En la conferencia telemática con los Presidentes Autonómicos que el presidente del Gobierno celebró ayer, se volvió a hablar de la conveniencia de adoptar unos nuevos Pactos de la Moncloa como los del 77 para afrontar las consecuencias económicas del coronavirus. Es positivo que este referente de nuestra reciente historia reaparezca, porque es un referente de consenso y de acuerdo más allá de maximalismos ideológicos. Antes de que apareciera la crisis del coronavirus, España estaba necesitada de un gran plan de reformas. Pero las circunstancias en 2020 no son las mismas que en 1977. Entonces salíamos del franquismo y había una crisis petrolera. 

Los Pactos de la Moncloa no pueden servir de referente como contenido, pero sí como método. Fueron posibles porque desde el gobierno de Adolfo Suárez hubo una colaboración con la oposición y los agentes sociales.

Fueron posibles porque la izquierda de entonces, especialmente el Partido Comunista, estuvo dispuesto a admitir medidas que estaban en las antípodas de su posición ideológica en materia de salarios y despidos. Y fueron posibles porque en política había personas como Fernando Abril Martorell o Alfonso Guerra que supieron buscar el bien de todos. No establecieron como criterio último la ocupación de espacios políticos sino el bien común.