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La cirujana española que brinda vida a mujeres repudiadas en África

Violadas, repudiadas y estigmatizadas, las mujeres africanas con fístula obstétrica son las "grandes abandonadas" a las que un equipo médico de la Fundación Mujeres por África, del que forma parte la cirujana española Soledad Oliart, trata de brindar una segunda vida. ,Este viernes viaja por tercera vez como cooperante en misión quirúrgica a Liberia para intervenir a mujeres con esa patología. La mayoría, jóvenes de entre 15 y 20 años que fueron violadas. Algunas tuvieron s

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 10:01

Violadas, repudiadas y estigmatizadas, las mujeres africanas con fístula obstétrica son las "grandes abandonadas" a las que un equipo médico de la Fundación Mujeres por África, del que forma parte la cirujana española Soledad Oliart, trata de brindar una segunda vida.

Este viernes viaja por tercera vez como cooperante en misión quirúrgica a Liberia para intervenir a mujeres con esa patología. La mayoría, jóvenes de entre 15 y 20 años que fueron violadas. Algunas tuvieron su primer parto con 10 años.

En una entrevista con Efe, Oliart explica la "durísima realidad" que viven estas jóvenes en Liberia, uno de los países más pobres del mundo que solo cuenta con 45 médicos para cuatro millones de habitantes y donde "el delito más común es la violación y el grupo de edad más afectado son las niñas de 10 a 15 años". Muchas padecen fístula obstétrica como consecuencia del parto.

"Es una enfermedad que sobreviene por un parto obstruido, un parto en el que hay una desproporción pelvicefálica. La pelvis de la mujer, generalmente una adolescente, es más pequeña que la cabeza del feto", explica la cirujana de aparato digestivo del Hospital de la Cruz Roja de Madrid.

El parto, en muchas ocasiones, termina con la muerte del feto, que puede permanecer sin vida en el vientre hasta una semana.

En cuatro de cada diez partos obstruidos, la mujer muere. Las supervivientes quedan con unas secuelas por las que son estigmatizadas y repudiadas.

Porque la fístula obstétrica, que se produce cuando la cabeza del bebé destroza los tejidos blandos durante el parto, origina una comunicación anómala entre la vagina y la vejiga, o la vagina y el recto, o entre los tres. Es decir, quedan comunicados entre ellos.

Esta situación puede derivar en una infección renal que genere una septicemia que acabe con la vida de la mujer.

Quienes sobreviven, subraya Oliart, sufren pérdidas de orina constantes y "eso les produce lesiones en la zona del periné y un olor muy desagradable que hace que su entorno las repudie".

"En Liberia estas chicas no tienen acceso a compresas que puedan absorber el pis. Van con trapitos y son horribles el olor, las infecciones, las lesiones cutáneas y los destrozos porque muchas veces produce unas cicatrices y unas fibrosis que hacen estenosis de la vagina y situaciones que dificultan mucho la cirugía", afirma.

"Primero las repudia el marido o el violador -porque en gran parte de los casos son obligadas a casarse con su violador-; después las repudia el entorno familiar y la última que las repudia es la madre. Están muy estigmatizadas, son las grandes abandonadas", destaca.

La mayoría de las mujeres no tiene acceso a asistencia sanitaria ni durante el embarazo ni en el parto en Liberia, donde las mujeres son pequeñas de tamaño porque es un país pobre y devastado como consecuencia de la guerra civil que duró 14 años.

Una "ínfima parte" de las liberianas que padecen fístula obstétrica se opera, porque además de la carencia de medios se trata de un procedimiento muy complejo. La Fundación Mujeres por África puso en marcha su proyecto Stop Fístula -coordinado por los médicos Javier M. Salmeán y José Manuel Devesa- para ponerle remedio.

Desde que arrancó en 2013, el programa ha operado a alrededor de 200 mujeres -Oliart ha participado en unas 60 intervenciones- y se han atendido 5.000 partos y realizado más de 60.000 consultas antenatales.

En el hospital Saint Joseph de Monrovia -el único hospital que se mantuvo activo durante la epidemia de ébola-, la fundación tiene contratados a un ginecólogo y a una matrona de forma permanente que atienden gratuitamente a las embarazadas.

Oliart y otros colegas -anestesistas, instrumentistas y ginecólogos- viajan cada cierto tiempo en "misiones quirúrgicas" para realizar cirugías que mejoren la vida de estas mujeres.

En cada misión están entre diez y catorce días operando, dando prioridad a los casos más graves.

La tasa de éxito de las operaciones, detalla Oliart, es del 75 por ciento: "Lo único que quieren es estar secas, como ellas lo llaman, para dejar de oler".

"He aprendido que son mujeres fortísimas. No siempre conseguimos solucionar su problema, pero siempre te miran con una sonrisa y una alegría desbordante y son superagradecidas. Solo con hablar con ellas, tocarlas, abrazarlas...", evoca.

Además de intervenirlas, el equipo les ofrece participar en un programa de rehabilitación e integración: pueden pasar unos meses en un centro donde reciben desde alfabetización hasta formación en distintos oficios.

Alrededor de dos millones de mujeres tienen fístula obstétrica en el continente africano, sobre todo en África Subsahariana. Cada año se producen entre 50.000 y 100.000 nuevos casos.

Son varios los países que cuentan con unidades para atenderlas. Oliart destaca el Hamlim Fisthla Ethiopia, donde le gustaría perfeccionar su formación, y el centro del Nobel de la Paz Denis Mukweg en Congo.

Además de mantener la misión en Liberia, Mujeres Por África quiere desarrollar este proyecto en Ghana, país al que esta cirujana ya ha viajado para hacer una valoración de la situación con la intención de seguir ofreciendo segundas oportunidades a las mujeres del continente africano.

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