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El relato de Santiago, el joven parricida de Elche: "Mi hermano trató de escapar, corrí tras él y lo cacé"

El pasado martes, Santiago, de quince años de edad; acabó con la vida de sus padres y su hermano en la finca privada de la famila por haber sido "castigado sin wifi"

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Alex García
TwitterRedactor en COPE Cantabria

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 10:25

Quizá sea uno de los tipos de asesinato más inexplicables y difíciles de comprender, aunque no por ello es imposible que ocurran. Las definiciones hablan del parricidio como el homicidio de parientes consanguíneos en línea recta u otros familiares cercanos, aunque más concretamente nos referimos a ello por el asesinato de los padres a manos de sus hijos. Un acto cruel y villano, solo fruto de un caso aislado en el que solo la enorme capacidad de sangre fría de un ser humano, sería capaz de realizar.

Los parricidios no son excesivamente comunes afortunadamente, en nuestro país no hace mucho que se produjo uno de características similares, fue el denominado como "Crimen de la Catana". José Rabadán tenía 16 años cuando la noche del 31 de marzo del año 2000 se fue a la cama con un objetivo en su retorcida mente: iba a ejecutar un sangriento plan en apenas unas horas porque quería quedarse solo en el mundo. Ya en la mañana del 1 de abril, se levantó, empuñó la catana que guardaba con celo en su habitación e irrumpió en la de sus padres.

A su madre no le dio tiempo a despertar: la mató mientras dormía. Su padre trató de defenderse, aquella afilada arma le arrancó tres dedos cuando trataba de protegerse la cara. El intento fue en vano: a su hijo no le costó demasiado seccionarle la cabeza, que metió después en una bolsa de plástico.

Después de acabar con sus progenitores, se dirigió a su hermana, una niña con síndrome de Down. Para ella, el destino también fue fatal. El cuerpo de la pequeña lo introdujo en la bañera, llena de agua; justo al lado, en el suelo, el del padre, mientras que el cadáver de la madre siguió desangrándose en la cama del cuarto principal.

Tras asesinar a su familia, Rabadán se cambió de ropa y puso rumbo a Barcelona, quería reunirse con una joven a la que había conocido por internet. Tres días después del triple asesinato, fue detenido. José Rabadán fue sentenciado a pasar ocho años en un centro de menores. El 1 de enero de 2008, a los 24 años, quedó en libertad.

Santiago y su frialdad

En el Crimen de Elche, las analogías son evidentes. Igualmente, el asesino acabó con la vida de sus dos padres y de su hermano, aunque esta vez con una actitud mucho más propia de una psicopatía que, sin embargo, no habría sido detectada hasta ahora. El pasado martes, en la finca de la familia y a causa de un castigo por sus malas notas, la familia castigó a Santiago sin internet y sin videojuegos.

Con las mismas, el muchacho cogió una escopeta y arremetió con sendos disparos a su madre. Mientras se desangraba, el menor de la familia, su hermano pequeño de 10 años, asustado trató de huir. Con la mayor de las velocidades posibles, el pequeño se dispuso a escapar por la puerta de la casa, pero la mente enferma de Santiago y su afán de matar, lo pudieron localizar. Un impacto de bala, y su hermano cayó inerte al piso.

Pasaron los minutos, las horas y la actitud de Santiago fue apática, aún quedaba un objetivo. Su padre estaba al llegar, venía de trabajar. En el momento que cruzó la puerta del hogar, Santiago preparó su rifle, dispuso su cañón y lo abatió. Tres disparos y una pregunta de incredulidad, dolor, y pesar de su padre: "¿qué haces hijo?, ¿estoy sangrando?".

El triple crimen se había consumado. Santiago cogió los cuerpos y los almacenó en el cobertizo de la casa, a escasos treinta metros del hogar de la familia. El muchacho adolescente volvió a la casa, se hizo la cena como si nada hubiera pasado, dejó los platos y subió a su habitación a jugar con sus videojuegos. Un relato macabro e inexplicable, que mantiene a Elche todavía en vilo. Una semana después de un parricidio de dimensiones inimaginables.


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