En la ciudad polaca de Katowice se celebra desde ayer una de las “cumbres” organizadas por Naciones Unidas que más resonancia podría tener en el mundo. Se trata de la conferencia sobre el clima, llamada COP 24., que reúne a treinta mil dirigentes de 200 países, de los que se espera una definición clara y contundente de las reglas que deben hacer viables los ya históricos Acuerdos de Paris sobre el cambio climático. Aunque no parecen probables decisiones ambiciosas, que serían boicoteadas por Estados Unidos, es evidente que la degradación del clima está condicionando las políticas económicas y los hábitos de la población mundial. Ya antes de aquellos Acuerdos de París, el Papa Francisco publicó su gran encíclica “Laudato si” que sacudió la conciencia del mundo sobre la necesidad de afrontar con urgencia la degradación que amenaza la vida del planeta, que para el Papa es un imperativo moral.

El objetivo que ahora se persigue es limitar el aumento de la temperatura media de la tierra por debajo de dos grados respecto al que existía antes de la era industrial. Y de ahí vienen decisiones que ya están entrando en vigor sobre las limitaciones de emisiones de gases contaminantes que en algunos países, como España, parecen obedecer a meros impulsos electoralistas cuando una regulación de esta envergadura debiera ser ampliamente consensuada. Es urgente establecer normas vinculantes para todos los Estados, que lleguen a la gente de manera clara y precisa, al margen de toda demagogia y oportunismo político. Esto es lo que cabe esperar de la “cumbre” de Katowice.