Santiago pasea con su mujer, Pilar, y su bebé por la calle Guillermo de Osma, en la zona básica de salud de Chopera, en el distrito de Arganzuela. Se han enterado de rebote de que están confinados desde este Lunes de Pascua y su primera reacción es una mezcolanza de resignación y extrañeza. “Nos parece mal; no poder moverse nos perjudica todavía más tanto a nivel físico como psicológico”, apunta Santiago que echa en falta medidas más congruentes.

“La coherencia brilla por su ausencia a la hora de tomar medidas desde el principio de la pandemia. Nos parece mal que confinen Chopera con una tasa de 337 casos por cien mil habitantes cuando hay zonas con más de 400”, argumenta Santiago con toda lógica. Su mujer Pilar asiente pero también anima a todos los vecinos a cumplir: “es lo que han dicho y no queda otra que acatar y ser responsables”.

Luis y Encarna viven en Chopera y están jubilados. En el plano personal, la medida no les afecta demasiado aunque no se la esperaban. “Nos ha sorprendido después de todo este tiempo pero si hay que hacerlo aceptamos y nada más. Eso sí, pedimos que en otras zonas de Madrid que estén con una incidencia alta se tomen medidas restrictivas también como en Chopera”, apunta Luis.

Así vive Chopera, en pleno corazón de Arganzuela, el día 1 de un confinamiento que durará, al menos, dos semanas y que no afectará a los centros culturales Matadero y Casa del Reloj y a Madrid Río. Una excepción que celebran los vecinos de la zona.