Ana Baneira y Santiago Sánchez son los dos españoles detenidos en Irán en el marco de las protestas contra el régimen de los Ayatolás. Desde el Ministerio de Exteriores español se ha informado de los contactos permanentes que se han establecido con Teherán. Sin embargo, no hay buenas noticias para los detenidos. De momento ninguno de los dos ha recibido asistencia consular porque no ha sido autorizada. Lo mismo sucede con otros siete detenidos de nacionalidad francesa. La cuestión ha sido tratada en la cumbre del G-20 durante la cual se ha acusado a Irán de convertir en rehenes a ciudadanos de países occidentales para usarlos como moneda de cambio. Irán, por su parte, acusa a los extranjeros de exacerbar las protestas o, peor aún, de trabajar para servicios de inteligencia extranjeros.

Los 9 europeos de los que se tienen noticias se suman a los 15.000 iraníes detenidos desde mediados de septiembre. En las últimas horas han fallecido 12 personas en los más recientes disturbios y son más de 300 los muertos a causa de la represión. Irán ha iniciado una escalada de represión sistemática y extremadamente violenta. Se trata de sofocar por todos los medios una revuelta que no parece tener final. Los jóvenes, especialmente las mujeres, se han levantado contra el régimen. Es verdad que algo similar sucedió en 2019, entonces por razones económicas. Los manifestantes hoy combaten en defensa de los derechos humanos y contra la esencia de un régimen que se ha propuesto acabar con la vida de los opositores. Poco le importan a Irán, al menos por el momento, las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea. Su única respuesta es la muerte.