La tensión migratoria en algunos lugares de la Unión Europea se ha convertido en todo un síntoma de nuestra época. En España lo conocemos bien, tenemos además en la retina imágenes muy dolorosas de lo sucedido por ejemplo en las playas turcas y griegas, otras más recientes del drama en la frontera entre Polonia y Bielorrusia y, en los últimos días, algunas más de lo sucedido en el Canal de la Mancha, una de las rutas marítimas más transitadas del mundo, convertida ahora en el centro neurálgico de las disputas entre Francia y el Reino Unido, todo ello complicado aún más, si cabe, en medio del enrevesado escenario post-Brexit.

Además de las disputas por las licencias de pesca en el Canal, la tensión crece debido al gran aumento de migrantes que cruzan desde Calais hacia las costas británicas, marcando dramáticos récords mortales. Macron ha acusado a Johnson de politizar la crisis migratoria para sacar rendimiento partidista y el primer ministro británico considera que Francia no hace lo suficiente para frenar el flujo ilegal.

Es urgente afrontar el fenómeno de manera integral, para evitar crear un caldo de cultivo en el que crezcan los discursos populistas. Europa tiene recursos y mecanismos para responder a este problema, empezando por salvaguardar a las personas que emigran, en su mayoría víctimas inocentes, y para perseguir a las mafias que se lucran con la desgracia de los seres humanos más vulnerables. Es hora de trabajar juntos, no de tirarnos los trastos a la cabeza.