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La ansiedad, una de las enfermedades más extendidas en España

Si ya antes de la pandemia era preocupante, los confinamientos y la incertidumbre han duplicado los casos

La ansiedad, una de las enfermedades más extendidas en España
Sefi García
Redactora de sociedad y cultura

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 00:14

Los trastornos de ansiedad se han convertido en una de las enfermedades más extendidas en nuestro país. Si ya antes de la pandemia era preocupante, los confinamientos y la incertidumbre han duplicado los casos. Es causa de sufrimiento, de bloqueos, nos lleva a tomar malas decisiones, a descargar la frustración con nuestra familia y si se cronifica, provoca problemas mentales mucho más graves y enfermedades autoinmunes que pueden afectar a nuestra piel, al hígado, al sistema digestivo…cuadros que no tienen base orgánica pero que deterioran y mucho nuestra salud.

Ya antes de que la pandemia arrasara nuestro estado emocional, nuestro país estaba considerado por la a Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes como el que más tranquilizantes consumía en el mundo. Dormir nuestros demonios con química solo evita el síntoma, pero hay caminos para conseguir que nuestra paz vuelva a pesar de los problemas. Identificar que se nos ha disparado la ansiedad, inherente a todo ser humano, es el primer paso para ponerle remedio.

¿Tengo ansiedad?

Pues claro que la tienes,¡ y menos mal! Es una reacción emocional consustancial al ser humano, “todos tenemos este tipo de reacción en situaciones diversas: exactamente igual que todos los seres humanos respiramos o tenemos un sistema digestivo-nos aclara la psicóloga Angela Magaz, del grupo vasco Albor-Cohs- es un mecanismo útil y adaptativo” Si no tuviéramos ansiedad “nuestro organismo estaría completamente relajado, tan relajado que no podría reaccionar ante un peligro, que no podría tomar una decisión anticipando lo que podría pasar después.. si no tenemos ansiedad no podríamos funcionar nuestro día a día…hasta ahí todo bien, incluso la ansiedad elevada en algunas situaciones”. No pasa nada si se te seca la lengua al intentar hablar en público o si se te acelera el corazón al plantear alguna cuestión a tu jefe.

¿Cuándo tengo que empezar a preocuparme?

El problema surge cuando nos pasamos, cuando esa ansiedad deja de ayudarnos y nos bloquea: cuando no soy capaz de hablar, de autorregularme y digo lo que no quiero decir, cuando no soy capaz de pensar y por lo tanto de tomar decisiones. Angela Magaz nos pone un ejemplo muy concreto: “estaba ayudando a un profesional, a un mecánico de alto nivel que hacía una tareas de mucha precisión que había en su organización , y cuando había un fallo era el máximo responsable de resolver ese fallo: de él dependía que 200 personas tuviesen que parar su trabajo, entonces, y a pesar de ser muy competente a nivel técnico, la ansiedad excesiva por hacerlo rápido y bien, el anticipar que podía salir mal, el imaginar a los trabajadores parados, hacía que la ansiedad subiera y que no fuera capaz de hacerlo”. La ansiedad no solo afecta a nuestro bienestar, también a nuestro rendimiento.

La incertidumbre es otro factor que provoca ansiedad, porque “las personas sufrimos más por lo que pueda pasar que por lo que pasa realmente y puede provocarnos un sufrimiento excesivo e inútil”.

¿Y si se prolonga demasiado en el tiempo?

Puede provocarnos problemas de salud muy serios: enfermedades del sistema inmune, artritis idiopática, psoriasis, daños hepáticos, problemas digestivos, circulatorios… “son personas que pasan por numerosas pruebas médicas y no se encuentra ningún fundamento de base orgánica para que se produzcan esos daños” cuando se prolonga demasiado en el tiempo aparece el estrés “es como un muelle que se estira tanto que ya no puede volver a su forma original y aparecen estos daños físicos”.

¿Cuándo debo acudir a un profesional?

El semáforo se pone en rojo “cuando pensamos que algo en nuestra vida algo puede ir mejor, para evitar todo esto, porque pueden aparecer otros problemas, otras consecuencias ne nuestro día a día el enfado con nuestra familia porque hemos tenido un mal día y no lo atribuimos al exceso de ansiedad”. Cada vez vamos más al psicólogo porque “vamos siendo cada vez más conscientes de que tenemos la capacidad de regular nuestras emociones, de dirigir nuestra vida y que no dejarnos llevar nos va a ayudar a vivir mejor, a convivir mejor, as ser más productivas, a ser más creativas, a encontrar soluciones a situaciones difíciles”.

¿Por qué acudimos tanto a los fármacos?

Comentábamos al principio que España es el país donde más química se consume para atajar los problemas de ansiedad. Son datos incluso de antes de la pandemia. Es innegable que la salud mental es una de las hermanitas pobres de la sanidad pública pero hay más. Nos cuenta nuestra psicóloga que en este país “preferimos tomarnos una pastilla a hacer un trabajo que puede conllevar un esfuerzo, las personas buscamos siempre la solución más rápida, y estamos preparados para eso, para economizar, es el estilo natural del ser humano, la sociedad en la que vivimos”. Mirar hacia adentro, buscar la causa, acudir a terapia es más trabajoso que ponernos un comprimido debajo de la lengua. El problema es que “no es la solución, no te cura, eliminan los síntomas, no es como el antibiótico, son como una muleta, que nos puede ayudar inicialmente, pero si no rehabilitamos después, aparecen daños, si no abordamos lo que está manteniendo la ansiedad en nuestra vida el problema no desaparece, pueden ser muy útiles en algunas situaciones temporalmente, pero no a medio plazo”.

¿Cuáles son las consecuencias de la ansiedad?

El dolor emocional, el bloqueo, las malas decisiones, las consecuencias en nuestra salud… son los efectos directos de la ansiedad que ya está considerada como el trastorno más extendido en nuestro país. Pero va mucho más allá, nos cuenta Angela Magaz que “muchos de los problemas de salud que se atienden en la Atención Primaria está derivados de cuadros de ansiedad, algunos no diagnosticados, y hay estadísticas que a apuntan pérdidas importantes de las empresas”.

Lo curioso es que el perfil de personalidad de la mayoría de las personas a las que la ansiedad se les dispara tienen un alto nivel de exigencia y éxito: es el precio de intentar hacerlo bien sin red. Conocernos un poquito, valorar lo que tenemos, pararnos a pensar… y si la cosa se pone cruda, acudir a un psicólogo que nos va a ayudar. La fórmula parece sencilla, aunque requiere cierto esfuerzo personal, pero todo es poco si conseguimos ser mucho, pero mucho más felices.

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