
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Sería una tragedia que este 10 de octubre quedara marcado en el calendario como el día en el que unos gobernantes enloquecidos dijeron que, de un modo u otro, Cataluña ya no pertenece a España. Sería una tragedia porque Cataluña, desde la transición y desde que se aprobara la Constitución de 1978, ha conseguido el mayor autogobierno de una región europea. Los catalanes han tenido desde entonces un amplio derecho a decidir. Prueba de ello es el último Estatuto, aprobado en referéndum y solo corregido en algunos artículos por el Tribunal Constitucional. Ese derecho a decidir puede ser ejercido dentro de la Constitución que nos hemos dado, y que puede ser reformada por los procedimientos en ella establecidos.
Sería una tragedia porque desde que se unieron las coronas de Castilla y de Aragón, hace más de 500 años, la historia de unidad ha sido una historia muy provechosa para todos. Especialmente desde comienzos del siglo XVIII, tras la Guerra de Sucesión, y de forma acusada en los últimos 50 años.
Sería una tragedia porque esa declaración supondría imponer una fórmula, como mucho, de la mitad de los catalanes sobre la otra mitad. Porque Cataluña se quedaría fuera de la Unión Europea, porque sería una Cataluña más pobre en la que triunfaría definitivamente la exaltación de lo particular. La Cataluña universal perdería horizonte y apertura al mundo. Cataluña no puede ser pequeña y reducida.