La hostilidad de la Junta Militar de Mali hacia Francia, su antigua potencia colonizadora, se ha materializado este pasado lunes con la salida del país del último soldado francés de la llamada "Operación Berkán" contra el yihadismo en el Sahel. El Gobierno francés trata de disimular su fracaso evidente en la lucha contra el terrorismo islamista como un simple redespliegue de sus tropas en la región. Pero lo cierto es que fueron las autoridades militares malienses las que rompieron los acuerdos militares con Francia y dispusieron la expulsión de su territorio cuando ya se perfilaba un pacto con Rusia para reemplazarlos con los mercenarios del "grupo Wagner". Desde entonces este grupo paramilitar, bien conocido por sus violaciones de los derechos humanos allí donde opera, desde Siria y Libia a Ucrania, ha tomado el mando en las operaciones anti-yihadistas sin que se conozcan con claridad los resultados.

La cruda realidad es que los diversos grupos de terroristas que actúan en Malí y en el resto del Sahel, conservan todo su poder e influencia en la extensa región que fue dominada por Francia en la época colonial y que tiende a expandirse por los cercanos países del Golfo de Guinea. Tan solo el pasado año 2021, estos grupos cometieron 9.600 asesinatos en centenares de atentados contra las tropas malienses y la población civil. Lo que está en juego, de todas maneras, es la progresión no solo del yihadismo en la zona sino de la expansión de la influencia rusa en el continente africano y la amenaza que supone para la seguridad de Europa, que aún no ha encontrado la respuesta adecuada. A este respecto, el ministro español, José Manuel Albares insinuó semanas atrás la posibilidad de una eventual intervención de la OTAN, en unas declaraciones que irritaron a la Junta de Mali y que tuvo que matizar. En definitiva, todo está por ver mientras crece la incertidumbre..