La frase de renuncia que une al ya expresidente valenciano, Carlos Mazón, con el rey Amadeo I de Saboya: "Ya no puedo más"
Mazón estará en funciones hasta que Las Cortes Valencianas elijan un nuevo presidente de la Generalidad
Retrato anónimo del rey Amadeo de Saboya y Carlos Mazón durante la sesión de control del 29 de octubre de 2024
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El presidente de la Generalidad Valenciana, Carlos Mazón, ha dimitido un año después de la dana que acabó con la vida de 229 personas en Valencia. Mazón ha pedido públicamente perdón por los "errores" cometidos durante su gestión y ha reconocido que "ya no puedo más". Pese a su renuncia, seguirá al frente del Ejecutivo en funciones hasta que las Cortes designen a su sustituto.
A primera hora de la mañana, y ante todos los miembros del Gobierno valenciano, ha ofrecido una comparecencia sin preguntas en la que ha apelado a la mayoría que PP y Vox suman en Las Cortes Valencianas para elegir a un nuevo presidente que tenga la "fuerza especial" que a él le falta para continuar la tarea de reconstrucción, según ha reconocido el popular.
Carlos Mazón anuncia su dimisión como presidente de la Comunidad Valenciana en el Palacio de la Generalidad
A las 15:24 horas, Carlos Mazón ha formalizado su renuncia en el registro de entrada de las Cortes. La presentación del escrito, junto con su decisión de no convocar elecciones anticipadas, activa el proceso para designar a un nuevo presidente autonómico.
Desde que se comprendió la magnitud de la catástrofe natural que arrasó Valencia el 29 de octubre del año pasado, la dimisión del ya expresidente valenciano era la crónica de una muerte anunciada. Mazón se convirtió, en ese momento, en un lastre para los populares y en un balón de oxígeno para los de Ferraz: un cadáver político que había que enterrar cuanto antes.
Su "ya no puedo más" recuerda al que llevó al rey Amadeo I de Saboya a renunciar a la Corona de España "por mí, por mis hijos y sucesores", aunque aquel se produjo en circunstancias muy distintas a las de Mazón y, en cierto modo, ajenas a la persona y la labor del monarca italiano.
AMADEO, EL REY ELECTO
La Septembrina —la Revolución Gloriosa de septiembre de 1868 que destronó a la reina Isabel II— abrió un periodo de profunda inestabilidad en España, una etapa que la historia conoce como el Sexenio Democrático. Cuentan las crónicas que la monarca prefirió exiliarse en Francia antes que luchar por conservar la Corona que había heredado de su padre, Fernando VII.
Sea como fuere, la realidad es que el Trono quedó vacante y los políticos del momento —entre ellos los generales Prim, Serrano y Topete— se vieron obligados a buscar un candidato dispuesto a asumir el "marrón" de gobernar a los españoles.
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Juan Prim, célebre por su participación en la Primera Guerra Carlista y en la de Marruecos, fue quien tomó las riendas del país. Según señala David Botello en Follones, amoríos, sinrazones, enredos, trapicheos y otros tejemanejes del siglo XIX (2020), "promulga una nueva Constitución liberal en 1869 y dice aquello de 'Los Borbones, jamás, jamás, jamás'".
Esa Constitución, en su artículo 33, mantenía a España como una monarquía, para mayor disgusto de los republicanos que habían apoyado la Gloriosa. Por ello, Prim se pone "a buscar por toda Europa un rey dócil a quien ponerle la corona de España y que se someta a la Constitución", aunque, en palabras del general Serrano, dar con él era "tan difícil como encontrar un ateo en el cielo".
'Amadeo I', retrato de Vicente Palmaroli y González (1872)
Finalmente, tras el rechazo de Espartero a ocupar el Trono, Prim logra que las Cortes accedan a votar al duque de Aosta, Amadeo, tercer hijo del rey Víctor Manuel II de Italia. La sesión, celebrada el 16 de noviembre de 1870, le valió el sobrenombre de "El Electo".
El debate parlamentario se centró en la condición de extranjero del candidato, mientras que los republicanos insistían en que "si el Rey se vota, que sea por votación directa del pueblo, por plebiscito". La presidencia hizo caso omiso a esta petición y la Cámara Baja procedió a votar.
Un total de 191 diputados apostaron por el duque de Aosta, 27 por el de Montpensier, uno por la duquesa de Montpensier, ocho por el Duque de la Victoria —Baldomero Espartero—, dos por el infante Alfonso de Borbón —hijo de Isabel II—, 63 por la República y 19 lo hicieron en blanco.
En consecuencia, habiendo obtenido la mayoría necesaria, el presidente de la Cámara, Manuel Ruiz Zorrilla, anunció que "queda elegido Rey de los españoles el Duque de Aosta". Eran las ocho menos cuarto de la tarde y la sesión se suspendió para notificar al agraciado.
Amadeo embarcando en el puerto de La Spezia para trasladarse a España y tomar posesión del Trono español
TIEMPOS CONVULSOS
Eran tiempos convulsos en España. Cuando Amadeo desembarca en Cartagena, se entera de que han asesinado a su principal valedor: el general Prim. El militar había sido acribillado en la calle del Turco la noche del 27 de diciembre y murió tres días después a consecuencia de las heridas. Amadeo no podía empezar peor su andadura por España.
El rey tiene en contra a la nobleza, que ansía la vuelta de los Borbones; a los republicanos, que quieren proclamar la república; a la Iglesia, que ha excomulgado a la Casa de Saboya por unificar Italia en detrimento de los Estados Pontificios; a los carlistas, que vuelven a alzarse en armas; y el pueblo —narra Botello— "le llama Macarroni I y le saca rimas fáciles con su apellido".
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Amadeo intenta capear el temporal como puede, pero en julio de 1872 se produce un hecho que explica su posterior renuncia: mientras regresaba al Palacio Real por la actual plaza de Ópera junto a su esposa, María Victoria dal Pozzo, varios hombres abrieron fuego contra el matrimonio con trabucos y revólveres.
El rey había sido avisado de que un ataque como este podría suceder, pero no quería "que el pueblo diga que el rey se encierra en su palacio porque tiene miedo".
Juan Sisinio Pérez asegura en Historia contemporánea de España (1808-1923) que "el rey vivía en una auténtica pesadilla. Además su mujer se quería ir". A su lista de enemigos se sumaron los hacendados y negreros de las Antillas, que acabaron con la paciencia del italiano.
"ME ENGAÑÓ MI BUEN DESEO"
Así, las cosas, el 11 de febrero de 1873, el rey envía una carta al Congreso de los Diputados en la que explica "las razones que me mueven a devolver a la Nación, y en su nombre a vosotros, la Corona que me ofreció el voto nacional, haciendo de ella renuncia por mí, por mis hijos y sucesores".
El duque de Aosta reconoció en ella sentirse honrado en un principio por el nombramiento, "honra tanto más por mí apreciada, cuanto que se me ofrecía rodeada de las dificultades y peligros que lleva consigo la empresa de gobernar un país tan hondamente perturbado".
Aspecto del Congreso de los Diputados el 15 de enero de 1871 al entrar el rey Amadeo de Saboya
Aquel al que España recuerda también como el "Rey Caballero", reconocía que había intentado "dar a este valeroso pueblo la paz que necesita, la libertad que merece y la grandeza a que a su gloriosa historia y la virtud y constancia de sus hijos le dan derecho" para acto seguido confesar que "me engañó mi buen deseo".
En su misiva Amadeo describió una realidad que aún hoy sigue helando la sangre por su actualidad: "España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados, tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles".
El hijo de Víctor Manuel II de Italia se despidió asegurando que "al desprenderme de la Corona no me desprendo del amor a esta España tan noble como desgraciada, y no llevo otro pesar que el de no haberme sido posible procurarle todo el bien que mi leal corazón para ella apetecía".
LA RESPUESTA DE LOS DIPUTADOS
El presidente del Consejo de Ministros, informó al Congreso de los Diputados de que el rey "estaba resuelto, firmísimamente resuelto, á renunciar á la Corona de España". La carta de Amadeo I de Saboya era respondida con otra enviada desde el Palacio de las Cortes en la que se afirmaba lo siguiente: "Las Cortes declaran unánimemente que V.M. ha sido fiel, fidelísimo guardador de los respetos debidos a las Cámaras; fiel, fidelísimo guardador de los juramentos prestados en el instante en que aceptó V.M. de las manos del pueblo la Corona de España".
Exterior del Congreso en la tarde del 10 de febrero de 1873
Y continúa diciendo que "las Cortes, penetradas de tal verdad, hubieran hecho, a estar en sus manos, los mayores sacrificios para conseguir que V.M. desistiera de su resolución y retirase su renuncia. Pero el conocimiento que tienen del inquebrantable carácter de V.M.; la justicia que hacen a la madurez de sus ideas y a la perseverancia de sus propósitos, impiden a las Cortes rogar a V.M. que vuelva sobre su acuerdo".
La sesión en la que se comunicó la renuncia de Amadeo duró varios días y concluyó con un hecho insólito en la Historia de España: la proclamación de la Primera República, que, como el reinado del italiano, duraría tan solo un suspiro y fenecería como consecuencia de un pronunciamiento.
El italiano se marchó igual que llegó a España: con humildad, reconociéndose incapaz de gestionar un país imposible. Mazón lo ha hecho hoy asfixiado y asediado por unas víctimas que, hace unos días, le gritaban "asesino" durante el funeral de Estado. Sin embargo, la suya no debería ser la única dimisión, sino que debería ser la que abriera la puerta a una cascada de renuncias de quienes pudiendo, hicieron poco o nada pensando vilmente en sacar rédito político.