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Escuela mínima: aulas burbuja en el rural contra la despoblación y el virus

Son verdaderas aulas burbuja. En las escuelas unitarias de las zonas rurales no hay aglomeraciones y es posible el trabajo de una manera individualizada. Para este curso académico, como la pandemia obliga a ello, han adaptado su decorado a lo permitido, pues no quieren que los alumnos perciban tristeza.,A menos de veinte minutos de Santiago de Compostela hay un oasis infantil mínimo llamado Sabaxáns. Se encuentra en Bastavales, en el ayuntamiento co

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 12:28

Ana Martínez

Son verdaderas aulas burbuja. En las escuelas unitarias de las zonas rurales no hay aglomeraciones y es posible el trabajo de una manera individualizada. Para este curso académico, como la pandemia obliga a ello, han adaptado su decorado a lo permitido, pues no quieren que los alumnos perciban tristeza.

A menos de veinte minutos de Santiago de Compostela hay un oasis infantil mínimo llamado Sabaxáns. Se encuentra en Bastavales, en el ayuntamiento coruñés de Brión, y Elena Torres, la maestra que está al frente, lleva ni más ni menos que veinte cursos en él. Muchos abuelos, e incluso bisabuelos, de los pequeños estudiantes de hoy ya se instruyeron allí.

Este año, en este paraíso de sabor añejo y sentimental son más. Ha cerrado su hermana gemela de Luaña, porque se necesitan seis matriculaciones para garantizar la continuidad y las cinco solicitadas no alcanzaban. Rosa Pose, la Rosa de Luaña, se mudará, iniciará etapa junto a Elena.

Voy a estar más acompañada, cuenta a Efe la nueva incorporación. La de Luaña ha sido una experiencia extraordinaria, que en su trayectoria profesional ha ocupado más de una década.

Ha visto en este tiempo cómo se echaba el cerrojo a una taberna y desaparecía un consultorio médico. Para mí que cierre una escuela significa que pierde el rural, el cual necesita servicios y atractivos. Si los quitan, pues para conciliar la gente va allí donde los tiene.

Siente impotencia al ver locales desaprovechados y no pierde la esperanza de que la tragedia sanitaria que se vive suponga un punto de inflexión, pues lo que relata es previo a la emergencia.

Ojalá volviesen a reabrir estas escuelas para descongestionar los colegios masificados y para ahondar en ese contacto con las familias, en el trato de tú a tú, en la retroalimentación entre las casas y nosotros En ver cómo la gente responde un poco más incluso de lo que puede.

Elena no puede más que secundarla. En Sabaxáns los usuarios serán entre 23 y 25 esta vez, seis de ellos de nuevo ingreso. ¡Somos realmente un grupo burbuja, auténtico!, reflexiona esta educadora.

Un pequeño vestíbulo, un minúsculo parque infantil, y dos aulas, cada una con acceso al patio exterior trasero, por el que se harán las entradas. Las salidas, por delante. El mandilón ya puesto. La distancia de seguridad, sin problema. Nada de contenedores de juguetes. Y los padres, al llevar a los niños (no hay transporte) no tendrán siquiera que salir de sus vehículos.

Este año hago 30 trabajando. Empecé con 23, explica Elena. Su madre se dedicaba a su mismo oficio. Y en una unitaria casi toda su vida.

Hasta sus 10 años, ahí estuvo Elena, con su progenitora y ejemplo a seguir. Mamó el modelo, como se dice. Y por eso cuando a ella le tocó escoger, no dudó.

Siempre he elegido escuelas rurales. No me veo en un colegio como tal. Aquí puedes conocer a todos y cada uno de los niños y la enseñanza mixta permite que los más chicos se empapen de los mayores y que los grandes aprendan a su vez los valores de ayuda y solidaridad. Además, tenemos mucha dotación en cuanto a material. No como mi madre, que ni para comprar cartulinas les daba.

Gozo de mi trabajo, resume. Puedo disfrutar, ver resultados y eso me produce una inmensa satisfacción. No conseguiría adaptarme a otro sistema. Esta es mi etapa más difícil, por lo que está pasando, y hace que barrenemos continuamente acerca de cómo van a ser las dinámicas con la libertad de movimientos limitada. En ello estamos y como siempre pensando en que la afectividad es súper importante.

Rosa Barreiro preside Amcraga, la asociación gallega de los colegios rurales agrupados, aquellos que comparten material pedagógico y fusionan servicios. Se vuelca con el de sus dominios el que comprende Ponteceso, Malpica y Cabana de Bergantiños, en la provincia de A Coruña, y, a la par que con el suyo, con todos. Su móvil echa humo y es una suerte para ella.

En esta pandemia ha notado muchísimo más interés en este sistema. Aparte de infantil, como su tocaya Rosa y Elena, cuentan también con Primaria.

No soy derrotista, confiesa, mientras desvela, por ahora con pocos detalles, para no cargarse el efecto sorpresa, cómo será la ambientación poscoronavirus. Caminos que llevarán a los baños y un largo etcétera que pronto se verá. Aprovechar al máximo los espacios exteriores figura en esa misma agenda.

Llevo peleando toda mi vida por salvar escuelas, comenta a Efe. Sabe que es una tarea conjunta, del profesorado, de las familias, de los ayuntamientos... Es el momento de la escuela rural, esto está en la mente de muchos políticos. Y es el camino a tomar, sentencia.

Es proactiva y considera que ha de ser la actitud. Buscar soluciones, a corto, medio y largo plazo, según sea el caso. Ahora hay un bicho ahí que no sabemos cómo va a responder. A todos nos gustaría achuchar a los niños, jugar con ellos, compartir, pero no nos lo permite. Y hay que suplir eso con cosas que nunca hemos hecho.

La nueva normalidad no provocará, desde luego, que desaparezcan los estímulos en el dulce tiempo de la infancia. Menos, si cabe, en los centros despejados. EFE

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