Curso baloncestístico 1979-1980. El Miñón Valladolid de la Liga Nacional, precursora de la ACB, ficha a Matt White. Se trata de un pívot norteamericano de 2,08 metros de altura que viene de jugar la última Final Four universitaria de su país con Penn State (Pensilvania). Además, como titular, y convirtiéndose poco después en el número 100 del Draft de la NBA (le eligieron los Portland Trail Blazers). Quién le iba a decir a aquel interior blanco que su llegada a España y al conjunto pucelano, para disputar sólo la competición europea de turno (la Copa Korac), sería fatal. De hecho, aquella decisión sería una auténtica sentencia de muerte para él.

Lo fue de manera literal. Porque, quizá, White aún estaría vivo de no haber conocido por aquella época a quien se convirtió, para lo bueno, en su mujer. Y, para lo malo, en su asesina: María Reyes García-Pellón.

Una familia unida y normal

El jugador estadounidense apenas pasó una temporada en Valladolid, pero varias más en nuestro baloncesto. Aunque también compitió en Francia e Italia, la canasta española fue el lugar recurrente de su trayectoria. Granollers (1986-1988), Granada (1988-1990), Girona (1990-1992) y Gijón (1992-1993, en este caso en Primera B) fueron sus otros destinos. Que Matt White se casase con Reyes influyó a la hora de que este se nacionalizase español. Promedió 6,4 puntos y 6,2 rebotes en 23 minutos, con 212 partidos disputados en la ACB antes de retirarse a mediados de los años 90.

Ya con el cabeza de familia lejos de las canchas, el matrimonio decidió trasladarse a vivir a Estados Unidos con sus dos hijos. Entonces, White se puso a trabajar como financiero, y García-Pellón lo hizo como profesora de apoyo en un centro educativo de la zona de Pensilvania en la que se instalaron. Esa vuelta a las raíces empezó a torcerse en 2009, cuando el exdeportista sufrió un ictus.

Las secuelas de la enfermedad provocaron que White y García-Pellón se mudasen. También que Reyes decidiera sacarse el pasaporte estadounidense, alentada por sus hijos. Así, la vallisoletana obtuvo su segunda nacionalidad el 8 de diciembre de 2010. En un reportaje publicado en su momento por El Mundo, se la definía como alguien “dulce”, “adorable” y “muy pacífica”. E incluso como “la persona más inofensiva de todo el edificio” en el que trabajaba.

De White se decía que atesoraba un carácter agradable e introvertido, con la lectura (sus autores favoritos eran Milton y Shakespeare) y la música (tocaba el piano) como grandes aficiones. Era, en definitiva, “muy entrañable”. ¿Por qué el idilio entre dos almas gemelas, a priori, se rompió de forma tan abrupta tiempo después? Nadie entendió nada.

La tragedia

El lunes 11 de febrero de 2013, Matt White murió mientras dormía en su casa de Nether Providence (Delaware, Pensilvania). Su propia mujer le apuñaló en la garganta de madrugada: tenía 55 años. La autora del crimen, de 52, confesó después que tomó esta medida tan drástica porque, supuestamente, había sorprendido a su marido consumiendo pornografía. “Eran chicas jóvenes. A mí me encantan los niños y tenía que hacerlo”, se justificó María Reyes García-Pellón.

Fue la confesión que hizo primero en casa de unos amigos, tras dejar el cadáver de su marido en la cama y una nota ensangrentada en el buzón de unos vecinos. Una que le llevó a ser encarcelada, juzgada y declarada culpable. También a cumplir pena durante un tiempo en un centro psiquiátrico, ya que los especialistas determinaron que García-Pellón padecía esquizofrenia.

Según se apuntó en su día, Reyes sufría una crisis psicótica desde el jueves anterior al asesinato. Aunque White intentó que su mujer se pusiese en manos de profesionales el domingo, horas antes de fallecer, no lo consiguió. Es más: la investigación posterior expuso que no había pornografía infantil en el ordenador del marido de García-Pellón.

Por tanto, este fue el final inesperado y trágico de la vida de Matt White. Dejó dos hijos en edad universitaria (en el momento de su fallecimiento) y una esposa marcada para siempre por el suceso. Lejos quedaron aquellos veranos en los que la familia regresaba a España, al pueblo de la familia de María Reyes García-Pellón. Tiempos felices que se disiparon para siempre una noche en apariencia como otra cualquiera, pero que acabó convirtiéndose en la peor de sus vidas.