El dato de paro de noviembre ha sido mejor de lo habitual en ese mes. La afiliación a la Seguridad Social se queda plana, pero desciende el desempleo. El ministro Escrivá ha sostenido, con un exceso de triunfalismo, que las cifras son extraordinarias. Es necesario mirar las cosas con cierta perspectiva. Tenemos ya más personas con trabajo de las que había antes de la pandemia.

Es posible que sea empleo sumergido que ha aflorado. Prácticamente todos los trabajadores que se acogieron a los ERTES han sido reabsorbidos. Son buenas noticias en un momento en el que la economía está decreciendo. Pero el exceso de optimismo no es bueno. El empleo público tiene demasiado protagonismo y el número de horas trabajadas por trabajador ha descendido. Y luego está la fundada sospecha, apuntada por prestigiosos institutos económicos, que apunta a un error estadístico. Estamos en 2.880.000 parados. Pero en realidad son más de 3 millones porque los trabajadores que tienen un contrato fijo discontinuo, en el período en el que están inactivos cobran el paro, pero no aparecen como desempleados.

El Gobierno no ofrece datos de los fijos discontinuos que están inactivos, pueden ser más de 400.000. Por eso sería necesario que se creara un nuevo registro, el de paro efectivo. A lo largo de este año se han firmado ya casi dos millones de contratos fijos discontinuos, pero una parte importante de éstos no están realmente trabajando ni cobrando de empresa alguna. La transparencia es más necesaria que nunca en este momento delicado para nuestra economía.